El golpeador de debajo mi cama

Allá afuera
Allá afuera

Realmente nunca he sido una persona de fácil espanto. Sí, las películas de terror me gusta verlas acompañada, pero por la sencilla razón de que soy de ese tipo odioso de persona que se pasa la película hablando y comentando cada estupidez o cada chorro de sangre exagerado, que insulta a los personajes cuando se separan (que como bien sabemos, morirán inmediatamente después de haberlo hecho) y que se pasa la mitad de la película riendo porque los acompañantes no pueden abrir los ojos del miedo.

Aún así, aún mi incredulidad y escepticismo hacia lo paranormal y sobrenatural, ha habido dentro de mi un gusanillo carcomiendo siempre, haciendo que evite todo tipo de juego paranormal, como la Ouija, el Charlie Charlie challegne, Bloody Mary, etc etc etc. Mi madre, al contrario que yo, si que cree en esas cosas y siempre les ha tenido mucho respeto.

El caso es que des de que me mudé de nuestra antigua casa, hace ya cinco años, en la nueva casa nunca me he sentido del todo a gusto. La habitación de mis padres, al fondo del pasillo (un cliché, a decir verdad) nunca me ha inspirado tranquilidad. No me gusta nada pasar por ella cuando mi madre me pide un recoad, como que le baje a la cocina alguna pieza de ropa o que baje las persianas de dicha habitación. Siempre he tenido el miedo infantil de que, debajo de la cama, hay un monstruo. Pero es que para rematar, en esa habitación, solía haber un cuadro de un sol y una luna, pintados a lo antiguo, con un reloj de arena y un reloj de sol en las esquinas inferiores izquierda y derecha respectivamente. La cara del sol y la luna, no eran de miedo, sinó que sonreian, pero en tal mueca que estremecía. Las pocas veces qu eme atrevía a mirarlo, juraba que sus osnría se hacía más ancha y que sus ojos me seguían. Pero siempre me negué que fuera real. Solo eran imaginaciones mías. El cuadro en la otra casa era normal y corriente, pero en la nueva casa parecía volverse… maligno. Pero mientras el cuadro permaneciese en la habitación de mis padres, ningún problema. El problema es que… Lo pusieron en mi habitación.

Por Navidad, me regalaron un póster de un libro que me gustaba mucho, y mi madre tuvo la idea de enmarcarlo. Pero como hacer un marco a medida es inusualmente caro, aprovechó el cuadro del sol y la luna. Pegó mi póster encima, tapando el dibujo, y lo colgaron en mi habitación, al lado de mi cama, que toca a la pared.

No sé si el algo que había en mi habitación de mis padres estaba relacionado con el maldito cuadro, pero el caso es que en cuanto me lo pusieron en mi habitación, la misma sensación de ahogo que había antes en la de mis padres, se instauró en mi cuarto. La misma sensación de estar siendo observada, de que hay alguien detrás mío, que sabe que le noto o como mínimo que sé que hay algo, me molesta incluso ahora que estoy escribiendo estás palabras. Pero si solo se limitara a eso, aún podría descansar medio tranquila.

Hace unos meses que ese sentimiento no paraba de crecer, y el colmo ha sido este verano. Ha sido muy caluroso, y cuando por fin conseguía conciliar el sueño, era brevemente siempre interrumpido a las 3:17 am de la mañana, siempre a la misma puñetera hora (que miraba cogiendo el móbil que tenía en la mesita de noche). Era muy leve esa sensación, y tan solo hacía que me pusiera en duermevela, ese estado medio dormido medio despierto que tanto nos molesta, o que a mí, por lo menos, lo hace. Siempre he oído hablar de que los seres humanos tenemos la capacidad de saber cuando alguien o algo nos está observando, y supongo que esa cualidad es la que me hacía despertar, entreabriendo brevemente los ojos para mirar al espejo de mi lavabo, que tengo justo en frente y que veo sin problemas si ambas habitaciones tienen las puertas abiertas, para fijarme inconscientemente en el cuadro de la pared. Llegó un punto en que me levantaba aterrorizada, sabiendo que algo estaba cerca, notaba su presencia pero aún así no podía verla directamente (y hasta el momento, no sé si alegrarme o no por ese hecho), y me quedaba estática, con la respiración pesada, escondida entre mis sábanas, esperando tranquilizarme o que dejase de notar esa angustiosa sensación.

