Wonderland

Asesinos del Zodiaco
Asesinos del Zodiaco

La maldad no nace porque sí. Viene de algún lado, todo tiene su origen. Algunas veces el dolor y la pérdida son sus causas. Nadie nace “malo” de por sí. Todos decidimos qué clase de persona seremos. Para algunos es más fácil, para otros más difícil.

De tanto en tanto, la vida y el destino juegan con nosotros cual marionetas, poniendo en frente nuestro la tragedia. Tenemos opciones frente a esto, hay demasiadas, pero generalmente son: superarlo y luchar por nuestra vida y felicidad, o dejarnos consumir por la oscuridad, y cobrar en otros lo que la desgracia hizo con uno. No están sencillo como parece, hay gente que cede ante el inaguantable peso de la presión psicológica, el sufrimiento y la venganza los consumen en sus terribles brasas, mientras se desangran por dentro segundo a segundo, y sus almas suplican ser llevadas a un lugar mejor, quieren vivir en un País de las Maravillas. Qué lástima que haya gente a la que le ocurra esto último. De verdad. Y esta es la historia de una de ellas.

Hace algunos años, una pareja de jóvenes se conocieron en un bar; ella era una hermosa joven colmada de dulzura e inteligencia, él un joven audaz y rebelde. Con el pasar del tiempo el amor floreció entre ellos y después de algún tiempo decidieron sellar su union con el matrimonio. Sin embargo, sus familias no estaban de acuerdo, se oponían terminantemente.

A los amantes les importo bien poco e igual se casaron, luego de la boda ambos huyeron a una ciudad vecina, cercana al bosque, a vivir una vida feliz juntos. El hombre consiguió un trabajo como profesor en una escuela secundaria, y ella , de mesera en un buen restaurante. Su casa quedaba apartada del resto, casi en la entrada del bosque, donde nadie pudiese molestarlos. Un par de años más tarde, tuvieron una hija a la que llamaron Tamara. Tamara era una hermosa bebé, ojos de color del chocolate, fino cabello muy oscuro, casi negro. Tempranamente, la pareja se dio cuenta que la niña contaba con una inteligencia superior a la mayoría de los niños. A sus 12 meses, ella ya hablaba como una nena de 5, aprendió a leer a los dos, a caminar y escribir a los dos. Al cumplir los cuatro años, entendió las explicaciones de su padre sobre las sumas, restas, multiplicaciones. Una genio. Además tenía afición por resolver acertijos difíciles para ella. Amaba las historias con lenguajes complicados y grandes enigmas, por eso su cuento de hadas favorito era Alicia en el País de las Maravillas. Adoraba tratar de encontrarle sentido a los acertijos del sombrerero y la oruga, y se sorprendía de que Alicia no los comprendiera. Su madre, por las noches, la escuchaba encantada.

Sus progenitores estaban fascinados de su vasto intelecto, que se asemejaba cada vez más, al de un adulto maduro. Tamara no iba a la escuela ya que eso pondría en alerta a las familias de los prófugos maridos, había más probabilidades de que los encontraran. Fue educada en casa, y ellos le dieron todo el amor y cariño que se le puede dar a una criatura. Desgraciadamente, eso no duro mucho.

La familia del joven tenía muchos enemigos, debido a que solían involucrarse partidos políticos, y tratar asuntos de dinero con ciertas organizaciones delictivas. Habían hecho pactos con gente peligrosa, y el tiro les salió por la culata. No pudieron arreglar los conflictos. En consecuencia, mandaron a sicarios a asesinar a la familia completa, incluyendo al padre de Tamara. Durante un mediodía, un par de hombres encapuchados armados derribaron la puerta. A partir de ese instante, Tamara conocería el mismísimo infierno en vida.

Ellos se encontraban a la mitad de un alegre almuerzo. Era un día libre para ambos padres, a la tarde planeaban para ir a una caminata en el bosque. En aquel momento, cuando su padre dijo un chiste sobre la comida de su mamá, y amabas rieron, ella reflexionó en su cabecita de siete años. Esto era el amor y la felicidad en estado puro, amar y ser amada, compartir con aquellos seres que siempre la querrían y la consideraban lo más importante en este universo. Se prometió agradecer siempre a la Providencia por haberle dado la oportunidad de tener una familia tan maravillosa. Hasta que este par tiraron la puerta abajo. Ni siquiera les dieron tiempo de preguntar, acribillaron en el acto al papá. Cayó de la silla, agujereado cual queso, dando un golpe seco contra el piso. Las balas lo atravesaron sin piedad. En tres míseros segundos, él ya no estaba entre los vivos.

Las pistolas se dirigieron a su siguiente blanco: Tamara. Ágilmente, la madre se interpuso entre los asesinos, los proyectiles se clavaron en su cuerpo como espinas venenosas electrificadas. Sus rodillas chocaron contra el suelo, su sonido fue similar al de un martillo cuando golpea un clavo. Cual marioneta a la que le hubiesen cortado sus hilos. Así de simple, estos profesionales acabaron con sus vidas como si no fuesen más que corderos que tenían que ser carneados. Ejecutados.

Los sicarios cargaron de vuelta las armas , listos para fusilar a la chiquilla, quien se había puesto de pie. Lágrimas corrían por sus mejillas, sin embargo, sus ojos estaban inexpresivos, vacíos. Carentes de toda emoción, estaba rígida y tiesa. No emitió ningún sonido. En su cabeza meditaba cómo era posible, cómo podía pasar este tipo de eventos. Se impresionó de la facilidad con que las cosas podían cambiar de un minuto a otro. Hace sólo unos segundos, estaba agradeciendo al cielo su fortuna, y ahora, ya no la tenía. De la nada. No comprendía cómo los seres humanos podían morir tan sencillamente, hasta ese momento. Eran tan frágiles. Sintió los alocados latidos de su corazón, y se quedó observando a las dos personas a las que amaba más que nadie en este mundo, muertas delante suyo. En milésimas de tiempo razonó que lo había pensado perdido todo. En solo un fatídico minuto.

