Tsutomu Miyazaki

Asesinos del Zodiaco
Asesinos del Zodiaco

La vida de Tsutomu Miyazaki comenzó en Itsukaichi, Tokio, un fatídico 21 de agosto de 1962, día en que éste nació prematuramente. Pesaba apenas 2,2 kg, y las articulaciones de sus manos estaban fusionadas del tal forma que le era imposible doblar las muñecas hacia arriba. Aquello marcó su vida.

Cuando tenía cinco años, un compañero de clase se burlaba con frecuencia de sus “manos divertidas.” Debido al complejo que desarrolló con respecto a sus manos, siempre evitaba mostrarlas en las fotos familiares.

Desde el momento en que llegó a la escuela primaria Itsukaichi, Miyazaki fue en cierto modo invisible, por lo que sus compañeros y profesores lo recuerdan como un niño tranquilo, solitario e incapaz de hacer amigos. Pero Tsutomu, al igual que otros niños, tenía sueños para su futuro, tal y como muestra en estas palabras de un ensayo escrito en tercer grado:

“Cuando sea grande, quiero comprar un coche e ir conduciendo. Me detendré en un restaurante y comeré un poco de curry, arroz o algo. Incluso podría visitar a mis parientes”.

Sin embargo, lo cierto es que muchas veces terminaba culpando a sus manos deformes por no conseguir sus metas. Se sentía frustrado, y su refugio eran las historietas y el manga, que leía ávidamente hasta altas horas de la noche.

Por otra parte, Tsutomu era definitivamente un niño inteligente. Encerrado en su propio mundo, estudió duro y llegó a alcanzar la mayor puntuación entre los estudiantes que dieron el examen de ingreso para entrar en la Meidai Nakano High School. Cada día, por tres años, Tsutomu dedicó dos horas al estudio, consiguiendo siempre altas calificaciones.

No obstante, posteriormente empezó a desmotivarse por los estudios y, en lugar de unirse a los grupos de estudios, se retiraba a dibujar cómics en un rincón apartado.

En cuanto a la universidad, inicialmente Tsutomu planeaba, sobre todo en base a su alto rendimiento en Inglés, ingresar a la Universidad de Meiji, afiliada a su colegio; sin embargo, tras su desmotivación académica acabó en el rango 40 de los 56 estudiantes de su aula, cosa que le impidió entrar en la Universidad de Meiji, pero él no se dio por vencido y se puso a estudiar Fotografía Técnica en una universidad local, graduándose en 1983, para posteriormente ingresar a trabajar en una imprenta que pertenecía a un conocido de su padre.

Después trabajar algunos años en la imprenta y ahorrar más de 3 millones de yenes, Tsutomu se trasladó de nuevo a la casa familiar, donde compartió con su hermana mayor una habitación doble anexada a la casa principal, cerca de los negocios de impresión de su padre. Adicionalmente Katsumi Miyazaki, padre de Tsutomu, poseía el _Akikawa Shimbun_, un importante periódico local en el área de Itsukaichi, la zona más interior de Tokio, donde la familia Miyazaki gozaba de una significativa influencia política.

Pese al status de la familia de Tsutomu, ésta tuvo poca influencia sobre él, quizá por lo distante que se mostraba pues, por ejemplo, su padre y su madre eran dos adictos al trabajo, y eso conllevaba una falta de contacto que intentaban compensar con cosas materiales como el sedán Nissan Langley que le regalaron, y que usó para sus crímenes…

“Si hubiese tratado de hablar con mis padres acerca de mis problemas, ellos me habrían ignorado”, diría Tsutomu tras su captura, agregando que incluso llegó a pensar en el suicidio.

Setsuko y Haruko, las dos hermanas menores de Tsutomu, lo encontraban repulsivo… Únicamente su abuelo Shokichi, hombre reconocido que había servido en el consejo de la ciudad, se mostró interesado en él.

Paralelamente, Tsutomu evitaba el contacto con las mujeres de su edad, no solo por el complejo de sus manos deformes sino por una especie de sentimiento de inferioridad sexual; y es que, según contó sobre él uno de sus compañeros de secundaria:

“Su pene no era más grueso que un lápiz ni más largo que un palillo de dientes”.