Pero la cosa no se quedó allí. Parece que el maldito ente o cosa o fantasma le cogió el gusto a levantarme a las 3:17 am, pero decidió esta vez levantarme a golpes. No a mí persona, afortunadamente, sino a mi colchón.

Duermo en una cama sin cabezal y sin pies, solo la estructura metálica aguantada por cuatro patas de metal. Es muy fácil meterte por debajo del armazón y darle golpes al colchón para que se levante hacia arriba. El primer día que me pasó, creí que había sido mi hermana que me había hecho una broma, pero no fue ella, porque la oí murmurar en sueños en su habitación. El segundo día, me dí cuenta de que no había sido yo misma que había dado un golpe al colchón, tal y como había creído, porque el colchón se levantaba hacía arriba, como si alguien estuviera debajo de mi cama y golpease desde allí. Le pedí a mi hermana que me hiciera el favor de meterse debajo de ella para hacer la prueba. Golpeó un poco el colchón, apenás moviéndolo hacía arriba.

Y, efectivamente, los golpes venían de abajo. Para poder levantar el colchón, pero, se necesitaba mucha más fuerza de la que yo y hermana podíamos hacer, por lo tanto, quedaba descartada ya por completo la hipotesis de que fuera yo, de que fuera mi hermana o de que fuera uno de esos sueños en los que notas que te caes, porque lo que yo siento es un empuje hacia arriba.

La noche siguiente a resolver esas dudas, volvieron los golpes. Ya, más que asustada, cansada, me reincorporé en la cama dispuesta a zanjar la cuestión de que porqué narices la había tomado conmigo lo que fuera. Grité un “¡Basta ya, déjame dormir tranquila!”, que asombrosamente hizo que pararan los golpes. Exhausta, me dí media vuelta y me volví a dormir.

No voy a decir que des de entonces mi vida ha sido un infierno, porque no es cierto. No he recibido ninguna herida ni tampoco ningún golpe en todo el transcurro del suceso. Pero lo que si ha ido a peor, es su presencia. Como si fuera consciente de que sabe que puedo notarle, su sensación de ahogo y ansiedad la noto constantemente, pudiendo notarla mucho más que antes. Antes se limitaba al atardecer y a la noche, concentrándose en mi habitación y la de mis padres. Ahora a partir de media mañana noto algo mirándome. Cuando estoy en mi habitación, si no miro directamente, noto a un ser, con forma de persona, vestido, con ropas que varían dependiendo del día, que me mira fijamente, no detrás de mí, si no a mi lado, que puedo observar rápidamente por el rabillo del ojo. No es muy alto, y creo que es una chica o una niña, o esa es la sensación que me da.

Intento no volverme loca, pero con lo poco que duermo seguidoa causa de esto, se me empieza a notar. Este suceso se lo expliqué a una amiga de confianza, y me dijo que eran iamginaciones mías, alegando estrés. A mi hermaan también se lo conté, pero me dijo que estaba loca yq ue no creyera en esas cosas. Mi padre simplemente dijo que no dormía bien porque no hacía ejercicio y no me cansaba. Parece irónico, pues él llega rendido a casa y a pesar de estar cansado, curiosamente dice que tampoco puede dormir tranquilo en su habitación. Ser desestimada de esta forma mi inquietud me preocupa y lejos de tranquilizarme, hace que cada vez, cuando me meto en la cama, noto con más nitidez esa mirada pesada a mi izquierda, que parece estar esperando que pase algo, o a las 3:17 de la mañana siguiente, para volver a despertarme.

— Via Creepypastas

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