La noche de un día difícil

Asesinos del Zodiaco
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Infierno-en-tierra

| “Los logros de tu trabajo son justo merecimiento a tu esfuerzo diario.”

¡Muchas felicitaciones a su autor! Esta es una de las creepypastas ganadoras del concurso del mes, se les invita a todos los usuarios a participar.

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–La noche de un día difícil.–

“Sí, lo fue, la noche de un día extenuante, duro, rematado por una tragedia que me perseguirá en mis noches de sueño, mezclándose con mis pesadillas, hostigándome. Haciéndome desear que la pesadilla fuese sólo eso, un sueño irreal y absurdo.

La realidad golpea más duro que la fantasía más cruel, que la pesadilla más violenta.

Recién salía de la oficina. Como dije, fue un día difícil. Mis jefes y mis compañeros de trabajo se encargaron de ello durante las 12 malditas horas que duró aquella jornada.

Soy víctima de mobbing o acoso laboral. Y no, no planeo ningún tipo de venganza o asesinato, esto es el mundo real. Lo único que hago es lo que hace todo el mundo en una situación parecida a la mía: lo soporto con tal de no perder el trabajo.

Debo mantenerme y el sueldo apenas es suficiente para ello, y para la pensión que le tengo que pasar a mi exesposa y a mi hijo. Sólo de pensar en mi pequeño las lágrimas me nublan la vista. Habrase visto semejante perdedor, llorando por el recuerdo de su hijo ausente.

El juez cayó en las garras de mi exmujer. Sé de buena fuente que se acuesta con ella y por eso falló a favor de todas las exigencias de esa astuta zorra. ¡Maldita la hora en que la conocí! No, no debo pensar en eso porque gracias a que nos conocimos nació mi precioso hijo. La luz de mi vida. Mi esperanza en esta vida vacía y superficial que es necesario soportar para darle a él lo mejor.

Salí aquella noche del trabajo como siempre, con los puños apretados y la quijada contraída por tanta tensión acumulada. Los maltratos se han vuelto más frecuentes desde que se suicidó Marlene, ella era la otra a quien todos importunaban con sus comentarios hirientes, con las bromas pesadas, haciéndola víctima y culpándola de todos los errores que los otros cometen a diario.

No pudo soportarlo. Se arrojó desde el puente peatonal de la autopista en la hora pico. Fue poco lo que pudo recuperarse de su cadáver. Ella era soltera y sin hijos, ni siquiera tenía mascotas. Tuvo un pez en la oficina, pero uno de sus idiotas jefes vació lejía en el agua con toda la intención de una mente enferma. Nunca vi llorar tan fuerte a un adulto antes.

Luego las cosas se pusieron peor, y al final, Marlene terminó saltando. Un final liberador. Uno que yo mismo seguiría si no tuviese un motivo para continuar soportando.

Estos imbéciles creen que me doblegarán pero yo lo soportaré todo por él, por mi hijo.

Cuando salí de la oficina y me dirigí a mi auto me di cuenta de que era bastante tarde. Eran cerca de las diez de la noche. Si no corría no alcanzaría abierta la tienda de mascotas. Le compré un perro, un pequeño y peludo cachorro que un amigo veterinario encontró muy maltratado en un basurero. Apenas lo vi supe que era un ser especial. Era como yo, resistió la paliza de algún patán y sobrevivió sin perder el brillo en sus ojos.

Y esa noche ya el cachorro estaba curado y listo para que me lo entregaran, yo aún no le había puesto nombre, eso sería el trabajo de Joseph, mi hijo. “Este cachorro me cambiará la vida”, pensé.

Esa sería la ocasión en que por fin me redimiría con él por todas mis ausencias por causa del maldito trabajo, por todas las cosas negativas que de mí dice la furcia de su madre. Recuerdo haberme visto en el espejo, una enorme sonrisa se dibujaba en mi cara. A pesar de ese día tan duro la noche, esa noche lo compensaría con creces.

Tomé todos los atajos que conocía, y aceleré todo lo que el pesado tránsito vehicular me permitía. Tenía que llegar a tiempo. No podía fallarle otra vez a mi Joseph.

Unos parpadeos azules y rojos me hicieron voltear a ver el retrovisor. Una unidad policial me seguía de cerca.

