El canto del canario

Allá afuera
Allá afuera

Pio, pio.

El eco de la llamada del canario resonó por las paredes húmedas de la cueva, guiándonos a lo profundo de la oscuridad. Hace tiempo que abandonamos las luces de la mina, confiando en las linternas de nuestro casco para caminar por la cueva y el suelo desigual y fangoso.

¿A dónde se suponía que íbamos a ir?

El terremoto había hecho desaparecer nuestra salida. Era, o bien quedarse y morir de hambre, o de adentrarse a través de los túneles naturales con la esperanza de encontrar la libertad. Carson, un minero experimento, era quien nos guiaba delante de nosotros.

El miedo a lo desconocido me tenía en tensión, pero sabía que estábamos bien. Mientras el canario siguiera cantado, estábamos bien.

Pio, pio.

El techo se cernía sobre nosotros según avanzábamos, acercando las estalagmitas afiladas y largas como dedos hacia nosotros. Me limpié el sudo de mi frente y mire hacia delante.

Oscuridad.

Pio, pio.

Caminamos durante horas sin respirar aire fresco. Me sentía cada vez mas cansado, pero me rehusaba a ceder el paso. Si mi equipo podía seguir adelante, yo seguiría caminando. Nuestros pies arrastrándose, el piar del canario y el sonido del goteo del agua era lo único que se oía en el túnel. No perdíamos el preciado oxigeno con una charla tonta.

Pio, pio.

Cuanto más lejos íbamos, más estrecho era el pasaje. Mi cabeza giraba a causa de la fatiga y la deshidratación. Necesitaba vomitar, pero no podía permitírmelo: En un espacio tan pequeño, el olor podría acompañarnos durante el resto de nuestro viaje.

La llamada del canario se convirtió en mi esperanza. Era mi luz al final del túnel, la promesa que en el próximo giro estaría la salvación. Me apartaba a mí, y a mis compañeros, del pánico. Mientras el canario siguiera cantado, estábamos bien.

Pio, pio.

Intentaba centrarme en la melodía y cerrar mis ojos, imaginado el cielo azul sobre mi casa. Sujetando a mí querida hija entre mis brazos. Recordando los días que habíamos estado viendo los pájaros en nuestra vaya. Y luego, volví a la realidad. Estaba de vuelta en la cueva. De vuelta en esa miserable gruta de fango y suciedad.

Tal vez solo necesitaba separarme de los otros. Tal vez mi posición al final de la cola me estaba pasando factura. Tal vez solo necesitaba sentir que estaba más cerca de la salida. Me empujé a mi mismo hacia delante, mi cabeza giraba más y más mientras me acercaba al frente.

Pio, pio.

Sentí una punza dolorosa en lo profundo de mí estomago cuando lo vi: El canario yacía sin vida en la jaula.

Carson, con su cara hinchada y sucia, se giro hacia mí. Despacio hizo una mueca y llevo su índice a sus labios, mandándome callar en silencio, antes de dejar caer su mano. Luego se giró hacia delante, formo una “O” con sus labios y silbó.

Pio, pio.

Y entonces entendí que nunca saldríamos con vida.

— Via Creepypastas

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