Uno de los asesinos, el menor, se impresionó de la frialdad de la pequeña, generalmente, las personas suplicaban fervientemente por sus vidas, tal vez estuviera demasiado chocada. Iba a dispararle también, no debían quedar testigos, pero su rostro le paralizó. Nunca le había importado los gritos ni las expresiones de sus víctimas, pero la de esa nena era terrible. Tremendamente inexpresiva, vacía, llana. Un escalofrío le recorrió el cuerpo, ella parecía estar muerta. Fría, totalmente.

Entonces sintieron los gritos de alerta de los vecinos que escucharon el tiroteo. Decidieron escapar, dejándola vivir, después de todo, dudaban de que alguna vez pudiese hablarse nuevo. Tamara se quedo inmóvil, con la mirada fija en los cadáveres de sus padres que yacían a sus pies. Hueca. Así era como se sentía. Una fuerza mística había sacado todos sus órganos vitales, y en su reemplazo colocado gas helado. Como una botella llenada aire. Unos minutos posteriores, en su pecho comenzó algo a chispear, a nacer lentamente. No era tristeza, no era el dolor que ya tenía. Era algo diferente y caliente. Dañino y espeso como magma de un volcán. Un volcán apenas se había activado en su ser. Y estaba segura que éste sólo era la punta del Iceberg…

Cuando la policía llego al lugar, se encontraron con una escena devastadora y mórbida: un par de cuerpo sangrantes inertes , y una chiquita congelada. Lucía como una muñeca de porcelana abandonada. Sin rastro de sentimientos en sus ojos, aunque estos estaban llorosos. Lo único que dijo ante todos los que la interrogaron durante los consecutivos días fue: ¿Por qué?

Todos creyeron que Tamara se refería a la causa de el asesinato de sus,padres. Pero no. No se refería en lo absoluto a ello. Entendía perfectamente los motivos por los cuales los masacraron en su casa, lo que no entraba en su cerebro era: ¿ por qué las personas podían morir tan fácilmente? ¿Por qué se le había dado autoridad a dos personas para quitarles la vida a otras dos? ¿Por qué existían seres tan sanguinarios? ¿Por qué su felicidad le fue arrebatada de aquella forma tan cruel? ¿Por qué el destino quería que pasasen barbaridades como esa?

Las autoridades, ante la nula respuesta de la menor, resolvieron encontrarle un nuevo hogar. Contactaron a la familia por parte de la madre, quienes dijeron un rotundo no. No querían saber nada que tuviera que ver con esa chica, a la que no consideraban parte de su familia, aún guardaban rencor por lo que la madre hizo, se negaron a aceptarla. Esto sorprendió bastante a los policías y la trabajadora social, quienes se preguntaban cómo podían de tener semejante sangre fría con una niñita. Por suerte, la mejor amiga de la mamá, decidió llevársela , siempre había apoyado el amor que ambos chicos se profesaban, creía en ellos y los acompañó en todo momento. Aparte, esta mujer llamada Haley era la madrina de Tamara. Su último consuelo.

Tamara, muy en el fondo, sabía que su “tía” Haley, nunca podría reemplazar a sus padres, jamás le daría tanto amor como el que ellos le daban. Aún con dudas, salió de la comisaría de la mano de la mujer, que trabajaba de secretaria, para evitar caerse en el pozo de la desesperación total.

Su madrina se encargó de cuidarle , apreciaba sus habilidades intelectuales, y hacía lo imposible por hacerla feliz, con mucho esfuerzo de su parte. Tamara creyó que una nueva vida comenzaba para ella, al lado de esta señora, que la había visto desde que nació, su única y verdadera familia. La niña llegó a la sabia conclusión de que “familia” son las personas que te cuidan, te crían y dan cariño, independientemente si compartes lazos de sangre o no, y que sus sentimientos son incondicionales. No son un grupo que se niega a aceptar a la primera nieta de la familia a causa de que sus padres hayan contra decido los deseos de los caprichosos patriarcas, pensó con rabia, furiosa con sus parientes maternos por su testarudez. Lo que más le molestaba era que sabía perfectamente que más de uno se oponía a esta decisión, y fueron tan cobardes como para callarse y acatar órdenes.

Pasaba el tiempo, Tamara se reponía , trataba de sonreír y de llorar en silencio, cuando nadie la viese. Su tía era una joven extremadamente divertida y ocurrente, generalmente chistosa y amable. Como suele suceder, se encariñó profundamente con ella, e iban juntas a todos lados.

No obstante, el destino había puesto su ojo en la pequeña, y decidió jugar muy cruelmente, otra vez. Parecía inconforme, como si ya no tuviera suficiente martirio la pobre. Cuando los oficiales pusieron un pie en la casa, y le pidieron que los acompañara, una Tamara inmediatamente supo que Hayley estaba muerta, y ahora sí, estaba completamente sola. Quiso reír, era tan dolorosamente cómico que le volviese a pasar, sobretodo de una manera tan truculenta. Un borracho estaba manejando como enfermo en la carretera, y cuando su madrina estaba caminando, volviendo del trabajo, se distrajo, no puso poner el freno, se llevó puesta a la mujer, destrozándola. La policía , encima, le dejó en libertad luego de unas semanas en la cárcel, ya que alguien pagó una cuantiosa fianza por él.

La niña tenía diez años, en el momento en que la chispa que se encendió en ella con la muerte de sus padres, se convirtió en una bomba, el volcán estalló en erupción , el Iceberg se hundió. Algo se quemaba allí adentro, y de lo más profundo, nacieron dos sentimientos gemelos, los cuales la acompañarían durante el resto de su vida terrenal: Odio y Venganza.q

Tamara, con su lucidez, conocía perfectamente estos sentimientos, pero no se imaginó el efecto que tendrían en ella. Odiaba profundamente y amargamente a estos verdugos de su infancia, como sólo un adulto podía hacerlo, después de todo, su mente era como la de uno… Quería que sufrieran, lloraran y suplicasen por su vida, como no le permitieron hacer ni a sus padres, ni a su tía. Quería ver su sangre en el suelo, ellos arrastrándose cual gusanos y suplicando que su calvario terminara. Personas como ellos, que no tenían el mínimo concepto de vida humana, no merecían estar impunes, libres. Merecían sufrir con la intensidad del infierno, y ella iba a encargarse de hacer justicia. A cualquier costo, se encargaría de torturarlos, su sangre cayendo de a gotitas, hasta que rogasen morir. Los haría conocer un verdadero País de las Maravillas…

Los directivos decidieron mandar a la niña a un orfanato, pues otra vez, la familia materna rechazó a Tamara, a quien no le resultó complicado salir. Pero que se entienda bien, como es tan lista, logró que una amiga de su madrina la adoptase, convirtiéndola en su nueva tutora legal. Lo que los encargados no sabían, ni se dieron que esto había sido planeado por la inocente niñita: esta señora, tenía ciertos desórdenes mentales, los cuales consistían principalmente en doble personalidad. Una de ellas era bruta, de lenguaje y modales grotescos, y la otra, una refinada dama de movimientos delicados, pero con un sadismo impresionante. No le costó mucho convencerla de que la ayudara, pues esta parte de su ser, estaba emocionada con la astucia y creciente malicia de Tamara, y prometió ayudarla para llevar a cabo sus ideas horripilantes.