Pese a dicha falencia, Tsutomu presentaba un apetito sexual más elevado que el promedio, al punto de que en la universidad solía aprovechar los partidos de tenis para fotografiar o filmar la entrepierna de las jugadoras… Como era de imaginarse, su vida sexual era un asunto puramente onanista, aunque terminó en el sendero de la parafilia porque, cansado de la pornografía normal, en 1984 empezó a consumir pornografía infantil. Se volvió pedófilo, tal y como suele sucederle a quienes sufren sentimientos de inferioridad sexual.

“Cuando era niño, él no hizo amigos cercanos, por lo que no consiguió información sobre el sexo en el mundo real. En cambio, se volvió hacia los vídeos, los cómics, y la pornografía.”, dijo sobre Tsutomu el Dr. Oda.

¿Cómo los vicios antinaturales que tenía Miyazaki lo llevaron a matar?

Según el profesor Ishii de la Universidad Aoyama Gakuin, “la gente crece en ambientes similares pero nunca se convierte en asesina”.

El detonante de los asesinatos parece haber sido la muerte del abuelo de Tsutomu en mayo de 1988, tres meses antes del primer asesinato. Su abuelo era el único vínculo humano cálido que tenía Tsutomu en su vida adulta, y su muerte marcó una ruptura con la sociedad, significando un episodio tan doloroso en su vida que, tras la cremación de su abuelo, ingirió parte de sus cenizas para encarnarlo en alguna forma…

La muerte del abuelo también alejó a Tsutomu de su familia, con la que ya venía mostrándose agresivo. Por ejemplo, una vez su hermana más joven lo pilló espiándola mientras se bañaba, e indignada le gritó, pero él montó en cólera, entró al baño, la agarró de los pelos y le golpeó la cabeza contra la bañera, golpeando después a su propia madre cuando ésta, tras enterarse, le dijo que debía pasar más tiempo trabajando y menos tiempo con sus vídeos…

En el fondo Tsutomu se sentía desamparado, por lo que tras salir a la luz sus crímenes él dijo:

“Me sentía solo, y cada vez que veía a una niña jugando sola, era casi como verme a mí mismo.”

Entre 1988 y 1989, Tsutomu mutiló y mató a cuatro niñas, de cuatro a siete años; después abusó sexualmente de sus cadáveres y, con su tercera y cuarta víctima, devoró partes de los cuerpos…

Durante el día, Miyazaki era un hombre tranquilo, y un empleado afable y obediente, pero ese mismo otaku descente y aparentemente inofensivo, fue el monstruo que seleccionó más o menos de forma azarosa a cuatro inocentes niñas, siendo incluso tan cruel que, con el mismo cinismo burlón con que Albert Fish envió una carta a la madre de una de sus víctimas, mandó cartas a las familias de las víctimas, describiendo mórbida y detallosamente lo que hizo en cada caso…

Poco después de las 3 pm del 22 de agosto de 1988, la pequeña Mary Konno de cuatro años de edad, salió de su casa ubicada en el complejo de apartamentos Iruma, en Saitama. Ella supuestamente iba a jugar con una amiga, pero ya eran las 6:23 pm y no regresaba, por lo que su padre, el arquitecto Shigeo Konno, llamó a la Policía para notificar su desaparición, sin saber que, mientras alguien atendía su llamada, su hija estaba siendo estrangulada a unos 50 kilómetros, en medio del silencio cómplice de los árboles…

Volviendo en el tiempo, Mary estaba caminando en medio del complejo de apartamentos a inicios de la tarde, cuando de pronto un Nissan Langley se detuvo cerca, el vidrio del conductor se bajó y un hombre joven de mirada apacible le preguntó:

“¿No te gustaría ir a un lugar más fresco?”. Hacía sol, así que Mary asintió con la cabeza y se sentó junto al desconocido.

En su gran inocencia, Mary jugaba alegremente con los botones de la radio del coche, mientras Tsutomu avanzaba hacia Hachioji, al oeste de Tokio. Justo antes de llegar al puente Musashino, Tsutomu giró a la derecha, en dirección a Itsukaichi.

Había transcurrido una hora cuando Tsutomu se detuvo en un estrecho camino tierroso, en medio de los bosques que rodeaban la central Shintama, un complejo de adusta apariencia, que se alzaba en medio de la vegetación cual si fuera una inmensa y profética lápida.