-“¡Oríllese!”-dijo la voz autoritaria amplificada por el magnetófono integrado a la patrulla.

Me detuve en la primera oportunidad. Lo único que me faltaba para terminar este día infernal: una infracción.

-“Va a exceso de velocidad en una zona urbana, amigo, ¿cuál es la emergencia?”- dijo el oficial.

Sentí un impulso de contarle mis penurias, de confesarle que mi intención era ir por el mejor regalo para que mi hijo me perdonara. Pero solo alcancé a decir:

-“Ninguna, oficial, no hay ninguna emergencia. Es sólo que estoy cansado y quisiera llegar a casa pronto”- le dije.

-“Todos queremos llegar a casa pronto, pero es mejor que lo haga en una pieza”- Me dijo mientras me entregaba la boleta con la infracción. –“Vaya con cuidado que la próxima vez le quitaré el permiso para conducir”. –Sentenció y yo me alejé de ahí lentamente.

Al llegar al pequeño hospital de animales de mi amigo, éste ya por cerrar y luego del reproche por mi retraso me dio al cachorro con una correa azul que era en exceso larga para el tamaño del animalito. Mi amigo me dijo que no tenía otra correa más adecuada. A pesar de eso el perrito estaba perfecto. Su pelaje blanco y suave además de rizado lo hacía semejante a uno de esos animales de felpa que tanto agradan a los niños. Y éste era real y me daría el perdón y traería de vuelta el amor de mi Joseph.

Partí del hospital de animales lleno de optimismo y esperanza con el pequeño cachorro en el asiento trasero.

No tardé mucho en llegar a mi ex hogar. Las luces aún estaban encendidas. Mi ex tenía el mal hábito de desvelarse casi todas las noches y de permitirle al niño hacerlo también. Era algo que siempre me molestó, en esta ocasión no, era perfecto. Joseph estaría despierto para recibir su obsequio.

Bajé del auto y dejé al perro adentro. Toqué el timbre. Mi ex esposa abrió la puerta con un cigarro en la mano sosteniendo al mismo tiempo un vaso con lo que parecía ser whisky con hielo. Iba en ropa semi-transparente y no llevaba ropa interior.

Al verme me dijo. –“¿Qué carajo haces aquí a esta hora?, ¡Sabes muy bien que el juez te ordenó venir solamente una vez al mes!”- Me dijo con la mirada vidriosa mientras ella salía a la calle con la intención de echarme de allí-

-“Vine a ver a Joseph, le traje un obsequio. Te prometo que no tardaré.”- Le solté con la mayor calma posible al ver que no le importaba un comino dar semejante mal ejemplo a nuestro hijo.

-“Joey está dormido, así que lárgate ya.” Dijo en tono hostil pero dudoso.

Estaba a punto de responder que no me iría de allí sin ver al niño cuando éste se asomó por el umbral.

-“¿Qué pasa, mamá? No me dejan escuchar la Tv”. Me echó una mirada rápida y dijo: “Ah, eres tú. ¿Qué quieres?”

Su forma de dirigirse a mí me dolió bastante. Las patrañas que su madre le decía sobre mi estaban surtiendo efecto en su joven mente. Comenzaba a odiarme.

-“Te he traído un obsequio, lo tengo en el auto” Respondí emocionado. -“Ven y te lo entrego”.

El niño se inmunizó por un momento del veneno que su madre le inyectaba para que me odiase y me siguió rápidamente al auto.

Abrí la puerta trasera del coche y le entregué el cachorro.

-“¡Un perrito! ¡Mira, mamá! Está precioso!”- Exclamó el niño con júbilo al tiempo que tomaba al animalillo y cerraba la puerta del auto.

-“Devuelve ese asqueroso animal al inútil de tu padre, niño”- “No permitiré animales en mi casa.” “¡Pero mamá!” Dijo Joseph con los ojos llorosos.

-“¡Sin peros, maldita sea! Obedece ya o habrá consecuencias poco agradables para tí.”- Esa última frase me dejó helado. Joseph abrió los ojos como platos, su cara era de puro horror.

-“No, mamá, otra vez no, por favor.”- Dijo mientras temblaba y me devolvía al perro con la mirada llena de miedo y sin apartarla de su madre.

“Buen niño”, dijo ella. “Ahora, idiota, lárgate de aquí o llamaré a la policía y diré que nos estás acosando”-. Me dijo con aire de superioridad.