Estaba todo calculado con una precisión apabullante, un plan perfecto, digno de una mente maestra. Decidieron instalarse en la antigua casa de los padres, y, Tamara logró que les dieran la poca herencia correspondiente de su madrina y progenitores. La casa de su tía, no quedaba a la venta, pues se la había dejado en herencia.

La mujer, Daphne, trabajaba en un banco, por que a pesar de sus problemas psicológicos, su ingenio no era escaso, y se arregló para que no la descubrieran.

La brillante chica, supo que este dinero no iba a alcanzarles para siempre, no iba a depender eternamente de Daphne, o “mamá” como una de las personalidades le pedía que la llamase. Entonces, contactó por internet a jóvenes que querían ser escritores, pero que no tenían ideas suficientes en sus materias grises, por lo que hizo un trato con ellos: ella le daba las historias, para que las publicaran y se llevasen el crédito, a cambio del 60 por ciento de las ganancias. Era persuasiva, e insistente, prometió ideas muy buenas, que ganarían muchísimo dinero. Lo consiguió, y de repente aparecieron brillantes y revolucionarios jóvenes escritores, que tenían una visión de la realidad atrapante. En dos meses, ya había cobrado el primer pago de dos libros que volaron de las estanterías.

Tamara, con algo más de plata, comenzó las investigaciones. Junto con Daphne, se disfrazaron de diferentes personajes, tratando de sacar alguna información sobre el ebrio que atropelló a Haley esa noche. Recorrieron varios lugares de alrededor de la zona, hasta que la mayor, haciéndose pasar por detective privada, entró en un clandestina taberna, donde consiguió el nombre del hombre. Tamara lo buscó en Internet, encontró su correo electrónico, y a través de una cuenta falsa, organizó un encuentro para una entrevista de trabajo, que el señor, con sus expresiones altaneras, agradeció y aceptó encantado.

Este hombre era un ex-empleado en una fábrica, tenía vicios como fumar y beber. Estuvo detenido dos veces por disturbios en la calle, lo cual enfureció más a la niña, que aún con antecedentes hubieran accedido a la fianza de ese bastardo.

El día de la reunión, Tamara salió sola del domicilio, procurando que Daphne estuviera completamente dormida. Corroboró la dirección, se ajustó la campera negra, y ató su pelo en una trenza. Dios, cuando terminase con aquello iría urgente a una peluquería, realmente, el pelo largo le molestaba y llamaba demasiado la atención. Caminaba apresuradamente por las calles , y a medida que se acercaba, una sonrisa maléfica cruzaba su inocente y dulce carita.

Paul llegó al lugar que le había indicado la mujer, a las ocho en punto. Estaba entusiasmado por conseguir ese empleo, necesitaba el dinero pues estaba metido hasta el cuello con las deudas. La espero en ese lugar de mala muerte, sin tener la más remota idea, de que alguien más le estaba preparando una terrorífica sorpresa. Cuando se hartó de esperarla, se marchó del establecimiento, pensando que algún mocoso malcriado le había hecho una treta pesada. Cuando iba a doblar, escuchó un llanto descontrolado y profundo, que venía de un oscuro callejón, gemidos de niña, desconsolados y perturbadores. Alterado, el hombre se dirigió hacia la fuente del sonido, y se encontró con una pequeña figura femenina, abrazada a sus rodillas, con el pelo tapándole la cara, sollozando y temblando. Al ser la luz escasa, mientras se acercaba no pudo ver que una botella se interrumpía en su camino, resbaló y cayó al piso, dándose un fuerte golpe. Antes de que pudiese siquiera chillar, otra botella de vidrio estalló en su cabeza, dejándolo atontado. La chiquilina que había visto estaba de pie, al lado de él, estaba encapuchada, y se reía por lo bajo. Ella sacó un cuchillo de cocina, mediano pero filoso, y antes de que pudiera reaccionar, le dio una fuerte patada en la boca, y se lo clavó con furia en el brazo izquierdo. Después dio otra puñalada en su estómago y en su pierna derecha. Fueron ejecutadas con puntería y limpieza, heridas profundas, que no tardaron en hacerle sangrar. Acto seguido, la muchachita le hizo varios cortes en el rostro. Paul no podía pronunciar nada, pues la patada había sido muy intensa, y seguía aturdido. Ella puso el cuchillo en su cuello, y trazo una rápida y fina línea. Sentía que le salía un líquido espeso y caliente, viscoso.

La chica sonrió burlonamente, trató de moverse, pero no podía, sentía dolor, mucho dolor y ardor.

_Inténtalo, pero es inútil, querido_ dijo una voz extremadamente infantil, con frialdad absoluta_ No te preocupes, no lo sentirás por mucho, estás demasiado herido. Te desangraras y morirás en cuestión de minutos._ Paul chilló, mejor dicho hizo un sonido gutural, con el que se dio cuenta de que en su cuello , había un río de sangre, miro a su pierna, la parte anterior estaba de un color rojo profundo, le había dañado una vena muy importante. _ Bueno, como va a morir le diré quien soy. Me llaman Tamara, querido malviviente, y estoy aquí para cobrarle lo que le hizo a mi tía, cobarde. Sí, mi tía era esa maravillosa mujer que usted atropelló cuando estaba más bebido de la cuenta, imprudente idiota, y ni siquiera pudo confesar que lo cometió. Usted es un infeliz alcohólico que no merece sino la miseria. Para eso estoy yo, para que pague por lo que hizo, señor _ pudo ver sus marrones ojos, duros y helados como la madera de un ataúd, y se sintió invadido por el pánico.

