Parada de autobús

Asesinos del Zodiaco
Asesinos del Zodiaco

Trabajo en una fábrica ubicada a la mitad de la nada cerca de un bosque. Es un buen trabajo y me pagan bien, pero el único problema es que está lejos de mi casa y el transporte que tomo para llegar a él no me deja en la fábrica, sino en una parada a 20 minutos de ella. Tengo que caminar para llegar, lo mismo al salir. Al salir llego a la parada y tengo que esperar unos minutos al autobús, no es mucho tiempo y en ocasiones otras personas esperan conmigo, pero un día las cosas fueron distintas.

Me quedé a hacer horas extra ese día y salí hasta las diez de la noche. A pesar de lo tarde que era a esa hora, aún había transporte, pero el autobús tardaba más en pasar.

Estuve en la parada, esperando mientras escuchaba música en mi teléfono para no aburrirme, tenía sueño pero debía mantenerme despierto, cosa que no fue difícil. Todo estaba tranquilo y al cabo de un rato empecé a sentir algo extraño, sentía que no estaba solo, como si alguien estuviera cerca de mí. Miré a mi alrededor para ver si alguien se acercaba a la parada, pero no había nadie, solamente yo. “Debe ser mi imaginación”, pensé, pero aun así no pude dejar de sentir esa sensación de que alguien se acercaba.

Después de un rato, el viento empezó a soplar, pero este viento no era normal, era diferente, era tibio y olía extraño, parecía más bien como si fuera el aliento de alguien… o de algo. Ese viento empezó a inquietarme y a ponerme nervioso. Subí el volumen de la música y me senté en la banca esperando que esas sensaciones se fueran pero no fue así, de hecho empeoraron.

Durante las canciones empecé a escuchar sonidos extraños: ligeros ruidos de gruñidos, gritos y llantos. Pausé la música y pude escucharlos mejor, detecté que provenían del bosque detrás de mí. Miré detrás de mí y no vi nada, solo una inmensa y profunda oscuridad. Miré hacia los árboles del fondo hasta que algo llamó mi atención, un bulto, un enorme bulto negro detrás de los árboles, apenas visible por la oscuridad.

Lo miré por un rato, ya había visto el bosque varias veces, casi me lo sabía de memoria y definitivamente ese bulto no estaba ahí antes. Se encogía y se agrandaba levemente, como si respirara. No le di importancia y volteé al frente, traté de dejar de pensar en eso pero no podía, no dejaba de preguntarme qué era ese bulto.

Hace tiempo había leído acerca de un monstruo que habitaba en los bosques, un hombre de traje llamado Slenderman. En un principio, a manera de gracia, pensé: “Seguramente es él, pero Slender es delgado y esta cosa era mucho más gorda que él. Pero, en fin, yo no creo en los monstruos y esas cosas, eso de allá atrás no debe ser nada, ya que ni siquiera hay animales por aquí gracias a las fábricas…”. Pero, ¿por qué me sentía tan incómodo por su presencia?

Volví a poner mi música y subí un poco más el volumen, el viento continuaba soplando. Eran las 10:37 en mi reloj. El autobús pasaba a las 10:50, según me dijeron, así que tenía que esperar otros 13 minutos para que llegara. Empecé a notar algo raro en el viento, se calentaba cada vez más. También los ruidos extraños aumentaron y esta vez se escuchaban ligeras risas de niños.

Volteé la mirada hacia el bosque y vi el bulto, solo que ahora estaba más cerca y se movía, sí, se estaba moviendo, se estaba acercando. Al verlo me asusté, pero no podía dejar de verlo; en eso la música se detuvo, revisé mi teléfono y vi que la batería se había terminado. El olor del viento cambio ahora olía a sangre y a carne; el bulto ahora estaba más cerca. Traté de distraerme pensando: “Solo es mi imaginación, los monstruos no existen, no creo en los monstruos”.

Miré mi reloj, aún faltaban cinco minutos. El viento se calentaba cada vez más y el olor se hacía más notable. La lámpara empezó a tintinear amenazando con apagarse. De pronto, empecé a sentir algo en mi espalda, sentía como si algo la tocara, ese algo subía y bajaba por mi espalda. Mi piel se erizó y mi corazón se aceleró. Mis manos sudaban y no podía dejar de temblar, en mi mente solo estaba la imagen de ese bulto negro, quería voltear pero no lo hacía.

“Los monstruos no existen… no existen.”

La lámpara se apagó y todo se llenó de oscuridad; el viento, los ruidos, el olor y la sensación en mi espalda se detuvieron. Había algo detrás de mí, esa cosa, el bulto negro.

Una fuerte ráfaga de viento, acompañada de gritos de varias personas, me golpeó; el viento era tan caliente que casi podría quemar, el olor era tan asqueroso que podría vomitar. No podía moverme del miedo, mi corazón latía tan fuerte que sentía que se me iba a salir; lo único que pude hacer fue cerrar los ojos con fuerza y pensar: “Los monstruos no existen, los monstruos no existen”. No pude contenerlo más y lo grité con todas mis fuerzas:

-¡Los monstruos no existen!

Al gritarlo todo se detuvo, todo se tranquilizó. Solamente escuché algo, la voz de un niño pequeño susurrándome al oído:

-Sí existen.

Entonces escuché una bocina, abrí los ojos y vi el autobús acercándose, la lámpara estaba encendida y todo estaba tranquilo. Subí a toda prisa al autobús, fui hasta atrás y me senté. Lo que vi a través de la ventana jamás lo olvidaré: era el bulto negro, estaba justo detrás de la parada.

El bulto estuvo a punto de alcanzarme, a punto de tenerme, pero no lo hizo. Me salvé o me dejó ir, nunca lo sabré. Nos miramos fijamente hasta que la parada se perdió de vista.

Al día siguiente renuncié a la fábrica y encontré otro trabajo en una librería cerca de mi casa. Aquí leo mucho, en especial los libros de terror en los cuales he aprendido muchas cosas sobre los monstruos. Desde esa noche no me he vuelto a acercar a la parada de autobús y tampoco he olvidado al bulto negro y esa penetrante mirada que me dejó marcado para siempre.

Ahora solo te puedo decir una cosa:

Los monstruos existen y están aquí. Si no lo crees, el bulto negro te lo va a demostrar.

— Via Creepypastas

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