Solo voy a comprar por la noche
La cajera escanea mi compra mientras espero enfrente. Me resulta mucho más sencillo combatir mi ansiedad si me obligo a omitir el contacto visual. Por eso mismo voy a comprar por la noche: hay menos personas a las que esquivar sus miradas.
“¿Está todo bien?”, me pregunta.
“Esto…”, casi tartamudeo mirando al suelo. Su voz es agradable. Calmada. Mi curiosidad gana y miro hacia arriba.
La cabeza de la cajera está completamente reventada del lado izquierdo, la sangre salpica desde su oreja hasta su cuenca izquierda, totalmente vacía. Posiblemente un accidente de tráfico. Miro de nuevo abajo con prisa, sin responder, mientras siento la bilis subiendo por mi garganta.
Tras pagar, ella me da el cambio con su mano. Me sorprende que pueda coger alguna cosa con ese muñón amorfo y destrozado.
Se lo agradezco y agarro mis bolsas casi corriendo hacia la salida. Inmediatamente veo a un hombre mirando revistas en el expositor. La piel de su cara, como sus manos, me recuerda bastante a cómo queda una salchicha después de haber caído en la fogata de campamento. Víctima de incendio, supongo.
Me giro hacia el otro lado, odiaría tener que oler la carne humana quemada. Una mujer me mira extrañada, con sus ojos inyectados en sangre y a punto de explotar, unas rozaduras moradas decoran el lugar donde debía haber un collar. Ahorcada, creo.
Corro hacia la puerta tan pronto como puedo. Al llegar a mi coche, finalmente recupero mi aliento. Al subir la cabeza me veo y distingo mi reflejo habitual en el retrovisor izquierdo: mi cabeza está abierta y reventada por detrás. Víctima de disparo.
¿Por qué tuve que desear el poder de ver cómo la gente va a morir?
— Via Creepypastas