_ Relájese, le esperan cosas peores en el Infierno, se lo aseguro._ su carcajada fue monstruosa_ Bien, le quedan aproximadamente dos minutos, la herida en su pierna es profunda. _

_Tú… Maldita…_ logró musitar. Ella volvió a sonreír triunfante, orgullosa, y contestó:

_ Aquí es usted el maldito, usted va a recibir todo lo que merece_ su respiración era agitada, podía sentir que a sus pulmones les faltaba aire, se estaba ahogando. No podía pensar con claridad, lo único que veía era el rostro de la chica , de Tamara delante suyo, dictando su sentencia de muerte. Su visión comenzó a desenfocar, la tos convulsiva lo atacó , sentía que la garganta se le llenaba de sangre fresca. En su desesperación, levantó los brazos para intentar ahorcarla, pero ella sólo se rió más fuerte, y se burló de su patético intento.

Ya sentía que las fuerzas lo abandonaban por entero, su final estaba ahí, en un mugriento piso de callejón, si nadie a quién poder dedicar un adiós mas que a esa bruja malnacida, deseó en lo más profundo de su ser, no haber bebido nunca esa noche. Desearía poder volver el tiempo atrás… Lágrimas ardientes y saladas salieron de sus ojos grises, y cuando finalmente dejó de luchar, ella le dijo:

_ Welcome to Wonderland_ en ese instante una luz cegadora lo absorbió por completo.

Tamara contemplaba, admiraba el resultado de su plan perfecto, mejor de lo que se había imaginado. Miró la apagada mirada de ese borracho una última vez, antes de agarrar el puñal otra vez y clavárselo de vuelta en el cuello, atravesándolo. La sangre, la bella sangre roja como una rosa, fluía de su cuello. Ahora entendía la obsesión de la Reina Roja con el color rojo. Era simplemente perfecto, hermoso, divino. Con una delicadeza extrema, retiró el instrumento, y lo guardo en una fina bolsa plástica. Se retiró los manchados guantes, poniéndolos en la misma bolsa. Comprobó que la campera no tuviera rastros de sangre, le hubiese gustado apuñalarlo más ferozmente, pero de ser así, su abrigo se habría empapado totalmente. Ya era muy entrada la noche, tal vez el cadáver fuera retirado por la mañana. No había un alma en pena en toda la calle, lo cual la alegró mucho.

Levantó la cabeza hacia el cielo estrellado, le pareció más precioso de lo habitual. Respiró hondo, tragando aire frío. Se sentía en la cima del mundo. La venganza era dulce, era como la miel deliciosa, que traía consigo un regocijo enorme. Por primera vez en mucho tiempo se sintió satisfecha y completa, lo había hecho sufrir, sufrió lo que merecía, incluso se preguntó si no había sido benévola con el viejo. Caminó hasta su casa, su hogar de niña, pero ya no se sentía como tal. Se sentía una adulta totalmente madura. Una risilla se le escapó de sus labios suaves, pensando en cómo reaccionarían sus próximas víctimas. Porque, ya tenía varios nombres en la lista…

Charles Brown. De modo que ese era su alias. Tamara tembló de la furia que le producía, saber el falso nombre de una de las asquerosas ratas que asesinaron a sus padres. Él era el más joven. Observó detenidamente sus facciones: pelo oscuro, ojos negros, cara jovial. La fotografía databa de hace un par de años, asi que supuso que tendría diferente corte de cabello, tal vez barba. Su ocupación era “comerciante” y su estado civil, soltero, la dirección de su hogar era Flores 1234. La página del registro civil no daba más datos que aquellos . Era bastante, considerando su verdadero oficio. Incluso descuidado. Supuso que ya se había retirado de la organización, dado que dio a conocer su cara y nombre, obviamente, falsos. Realmente el registro civil tenía una seguridad mediocre, asi que no le había tomado mucho trabajo burlarla.

Tamara, luego de la muerte de su madrina, averiguó todo lo que sucedió con sus padres, el nombre de la mafia que los asesinó. Mandando a Daphne a preguntar, consiguió el nombre de uno de sus ex-miembros. Ella pensaba sacar información de él, pero no se esperaba que fuera ese maldito en persona. Tuvo que apretar los puños hasta clavarse las uñas, para evitar dar un puñetazo a la computadora. Bien, había sido menos complicado de lo que pensaba. Y , aunque ya no trabajase, seguro que tenía un registro de sus compañeros.

Sonrió maliciosamente, ya tenía elaborado el plan ideal para éste. Giró la silla y vio a la mujer pelirroja tendida en el sillón. Su aspecto parecía el de una adolescente, al dormir, y sus bucles no hacían sino resaltarlo. Con amargura, Tamara comprendió que la necesitaba viva hasta que fuera mayor de dieciocho, sea como sea, tenía que aguantar su agotadora presencia. Había veces que se tornaba insoportable, pero, era útil.

Se duchó, se vistió las prendas que con cuidado había destrozado justo para la ocasión. Guardó las tijeras y el veneno en uno de los bolsillos. Se acarició el cabello, y se observó en el espejo: le gustaba su nuevo corte. La hacía ver mayor, y era lo que necesitaba. Miró por la ventana: estaba lloviendo a mares. Maravilloso. Su historia iba a ser más creíble.

Dormía pacíficamente, cuando lo despertaron los golpes desesperados de la puerta. ¿Quién diablos se atrevía a interrumpir su siesta? Charles, se levantó muy malhumorado, y con movimientos torpes, caminó hacia la entrada. Abrió violentamente la puerta, y , en un segundo cambió su expresión. Delante suyo estaba una niña, de no más de doce años, toda sucia y empapada, temblaba, estaba llorando. Sus ropas estaban rotas, sus pelos desordenados. Estaba agitada, parecía haber corrido.