El hombre y la niña se bajaron del coche y caminaron, hasta donde comenzaba el camino a Komine Pass, por un sendero montañoso rodeado de árboles hinoki y sugi. Las cigarras saltaban por uno y otro lado y el ruido de las palomas se escuchaba en medio de aquel verdor impregnado por un calor sofocante.

En este punto cualquier criatura habría corrido o llorado, pero el corazón de Mary era tan blanco como las nubes, y ésta siguió caminando con el monstruo hasta que, tras unos 20 o 30 minutos, ambos se sentaron al borde del desolado sendero.

Mary estaba cansada y algo perturbada, de modo que empezó a sollozar. Tsutomu entró en pánico:

¿Qué pasaba si la niña gritaba y alguien venía?

Para prevenir eso, mejor era matarla de una vez, así que el monstruo colocó las manos en el cuello de la niñita mientras el rostro de ésta esbozó una mueca de pánico antes de congelarse para siempre… Moría la niña y nacía el asesino de 26 años, quien ahora tomaba el cuerpo inerte de la pequeña, lo desnudaba, lo acariciaba con lascivia, incapaz de sentir remordimiento o pesar alguno… Finalmente tomó las prendas de vestir de la niña, la dejó en posición de reposo y regresó a su coche.

Después de su desaparición, los patrulleros de la Policía advertían con altavoces a los padres sobre el peligro de no mantener vigilados en todo momento a sus hijos pequeños. A pesar de que fue etiquetado oficialmente como un caso de desaparición, desde el principio la Policía inició la investigación como si se tratara de un asesinato.

La búsqueda infructuosa de Mary Konno finalmente disminuyó después de cuatro semanas; pero, apenas transcurridas dos semanas desde el decline de la búsqueda, Tsutomu volvió a cobrarse una vida inocente la tarde del 3 de octubre de 1988, cuando vio a la niña Masami Yoshizawa de siete años caminando al borde de una carretera ubicada en la prefectura de Saitama.

Entonces la convenció de subir al coche y se dirigió a las colinas de Komine Pass, donde cometió su primer asesinato. Allí, viendo que no hubiera ningún testigo y en un momento en que la niña estaba desprevenida, el asesino le apretó el cuello, la desnudó una vez muerta y abusó sexualmente del cadáver; sin embargo, se llevó un gran susto al ver que el cuerpecito de la niña, aparentemente inerte, se estremeció súbitamente.

En ese momento no pudo seguir, y aterrado corrió al coche y se marchó antes de que el sol cayese, dejando el cadáver de Masami a una distancia aproximada de apenas 100 metros del cadáver de Mary.

Tras reportarse la desaparición, grupos de búsqueda locales se repartieron por toda la zona, y pronto la cara de Masami apareció en cientos de carteles emitidos por la Policía, que terminaría entrevistando a unos 2.300 residentes locales. Otra vez más, no se encontraron pistas sobre el paradero de la víctima.

El 12 de diciembre, el asesinato de una niña de cuatro años de edad, originaria de Kawagoe, haría la diferencia y pondría a Tsutomu en peligro de ser capturado, en gran parte porque el cadáver aparecería poco después del asesinato, y eso desataría una enorme cacería policial bajo la sospecha de que también Mary y Misami habían caído por la misma causa.

Y es que Tsutomu nunca había mostrado mucho aprecio por la vida: ya antes, había estrangulado a un perro con alambre, lanzo al río un gato y hervido en agua a otro… Como explicó el Dr. Oda, su inmersión en el insano mundo de cierto tipo de vídeos, le había “quitado la conciencia de la realidad”, de modo que “todo se convirtió en un elemento para él, incluyendo a las personas”, por lo que a fin de cuentas, “las niñas que mató no eran más que personajes del libro de comics de su propia vida”…

El caso del 12 de diciembre antes aludido era el de Erika Namba, quien regresaba de la casa de un amigo cuando el asesino la metió en su coche y, sin hacer caso de sus lágrimas, condujo hasta el área de aparcamiento de la Casa de la Joven Naturaleza, en Naguri. Allí, Tsutomu obligó a Erika a desnudarse en el asiento trasero, y empezó a fotografiarla con luz estroboscópica, hasta que otro coche pasó cerca, iluminando momentáneamente el rostro de Tsutomu y haciendo que Erika solloce de nuevo, cosa que enojo al asesino, el cual la estranguló, quitándole la vida a eso de las 7 pm.

