Perro perdido

Era una fría mañana, el aire era húmedo, el cielo parecía que tenía intención de llover. Janine se dirigía corriendo a la parada de autobús más cercana a su posición, la cuál se encontraba a tres manzanas. La razón del por qué de sus prisas era sencilla, no podía perder el autobús, porque si lo llegara a perder no podría asistir a una prueba de vital importancia en su carrera laboral de la Universidad.

—¡No puede ser! -Gritó cuando vio cómo su autobús se alejaba rápidamente a la distancia.

—¿Qué voy a hacer ahora? Dios… —Murmuró.

Como si hubiera estado pronosticado, una voz surgió de entre la nada llamando la atención de Janine.

— ¿Qué tal estás?

Ella dirigió su atención a aquel desconocido.

-Esto… Hola.

—¿Por qué estás tan temprano aquí? —Le preguntó, acercándose a ella con bastante rapidez.

—Acabo de perder mi autobús a la Universidad —Respondió arqueando una ceja. -¿Y usted qué hace tan temprano en este lugar?

• Pues mi perro se escapó anoche y ando buscándolo desesperadamente, es un pitbull negro, ¿lo has visto? —Dijo con una mirada solemne en su rostro.

Janine, siendo amante de los animales, sintió que su corazón se encogía por aquella triste historia.

—No lo he visto, ¡pero te ayudaré a encontrarlo! Aprovecharé que falta mucho para que vuelva a pasar otro autobús

—¡Muchas gracias! Mi nombre es James, es un placer conocerte. —Extendió su mano derecha hacia ella.

—Soy Janine, es un placer igualmente. —Tomó su mano derecha.

James señaló tristmente un bosque cercano a nuestra posición.

—Las pistas sobre el paradero de mi perro me llevaron a ese lugar. Mi perro, es, desgraciadamente, sordo, así que aunque gritáramos a pleno pulmón no logrará oírnos.

Los dos se dirigieron de camino al espeso bosque en busca del perro. Janine no vio ninguna pista al principio, pero comenzó a darse cuenta de que en suelo que pisaban se podían ver unas huellas de origen animal. Las huellas eran grandes, lo que debió de haber dejado esta huella con este tamaño debe haber sido un perro grande.

El perro fue avistado unos pocos metros más adelante. James se dio la vuelta dirigiendo su mirada hacia Janine y le dio instrucciones de cómo poder capturarlo.

—Él es amigable con los extraños, por lo que no debes tener miedo al acercarte a él. Él tiene puesta la correa que le compré así que me acercaré a hurtadillas y lo agarraré de ésta, simplemente mantelo distraído.

Janine se acercó al perro lentamente, éste estaba jadeando con la lengua. “¡Ahí está el perro de James, debo distraerlo cómo me ordenó.” Pensó en su mente cuando recibió un golpe contundente en su cabeza y todo se oscureció. James fue el que se encargó de noquearla por detrás y, con un saco de arpillera, cubrió su cabeza. La agarró brutalmente de su cuello, pero ella en un intento de liberarse se resistió. Una aguja fue inyectada en su brazo izquierdo, y poco a poco fue dejando de moverse.

Horas más tarde despertó atada en lugar oscuro. La única luz que lograba ver provenía de una bombilla roja colgando a un par de metros por encima de ella. Delante de ella se encontraba una mesa que estaba colocada en un ángulo de 90º y a James que caminaba en círculos por toda la habitación.

—Lo has hecho muy bien, James —Dijo una voz femenina.

—Me alegro haberla complacido, señora —dijo James arrodillado mientras alguien bajaba por las escaleras.

—Bueno, hay que admitir que nuestra víctima es una belleza —la mujer rió.

Janine trató de gritar, pero no podía ya que se encontraba amordazada. Ella estaba muy desesperada, intentaba de todas las formas posibles liberarse de sus ataduras sin éxito alguno.

—Bueno, bueno. Este tipo de carne no se consigue en cualquier lugar, querida. Siéntete afortunada. —Respondió la mujer, perforando Janine en el estómago con un pequeño cuchillo.

Janine estaba empezando a desfallecer, sentía que era su final, y así lo fue. La mujer dijo lo último que Janine volvería a oír.

—Espero que estés tan sabrosa como aparentas ser.

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