_Ayu-ayúdeme, p-p-por-fa-fa-vor_ gesticuló con voz muy entrecortada. Su carita asustada realmente le conmovió y la hizo pasar. Desde hacía varios años que había dejado la mafia, desde aquel incidente con la niña. En cierto modo, le recordaba a ella. La culpa lo atormentó por meses, pobre nena. Jamás había sentido compasión por sus víctimas, después de todo, asesinar era su trabajo, pero esta pequeña había hecho que se le ablandase el corazón. No tenían idea de a cuántos se había cargado hasta ese momento, pero dijo basta, no puedo seguir con esto. Logró escapar de la organización, casi de milagro, fingiendo su muerte, durante un viaje al norte. Volvió a la ciudad, se instaló lejos, y por fortuna, el grupo se marchó de la ciudad. Al mirar a la niña en ese estado, decidió que de alguna forma debía compensar al mundo por el dolor que había causado, e iba a hacerlo.

_ Pequeña,¿ que te pasó? ¿Estás bien? ¿Quieres que llame a tus padres?_ le preguntó con el tono más dulce que pudo encontrar.

Tamara sintió náuseas al escuchar la amabilidad de ese monstruo abominable, pero seguiría con el plan hasta el final y dijo en un susurro:

_No-no, ellos… Ellos me-me iban… Tuve que correr, y-y s-su c-casa era l-la m-más c-cercana_ bien, era una actriz digna de un Óscar_ q-quisieron l-llevarme, p-pero l-logré e-escapar_ para finalizar lloró bastante fuerte, llamando la atención del mayor.

Pobre niña, ojalá murieran los que la habían intentado secuestrar. Llamaría a la policía luego, ahora lo más importante era lograr que se calmase. La invitó a pasar, ella se sentó en un viejo sillón , y él trajo una silla e hizo lo mismo, se puso enfrente de la chiquita.

_¿Quieres algo de agua?_ preguntó .

_Por favor_ el hombre salió de la sala, y ella aprovechó para verificar que aún llevaba el veneno, y las tijeras. Vio las paredes, las cortinas y los muebles. No era una gran decoración, apenas había una mesa con un par de sillas, una mesita de vidrio enfrente del incómodo sillón rojo en el que estaba sentada y un estante con un televisor viejo. Las paredes eran del mismo color que las cortinas: amarrillo suave. Cuando volvió se puso a temblar, tenía que actuar como alguien incapaz de defenderse, inofensiva Tal como ella supuso, Charles traía dos vasos. Los dejó sobre una mesita, en el medio de ellos. No tenía idea de que había sido el mayor error en toda su vida.

Al verla todavía temblando, le dijo que esperara ahí, que iba a traerle una manta. Apenas puso un pie fuera del cuarto, Tamara se abalanzó sobre uno de los vasos, abrió la tapita del frasco, hecho unas cuantas gotas dentro y lo guardó. Tomó el otro vaso y bebió ansiosa de que llegase. Brown la envolvió en una manta negra, le agradeció en voz baja, conteniendo las carcajadas que rogaban salir de su garganta.

El hombre bebió el líquido, en consecuencia, se estremeció y lanzó sobre las baldosas color crema. Se agarró el cuello, ¿Qué estaba pasando? Su respiración se entrecortaba, su garganta estaba hinchada y le dolía, sentía que el agua le quemaba el esófago, haciendo que se refuerza de dolor. Su visión se tornó borrosa, y un sabor metálico ascendía por su tráquea. Sangre salía de su aguileña nariz.

Unas risas infantiles, agudas y escalofriantes escaparon de la nena. Se puso de pie con la expresión más helada posible, le habló con voz suave:

_ Realmente debería inspeccionar todo lo que toma, Brown, me sorprende que aún no le hayan matado. Bueno, más diversión para mí_ Charles la miró escandalizado. ¿Por qué? ¿Que tenía esa enferma por cabeza? ¿Quién era? ¿Alguien de la organización? Como si le hubiera leído la mente, le dijo_No, no soy nadie de tu mugroso grupo de asesinos, maldito cerdo asqueroso, soy esa niña. ¿No me recuerdas? Estoy segura de que sí. Para uno de tus tantos trabajos, te mandaron a matar a mis padres, infeliz, tú y el bastardo ese llegaron a mi casa, derribaron la puerta e hicieron un fusilamiento con mi mamá y mi papá. Ellos no se lo merecían, escorias podridas, y por eso estoy aquí, para ejecutarte._ trató de mover sus inmóviles músculos, pero el veneno era potente._ Yo en tu lugar ni lo intentaría, es una pérdida total de tiempo. Es un ácido muy corrosivo, me apuesto una fortuna a que ya tienes una idea de lo que es. Se lo usa mucho en torturas, ¿sabías?_ palideció al escucharle, era verdad, millones de veces le daban a los espías para que confesasen. Nunca se imaginó el martirio que sufrían, hasta entonces_ Muy bien, yo voy a hacer algo más interesante.

Tamara sacó las tijeras de adentro, agarró el frasquito de contenido oscuro, y lo vacío sobre ellas. Acto seguido, saltó hasta donde él estaba y con una sonrisa enfermiza, le realizó muchos cortes alrededor del todo su cuerpo, luego, le clavó las tijeras cerradas, con mucha fuerza, en los brazos, la cara y el pecho. Lo peor de esto era que, el ácido le quemaba las múltiples heridas, sentía que fuego se sumergía en sus venas, al tiempo que sus vías respiratorias quedaban completamente obstruidas. Lo último que pudo observar antes de que perdiera la conciencia fue la cara de Tamara, que parecía estar feliz, muy feliz.

_ Welcome to Wonderland_ dijo ella.

Cuando ya no escuchó sus inhalaciones, agarró la tijera, y se la hincó a la altura del corazón. Un río de sangre la empapó, se hizo a un lado, maldiciendo. Las retiró, se las guardó junto con el veneno. Se dirigió hacia la habitación, en uno de los cajones, en un compartimiento secreto, estaban las fichas con los nombres de sus compañeros. Idiota, en la primera hoja estaba el otro, el sicario más viejo. Lo reconoció enseguida. Agarró la hoja, se envolvió en la manta y salió por la puerta trasera de la casa, sonriendo igual que el gato de Cheshire, pensando que ese malnacido debía comenzar a rezar…