Tras matarla, el asesino envolvió cuidadosamente el cadáver en una sábana y lo puso en el baúl del coche, se deshizo de la ropa de la víctima dejándola en el bosque cerca de la zona de estacionamiento, y dejó el cadáver con las manos y los pies atados, a unos 50 km de la casa en donde alguna vez fue una niña alegre y llena de vida…

Al día siguiente el cadáver de Erika fue encontrado y quinientos policías exploraron el bosque en busca de más pistas, pero no encontraron nada. Sin embargo ya estaba claro que todas las chicas eran de la Prefectura de Saitama y todos los cadáveres estaban cercanos entre sí, por lo cual, como dijo un periodista, “tan pronto como encontraron el cuerpo de la tercera chica, empezaron a tratar el asunto como un caso de asesinato en serie”.

Las anteriores no eran las únicas pistas raras, ya que la Policía encontró que las familias de las víctimas tenían algo en común: todas habían sido molestadas por llamadas telefónicas inusuales, en que el teléfono sonaba pero la persona al otro lado de la línea no decía nada, siendo capaz de timbrar por unos 20 minutos hasta que se le contestara, solo para comunicar ese incómodo silencio. Así mismo, tanto los Namba como los Konno habían recibido tarjetas postales con alusiones a sus niñas muertas…

Debido a la histeria popular desatada tras la muerte de Erika, Tsutomu no volvió a matar hasta el siguiente verano.

Así, el 6 de febrero el padre de Mary encontró una caja con restos humanos calcinados, 10 dientes de leche, pantaloncitos de niña, sandalias y una prenda infantil de ropa interior, además de una hoja de papel con estas palabras:

“Mary. Huesos. Cremación. Investigar. Probar”

El siniestro envío desató una serie de investigaciones, alboroto social y alarma mediática, pero en ese marco de acontecimientos se dudaba de que los restos fueran de Mary, por lo que el asesino, en un gesto desmedido de megalomanía criminal, envió una confesión escrita de 3 páginas el 11 de febrero.

Junto a la carta de 3 páginas, adjuntaba una foto de la víctima y, entre otras cosas, escribía lo siguiente:

“Puse la caja de cartón con los restos de Mary delante de su casa. Hice todo. Desde el inicio del incidente Mari hasta el final. Vi la conferencia de prensa de la Policía, donde dijeron que los restos no eran Mary. Ante las cámaras, su madre dijo que el informe le dio nuevas esperanzas de que Mary aún podría estar viva. Supe entonces que tenía que escribir esta confesión para que la madre de Mary no siguiera esperando en vano. Lo repito: los restos son de Mary”.

La carta estaba firmada por un tal “Yoko Imada”, nombre evidentemente ficticio que había sido elegido porque hacía juego de palabras con “ahora te diré” en japonés.

La confesión causó gran alboroto. Peritos en caligrafía examinaron la nota de confesión, pero no pudieron establecer el sexo del autor. Más de medio millón de folletos que citaban la confesión, fueron entregados por la Policía en hogares de las zonas donde vivieron las víctimas.

La policía posteriormente identificó que la cámara con que se tomó la foto adjuntada a la confesión era una Mamiya 6×7, y que el tipo de letra de las postales estaba hecha con fotocomposición.

El 11 de marzo de 1989 se efectuó el funeral de Mary con los restos devueltos por el asesino; pero, cuando los Konno volvían del funeral, encontraron otra carta del tal Yuko Imada, en la que notificaba, a manera de una especie de crónica forense, los cambios que fue sufriendo el cadáver de Mary…

Pero… ¿Por qué Tsutomu hacía todas esas cosas?

¿Quería llamar la atención y vengarse?

¿Acaso había un sentido social en todo eso?

Según el profesor Akira Ishii:

“Nada de eso tenía un significado social, para él era como jugar a un videojuego, además del punto de causar sensación. No estaba tratando de obtener el reconocimiento de la sociedad. Tenía una sociedad en su mente, de la cual él era el núcleo”

En el verano de 1989, la inquietud de Tsutomu había crecido y él trabajaba menos y pasaba más tiempo editando sus cintas de vídeo. En el primer día de junio, vio a las niñas jugando cerca de la Escuela Primaria Akishima, y??convenció a una de ellas para fotografiarle las bragas. Cuando empezó a fotografiarla, algunos vecinos lo vieron y lo persiguieron. Él escapó, pero cinco días después volvería con mucha más fuerza.