Ella tenía la sartén por el mango. Como siempre. Tuve que aceptarlo. Abrí la puerta del auto y metí al perro. Cerré dando un portazo. “Un día te arrepentirás de todo” fue lo único que mi agobiada mente pudo encontrar para decirle.

Ella comenzó a insultarme mientras yo me subía a mi auto deprisa. Ella se rio a carcajadas mientras me acosaba colocándose en la ventana del copiloto. Con gritos burlones aseguraba que en la mañana siguiente hablaría con el juez y le diría que yo les había amenazado. Su voz nasal era insoportable y sus gritos cuando arranqué el motor aumentaron significativamente. El chirrido de las llantas por fin opacó su odiosa voz y me alejé rápidamente. No miré atrás ni hice el menor caso. Me había jodido el momento, mí momento.

El cachorro ladraba mucho, y aun así no era un sonido desagradable, no tenía fuerzas para reprenderlo así que le deje en paz y él siguió ladrando aunque yo no alcanzaba a verlo desde el retrovisor.

Estaba por llegar a mi minúsculo departamento en el extremo opuesto de la ciudad. Mi departamento no más que un cuartucho con apenas una cama y una silla. Sólo para eso me alcanzaba.

El camino era solitario a esa hora, Iba despacio, maldiciendo a mi ex esposa y maldiciéndome a mí mismo por ser tan cobarde cuando otra vez los destellos azules y rojos en el retrovisor me hicieron golpear los puños contra el volante. El maldito día no había terminado.

Era el mismo oficial que me detuvo la primera vez. “Baje del auto”, me dijo. Yo me quedé sorprendido. El oficial me apuntaba con su arma.

“¿Qué sucede, oficial?” –dije con voz temerosa. – “He dicho que baje del auto, hágalo lentamente y con las manos en la nuca.”- Dijo con voz severa. Me quedé de piedra. No comprendía qué era lo que pasaba.

“Ss-si, está bien”. Estaba desconcertado. El oficial me puso las esposas y sin dejar de apuntarme me dijo.

“¿Por qué lo ha hecho?”- No supe responder. “¿¡Por qué lo ha hecho?!” Repitió enérgicamente el agente. “N-no sé de qué rayos habla”. Dije sin comprender absolutamente nada. Los ladridos del cachorro continuaban pero ninguno de los dos le hacía caso.

“Imposible no haberse dado cuenta de lo que tiene ahí”- me dijo mientras me conducía al extremo opuesto del auto, del lado del pasajero.

Mi mente estaba confundida, había algo ahí, claramente había algo ahí, atorado bajo mi auto. Era una especie de… ¿saco de basura? No alcanzaba a discernir, a comprender aquella masa rojiza que me resultaba informe en ese momento. Creo que me tomó una eternidad darme cuenta, o eso me parece ahora.

Pieza por pieza la información fue llegando a mi confundido cerebro y fue armando el rompecabezas. Era un cadáver. No tenía ningún maldito sentido. Ni los pies ni las manos estaban donde usualmente deben estar. Estaba contorsionado horriblemente. Casi no tenía piel ni mucho menos ropa, además algo estaba enredado en una de las piernas de aquel cuerpo retorcido y sanguinolento.

Era la correa del perro, un extremo al menos, el pequeño can quedó dentro del auto y el otro extremo había quedado atrapado en la puerta del vehículo al salir yo rápidamente de casa de mi ex esposa. Entonces… la idea en sí mismo me dejó petrificado…

…El cadáver era de ella.”

La sala antes silenciosa se llenó de murmullos ruidosos

¡Bam, bam, bam! ¡Orden en la corte! La jueza blandía enérgicamente el mazo.

El murmullo pronto fue reducido a susurros y luego el silencio reinó de nuevo.

-Señor Johnson, así que usted dice que todo fue un accidente. ¿Es algo difícil de creer, no lo cree. El fiscal inquirió al acusado tratando de ponerle nervioso para que cometiese errores.

  • Sí, así es,creo que fue un desafortunado accidente. Le dije: sabía que ese cachorro me iba a cambiar la vida. Ja ja ja.

Los presentes se estremecieron con la sádica carcajada.

Unas horas después el veredicto resultó: “No culpable”.

=>Y r v o z<=

— Via Creepypastas

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