“Un hombre fue encontrado muerto en su casa lleno de ácido “… “Sigue el misterio por el asesinato del callejón”… Pff. Imbéciles. No iban a encontrar pistas, ni huellas digitales, ella no era ninguna estúpida. Eso era de mediocres. Ella tenía más IQ en su dedo meñique que cualquiera de los ineptos de la policía, pensaba Tamara mientras caminaba con el diario en mano. Iba con una campera negra con pelusa en la capucha, jeans azules, remera negra. El abrigo hacía que sus espaldas fueran más anchas, lo cual ayudaba aumentar su edad. Caminaba sigilosamente, sabía perfectamente que cargarse a este tipo, no iba a ser para nada fácil. A diferencia de los otros, él era el más sagaz, rápido y sádico. Había estado siguiéndolo por un par de días, y vaya, qué tipo más temible. Sus cicatrices le daban un aspecto muy grotesco, el de una bestia feroz. Aún así, no le temía. Era un tipo descuidado, confiado en que nadie iba a hacerle frente. Eso era una ventaja. George Rush, un animal, eso era. Un loco, pero no en el buen sentido, pues Tamara creía que las mejores personas estaban locas, un loco maldito, dañino. No merecía seguir respirando el mismo aire que todos ellos. Era una amenaza para la sociedad, y ella iba a hacer un favor si lo exterminaba. Iba a ser divertido. La sangre se paga con sangre.

Rush vivía en un edificio, lo cual dificultaba más el trabajo, pero no mucho. Después de todo, nadie sospecharía de una niñita pequeña.

2:00 p.m. A esa hora, debía estar durmiendo la siesta, como el oso que era. Hacía frío en la ciudad, un viento helado que calaba los huesos. El edificio tenía como diez pisos, Rush, vivía en el último departamento de este.

Justo como supuso, un grupo de jóvenes universitarias estaba abriendo la puerta en esos momentos, y aprovechando el tumulto, entró con ellas.

_ Aw, ¡Qué nena tan mona!_ dijo una morochita al verla.

_¡Es preciosa!_

_¡Adorable!_ eso decían. Qué bueno que pensaban eso de ella. Su apariencia infantil debía darle provecho.

_¿ A quién venís a ver, pequeña?_ preguntó una chica rubia.

_ A mi abuelita, señorita_ contestó con el tono más dulce e inocente que pudo hacer.

_ Awww, ¡Ternurita!_ dijeron todas a coro, subiendo al ascensor. Manga de burras. Si supieran qué clase de demonio se ocultaba bajo esa capa angelical, saldrían espantadas. Su plan estaba llendo excelente, logró burlar las cámaras de seguridad, metiéndose entre el tumulto de mujeres, que “casualmente”, iban al mismo piso. Luego de que las alborotadas muchachas bajaran, ella apretó el número 6 para fingir irse a su “abuela”. Luego lo único que tuvo que hacer fue apretar de vuelta el décimo, y cerrar con cuidado las puertas.

Se pegó contra la pared y se ocultó entre las sombras, vigilando la cámara de seguridad instalada. No podían ser más obvios instalándola. Y más brutos, imposible. Había un largo, pero estrecho camino hacia el departamento de George, el cual estaba formado por puntos ciegos de la máquina, que apuntaba hacia una sola dirección, el departamento de las mujeres. No parecía novedosa, asi que dudaba bastante que tuviera visión panorámica. Con cautela, avanzó dando pasos cortos, hasta llegar a la puerta. Allí se encogió lo más posible, sacó una ganzúa de su bolsillo, y , sin obstáculos, hizo un hueco mínimo para pasar por la puerta. La cerró con suavidad. Ingresó a la habitación del hombre, estaba todo oscuro, pero aún así deslumbró su enorme figura en la penumbra, y el arma que había a un costado. Sacó un par de guantes, se los puso. Agarró el cuchillo. Meditándolo bien, alguien como él no merecía morir de manera tan espectacular como a puñaladas, no, tenía que ser algo mucho peor. Ojo por ojo, diente por diente.

George abrió los ojos. Qué grave error. Delante de él, había una niña, sosteniendo su pistola y apuntándole, con una mirada cargada de odio. Antes de que pudiera abalanzarse sobre el cajón para tomar otra arma, la nena disparó. El disparo le dio en el centro del estómago. Segundos después, otro en el brazo derecho y la cadera. Se cayó de la cama, e intentó , con una machete que guardaba debajo de su cama, apuñalar a la mocosa. Él no gritaba, sabía que eso le metería en más problemas. Lamentablemente, ella era más veloz, y le disparó en ambas muñecas con mucha puntería. Antes de que pudiera decir algo, se acercó, y pudo ver su cara. No era más que una cría, no debía tener ni once años. Lo cual le enfureció más, ¿ cómo era posible que una niñata le disparara? Realmente, había sido descuidado en esta misión. Entonces, estudiando sus facciones, le reconoció. La niña de la pareja Hearts. Tamara Hearts. Maldita sea, ¡tendrían que haberla matado!

Sonrió, con sorna, y con voz calmada dijo:

_Vaya, ya sabes quién soy, pútrido puerco._ No podía creerlo. ¿Una niña asesina? ¿Dónde se había visto eso? Sus esfuerzos por moverse fueron inútiles, le había disparado muy bien_ Bueno, me ahorro en explicaciones, ya debes saber lo que quiero,¿ verdad?_ El le mostró su sonrisa más perversa y dijo:

_ No sabes cuánto me alegro de haberles disparado a tus padres. Me ascendieron después de esa tarea, fue un muy buen trabajo_ si lograba distraerle, llegaría a quitarle el arma. Al parecer funcionó, porque un par de lágrimas cayeron de esos ojos duros, enfurecidos.

Tamara se dio cuenta de lo que Rush trataba de hacer, no era ninguna tonta. Pero el recuerdo de sus padres en esa mesa la asaltó, y no pudo contener unas cuantas lágrimas. Esto le dio más fuerza para lograr lo que se proponía. Del dolor nace la fuerza.

_ Ellos no merecían lo que les hiciste_ no dejaba de llorar. Se sentía una maricona, sin embargo continuó_ ahora vas a pagarlo de la misma forma_ no dejaba de apuntarle con la pistola, él no paraba de sangrar.

_Igual, hagas lo que hagas, jamás podrás traerlos de a la vida. ¿Sabías que tu madre murió por error? Nosotros te hubiéramos disparado, y a ella la hubiéramos llevado con nosotros. La verdad que era una mujer hermosa_ George creyó que eso la destruiría. No era la primera vez que alguien trataba de vengar a sus seres amados. Creía que no sería la última, una sucia caprichosa no le iba a ganar. Hacían falta más balas para matarlo. No obstante, se mostró sorprendido cuando ella largó la risotada más escalofriante que había oído en su vida. La risa de un monstruo.

