Mi hermanita menor

Asesinos del Zodiaco
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¿Quién no ha deseado tener un hermano o hermana menor? Tener a alguien con quien jugar todos los días es el sueño de todo niño pequeño, hasta que conocen la verdad de tener que ser el responsable, que te quiten tus cosas con la simple excusa de “es mio” o simplemente tener que estar al pendiente de ellos. Solo pensar en ésto me hacía querer ir a la cama y descansar. Aunque así eran las cosas antes…

Ahora, cada vez que veo a alguien con la típica cara de “¿¡Me puedes dejar UN minuto de paz, POR FAVOR!?” mientras su hermanito(a) está “dando lata” me dan ganas de llorar, pues me hace recordar a Clarissa y su muy triste muerte.

Creo que debería empezar presentándome: Me llamo Alejandra, tengo 17 años y soy la mayor de tres hermanas. Después de mi está Isabel, la mediana teniendo diez años de edad. Y al final está Clarissa, quien tenía siete años.

Siete años y fue, creo yo, la persona más… ¿cómo lo podría decir?… la más… “desafortunada” que haya conocido. Teniendo que vivir a la sombra de Isabel, “la niña perfecta”. Si, cómo no, era de las niñas más listas que haya conocido y no presumía de ello, era humilde, era muy realista, sabía mejor que nadie que cualquier cosa que hiciera tenía sus consecuencias, por desgracia, fue Clari quien tuvo que pagar por ellas…

No quiero decir que Clarissa no fuera lista, ni nada de eso. Al contrario, ella se esforzaba por, algún día, ser reconocida como Isa. Pero, no importa cuánto lo intentaba, Isabel siempre iba dos pasos delante de ella. Cualquier cosa que Clari hiciera, con o sin dificultad, resulta que Isa lo hacía mejor, incluso cuando tenía la edad de Clarissa.

Nuestra rutina siempre era la misma: Escuela, tarea, baño y a la cama, a veces con pequeños periodos de “diversión” como ver la tele, jugar videojuegos o estar en la computadora. Hacíamos todo en el mismo orden en el que nacimos: Ale-Isa-Clari. Me centraré en el segundo-tercer paso, ya que fue en éstos en los que todo ocurrió.

Estaba yo en la computadora mientras Isa estaba en su cuarto y Clari haciendo la tarea. Llevaba un buen rato sin preguntarme nada sobre su trabajo, lo que se me hizo raro. No le dí mucha importancia, “tal vez simplemente no tiene ninguna duda” pensé. Rato después, mi mamá me dijo que era hora de ir a bañarnos, así que le avisé a Isabel (para que sacara su ropa y que se bañe después de mi, como acostumbramos). Al salir yo y entrar ella, fui a ver si Clari seguía haciendo tarea, para decirle que sacara su ropa pues Isa ya estaba en el agua. Lo que vi me sorprendió un poco: Clarissa estaba en posición fetal, abrasando sus rodillas, llorando. Al ver esto fui corriendo a decirle a mi mamá para que viera qué tenía. Al tranquilizarse un poco, estaba a punto de preguntarle qué le pasaba cuando,

-iCLARISSAAAA!

Era Isabel llamando a mi hermana para bañarse, en el momento más inoportuno, podría decirse.

Mi mamá mandó a Clarissa a que se bañara y me pidió que le sacara sus pijamas. Accedí y sin ninguna otra palabra, fui al cuarto de Clarissa, casi chocando con Isabel a medio pasillo, saqué las primeras pijamas que encontré, junto con alguna ropa interior, y fui prácticamente corriendo al baño.

Mientras iba entrando al baño quise saber por qué Clari había llorado anteriormente, y no dudé en preguntarle, pero no conseguí respuesta. Pensé que simplemente no quería hablar del tema, así que le pregunté si recordaba un vídeo chistoso que habíamos visto hace poco. No obtuve respuesta. Me empecé a preocupar. El agua de la regadera seguía cayendo, pero, sonaba como si… estuviera cayendo en un recipiente que ya tenía agua dentro. “¿Clari, estás bien?” Aún sin respuesta. Abrí rápidamente la puerta de la regadera, me valía que me mojara, solo quería ver que mi hermanita estuviera bien. Ojalá hubiera estado “bien” cuando abrí esa puerta…

Como había pensado, algo obstruía el paso del agua, razón por la cual el agua se oía así, pero en lugar de “algo” era “alguien”. Clarissa estaba tirada en el piso de la regadera, con la cabeza bajo el agua. Intenté sacarla pero al parecer su pelo se había atorado en las tuberías o algo así. Fui corriendo por unas tijeras pensando: “¿Se habrá resbalado? ¿Cómo no oí cuando cayó? ¿Acaso no grito por ayuda? Espera… Ella lo hizo, ¿no es así?” No podía pensar eso, no Quería pensar eso. Cuando regresé era obvio que estaba muerta, se había ahogado. Aún así le cortelé el pelo suficiente para poder sacarla y la senté recargada en la pared. “Clari… Clarissa, responde… iClarissa! responde, por favor!” Nada, al parecer no obtendría ninguna respuesta así que decidí dejar de intentar. Acepté la verdad, mi hermanita había muerto. Con lágrimas en los ojos fui a contarle a mi mamá, quien, obviamente, tampoco se lo tomó muy bien. Las tres lloramos, incluso mi papá, a quien le contamos las noticias por teléfono, estaba llorando.

Algo que me inquieta un poco es que Isabel fue la que menos expresó su tristeza, como si no lo sintiera tanto como nosotros, como si hubiera predecido que ésto iba a pasar. Digo, sé que todos morimos, ya sea tarde o temprano, pero ¿no lamentarte de la muerte de tu propia hermana? Eso se me hace demasiado frío, incluso para Isa.

También me sorprende que, habiendo tenido la corta edad de siete años, Clarissa optara por seguir tal camino. Aunque cabe la diminuta posibilidad de que hubiera sido un accidente, lo más probable es que ella haya tomado la decisión de acabar con su vida, digo, no puedo estar enojada con ella, habiendo tenido la suerte que tuvo, pero, ¿Por qué, Clari, por qué?

— Via Creepypastas

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