_ Vanidoso idiota, ¿Crees que algo de eso me afecta? Ya lo he perdido todo, me lo arrebataron. ¿ Crees que tienes alguna oportunidad? Dentro de algunos segundos, ya tendrás esa boca inmunda cerrada, no dirás más imbecilidades. Y con gusto sere yo la que lo haga._ Edro, Tamara apretó el gatillo, disparando a sangre fría, a diestra y siniestra. En el pecho, las piernas, los brazos. Llevando la punta la pistola a la cabeza del desdichado que luchaba por respirar, lo miró fijo y dijo:

_Welcome to Wonderland_ y le perforó la cabeza. Aún después de esto, su sed no estaba saciada, entonces, utilizó el cuchillo para convertir al hombre en filete. Con locura extrema, le destrozó el rostro, mutiló sus brazos, le abrió el estómago, atravesó su cuello. Procuró no empaparse de sangre, pues tenía que salir por la calle. En menos de un minuto, estaba completamente desfigurado. El placer que le otorgó contemplar su “arte” no se puede describir con palabras. Ya serena, depositó el arma de fuego al costado del cadáver, tomó lápiz y papel y dejó una nota. Seguro que eso confundiría a la organización y a la policía. Guardó todas sus cosas en una bolsita que escondió en la campera. Calculo el tiempo, apenas habían pasado diez minutos, pero los oficiales no tardarían en llegar. A pesar de eso, no estaba asustada. Dudaba que quedara algo en el mundo capaz de asustarle. No la iban a atrapar.

Realizó el mismo recorrido que antes, sin un error. Salió por la puerta principal como si nada, justo en el momento en que la policía llegaba al lugar. Esas basuras debieron pensarse dos veces antes de meterse con ella, la Reina Roja del mundo real. Seguía sonriendo victoriosa, como la sanguinaria reina en que se había convertido, la que cortaba cabezas por pura diversión. Además, quedaban varias cabezas por cortar, y éstas sí que eran necesarias…

Bien, muy bien. Con que esos retrasados mentales era sus primos. Desde hacía media hora los estaba siguiendo, y realmente le daba asco pensar que personas tan desagradables compartieran su misma sangre. Ellos, esos gemelos, debían de tener unos trece años. Agrandados, temperamentales y caprichosos. Llevaba veinte minutos siguiéndolos y sólo se le habían ocurrido esos tres adjetivos. Tendría que agregar torpes y maleducados, pues acababan de golpear a una señora que iba muy cargada de bolsas, haciendo que tire todo, y para colmo, se rieron en su cara. Tendría que seguirlos hasta que llegaran a la casa de sus abuelos.

La información que había podido obtener de Internet decía que eran una familia numerosa, de nueve miembros entre chicos y grandes, y a juzgar por las fotos de los nietos en las redes sociales, se podría decir que se bañaban en plata. Hasta donde ella sabía, vivían: su abuelo (su abuela había fallecido hace un par de meses), sus dos tíos y una tía, la esposa de uno de sus tíos (madre de los engendros), los gemelos, una chica de quince y otra de diecisiete.

Llegaron hasta una casa enorme, tocaron el timbre y los atendió una joven, que supuso que era una de sus primas. No pudo escuchar demasiado de su conversación, pero si lo suficiente para saber que unos tíos que viven en otra ciudad se instalaron en la casa. Excelente, la manada de lobos estaba completa. Muy bien, ahora la cazadora iría a por ellos. Se dio la media vuelta y emprendió el camino de regreso hacia “su” hogar .

_ ¡Hija, niña,! ¿Dónde estabas? ¡menudo susto le diste a mamá!_ Daphne corrió a abrazar a Tamara en cuanto ella cerró la puerta. Ella le dejó hacer. Recordó el trastorno de Daphne, rayos, odiaba esa faceta de personalidad suya, tan efusiva e incompetente. Pero por el momento la necesitaba con vida, sin una tutora legal estaba frita, así que tenía que aguantarla. La apretó muy fuerte contra sí, como a un osito de peluche.

_Mami, quiero ir a dormir, estoy cansada_ dijo con la voz más musical que encontró. La pelirroja la alzó, acunándola cual recién nacido, y la llevó hasta su cuarto. Tamara rodó los ojos, aquella creía que tenía tres años. La puso en la cama, la tapó hasta el cuello, le dio un beso en la frente. Cuando vio el rostro sonriente y cálido de Daphne, se hizo un juramento a sí misma: no volvería a amar a nadie, aunque se odiase por ello. Estaría sola durante toda su vida, y bien pudiera se desharía de Daphne. Cerró los ojos, concentrada en su plan del día siguiente…

La gente puede ser rica, pero torpe. Tanto dinero, y usan un antiquísimo sistema de seguridad, tan fácil de burlar. Hasta un principiante podría entrar en la casa. Bendito sea el creador de las ganzúas, pensaba Tamara. Abrió con delicadeza la puerta. La cerró sin producir alteración alguna de sonido. Sabía que fue una buena decisión entrar por la puerta de atrás. Ni un ruido se escuchaba en toda la mansión, solamente el conjunto de respiraciones provenientes de las habitaciones más próximas.

Tal como había deducido, en el sillón de la sala estaba durmiendo su abuelo, a pata suelta. Apretando con fuerza la jarra de plástico con gasolina que tenía en su pequeña mano derecha, se dirigió a la planta superior, porque el show estaba a punto de comenzar.

Tim Hearts, antes de abrir los ojos, notó tres cosas anormales: el olor a gasolina que había por toda la casa, la presencia de alguien más en la habitación, y que todo su cuerpo estaba pegajoso. Trató de levantarse, pero tenía los músculos adormecidos, consecuencia de dormir en una mala postura. Miró hacia el lugar del pasillo, y se quedó pasmado. Una niña, pelo corto, ojos oscuros, sonrisa malvada lo miraba petulante desde allí. En su mano enguantada, sostenía una jarra que olía a gasolina y alcohol. Intentó decir algo, pero las palabras no le salían de la boca. Lágrimas cayeron de sus ojerosos ojos, porque de inmediato supo quién era. Era igual a su madre.

_Hola, abuelito_ saludó con la misma voz de su hija_ estoy segura de que me recuerdas. ¡Soy yo, tu nietecita dorada, a la que echaste a la calle! ¿Acaso no te carcome la conciencia saber que, de no ser tan inteligente, yo habría muerto? Vaya, ¡Qué abuelo más cruel tengo!_ largó una suave carcajada_ Mejor, dicho que abuelo más cruel tenía. _

El anciano la quedó mirando hipnotizado, sin poder reaccionar, su corazón saltó, lleno de culpa. Ahora no sólo él, sino toda su familia iba a pagar el precio. Maldita mocosa, idéntica a su amada hijita.

_¿Por qué?_ consiguió susurrar con voz cavernosa.

_¿Por qué? ¿Y ahora me lo preguntas? Porque gente tan malviviente, tan miserable como ustedes merecen la muerte. ¿Cómo pudieron dejar a una bebé que lleva su sangre a su suerte, sólo porque su hija no cumplió con las expectativas matrimoniales que tenían para ella? ¿Qué clase de basura son, incapaces de aceptar el verdadero y puro amor de su hija? ¿De verdad se hacen llamar “familia”?_ suspiró exageradamente y continuó _ Al fin y al cabo, ya no importa, TODOS VAN A MORIR, COMO LAS MISERABLES RATAS QUE SON_ y dicho esto, tomó el fósforo de la caja, y en un movimiento demasiado ágil, lo lanzó al suelo. Tim solamente contempló a la figura de su nieta riendo, mientras las llamas lo sofocaban.

_Welcome to Wonderland_ dijo, y salió corriendo.

Tamara apenas tuvo tiempo de llegar a la puerta trasera, cerrarla e irse a trepar al gran árbol del fondo. Había elegido la fecha perfecta, pues había escuchado que su sistema de incendios estaba siendo cambiado, por lo tanto, esa noche no tendrían escapatoria. Contempló, a unos cuantos minutos, una explosión interna hizo que las ventanas de la casa explotaran. Se deleitó con los sonidos de los gritos de sus parientes. Eran música para sus oídos. Se quedó allí, contemplando cómo el fuego, ferozmente acababa con toda la construcción. Vio la puerta trasera abrirse, y su prima mayor salió corriendo, con toda el piyama blanco ardiendo. Levantó su carita angelical hacia Tamara, quien se limitó a saludarla con un sonrisa mientras se quemaba agonizando de dolor.

Luego de admirar cómo el cadáver de la jovencita se quemaba hasta los huesos, la pequeña asesina saltó hacia el techo de la casa siguiente, bajó sigilosamente, aunque seguramente nadie notaría su presencia. Descendió a la calle, se colocó la capucha, y de reojo, vio que la casa ardía como si el mismísimo Jabberwocky la hubiera incendiado. Echó a correr dos cuadras. El reloj dio las campanadas que indicaban el cambio de hora. Eran las tres de la mañana de un domingo. Cayó de rodillas, y desató la carcajada más fuerte y espantosa de la historia humana. Su corazón estaba a punto de explotar, de tan fuerte que latía. Su dicha era tan inmensa, que de haber muerto ahí, lo hubiera hecho feliz.¡ Finalmente, TODOS habían recibido su merecido! ¡Habían pagado con su sangre! ¡Habían chillado y suplicado por sus vidas, como las miserables escorias que eran! ¡HABÍAN MUERTO! ¡TODOS ESTABAN MUERTOS! ¡TODAS LAS PERSONAS QUE TANTO DOLOR LE HABÍAN CAUSADO, ESTABAN MUERTAS! ¡ELLA SE HABÍA VENGADO! ¿¡QUIÉN PODRÍA DETENERLA DE HACER LO QUE SEA!?

Siguió riendo durante unos momentos, hasta que serle cortó el aire. Lentamente, se paró, se sacudió la ropa, y marchó hasta su casa. Ella era la única heredera, ella era la única Hearts con vida. Probablemente le transmitirían todos sus bienes a ella. Con la cabeza en alto, recorrió las calles oscuras, sin miedo, pues nada ni nadie podían dañarla ni molestarla. Era su momento de gloria, y ella no duraría en masacrar al que se atraviese a hacerle algo. Como si le hubiera leído la mente, un hombre salió de las sombras e intentó atacarla con un cuchillo. Idiota. Terminó en el suelo, ahogándose con su propia sangre.

Tamara empezó como una desafortunada Alicia, que cayó en un misterioso y profundo pozo, y ahora se había convertido en la mismísima Reina de Corazones del País de las Maravillas. Había eliminado a todos sus enemigos, no quedaba ni uno vivo. Había cortado todas sus cabezas. ¿Quién podría detenerla, mejor dicho, quién se atrevería a intentar detenerla? Con cada paso que daba estaba segura de una cosa: se había convertido en esa sanguinaria reina, a la que tanto admiraba. Y como ella, se dedicaría a cortar cabezas, una por una…

¿Creyeron que la historia se acaba aquí? Pues se equivocan, esto sólo es el principio, el origen de esta asesina sádica peligrosísima. No conforme con lo que ya había hecho, continuó con los asesinatos. ¿Por qué? Otro sentimiento tan fuerte y dañino nació con el correr de los días: envidia. Una terrible envidia.

Veía a las familias pasear, tomadas de la mano, y una sola palabra le cruzaba en su increíble cerebro. Injusticia. No era justo. ¿Cómo era posible que la vida repartiera de forma tan desigual las virtudes? Sentada en ese banco semi destruido de la plaza, observando lo que le rodeaba. Escuchaba las quejas de los hijos mayores, tirando a adolescentes, o de hijas caprichosas y consentidas, y una rabia infernal recorría sus células. Este tipo de críos malagradecidos, que no tenían idea de lo que era el dolor, la desgracia, el tener miedo a morir o perder a su familia, le enfermaban. ¿Por qué si a ella se le había negado el derecho de tener una familia, ellos merecían tenerla? Si

Ella daría toda su vida por volver a tener a su lado a sus padres y a su tía. Y esta gente repugnante despotricaba y se quejaba por cosas demasiado banales, demasiado superficiales y vanidosas. Era hora de que alguien les diera una buena lección…

— Via Creepypastas

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