El 6 de junio, en un parque de Ariake cerca de la bahía de Tokio, Tsutomu se encontró con la niña Ayako Nomoto de cinco años. La niña jugaba sola, y el monstruo se acercó y la convenció de dejarse fotografiar, a lo que ella accedió tomándole muchas fotos de forma tal que ella se acostumbrase, se divirtiese y cogiese confianza. Entonces finalmente le dijo para tomarle más fotos en el interior de su coche, y la inocente niña aceptó.

El asesino estacionó el coche a unos 800 metros y le entregó a la niña un palo de goma, pero ésta, al ver las manos deformes de Tsutomu, lanzó un comentario que al asesino le pareció ofensivo… Lleno de ira, Tsutomu se puso unos guantes de vinilo, exclamó “¡esto es lo que sucede con los niños que dicen cosas así!”, gruñó, la agarró por el cuello, la estranguló y, habiéndola matado, pateó y pateó el cadáver por unos cuatro o cinco minutos, tras los cuales se calmó y envolvió el cuerpecito inerte en una sábana, poniéndolo después en el maletero del coche.

Esta vez, el enfermo no se deshizo del cadáver sino que fue, alquiló una cámara y se llevó el cuerpo a su apartamento, donde esperó dos horas, lo puso en una mesa, lo abrió de piernas para destacar la vagina, y comenzó a tomar fotografías y a filmar mientras se masturbaba. Posteriormente y tras saciarse, ató las manos y pies del cadáver con nylon

Esta vez, tomó el cuerpo a casa, con parada en una tienda de video en Koenji alquilar una cámara. La casa estaba a oscuras cuando se estacionó al lado del bungalow de dos habitaciones. Esperó dos horas, luego llevó el pequeño cadáver en el interior, donde se quitó la ropa y se limpió con una toalla.

Dos días más tarde, el olor del cadáver se hizo insoportable. Tsutomu sabía que debía deshacerse del cadáver, así que le cortó la cabeza, las manos y los pies, dejando el torso en un baño público del cementerio de Hanno, tostando las manos y comiendo un poco de éstas en su patio trasero, y arrojando todo el resto en una colina del bosque de Mitakeyama, a unos 230 metros de su casa.

No obstante lo último tampoco resultaba seguro ya que la Policía podía encontrar los restos fácilmente, por lo que, unas dos semanas después del crimen, fue a la colina, rescató los restos, los metió en una bolsa que guardó detrás de su habitación, y finalmente esparció esos restos por el bosque, quemando el pelo del cadáver, la ropa, las sábanas usadas para envolverlo anteriormente y la bolsa de plástico.

Cinco días más tarde, después de que la Policía había distribuido 10.000 folletos con la descripción y la fotografía de Ayako Nomoto, el torso mutilado de la niña fue encontrado en el cementerio e identificado como perteneciente a ella tras los exámenes forenses.

Con toda la alarma policial y la preocupación social que existía en torno al problema, Tsunomo debió desistir de sus crímenes, pero ni con eso se abstuvo de volver a la acción el domingo 23 de julio de 1989. En ese día, Tsutomu vio a dos hermanas que jugaban cerca de un lavado público en Hachioji, tras lo cual detuvo su coche y se bajó.

“Quédate aquí”, dijo la niña mayor a la menor cerca de un río, tras lo cual salió corriendo a casa de su padre, quien inmediatamente corrió hacia el lugar de los hechos solo para encontrar a su hija menor desnuda junto a un desconocido que le fotografiaba la vagina…

Furioso, el padre de la niña agarró a Tsutomu y lo tiró al suelo, pero éste se apartó y salió corriendo hacia la orilla pantanosa del río, sobre la que corrió hasta volver a su coche, pero allí estaban esperándolo algunos policías que lo detuvieron bajo el cargo de “obligar a una menor a cometer actos indecentes”.

Tras capturarlo, la Policía creía haber encontrado por fin a su asesino en serie.

Diecisiete días más tarde, Miyazaki confesó haber asesinado a Ayako Nomoto, cuyo cráneo fue hallado al día siguiente en las colinas de Okutama. También confesó el asesinato de Erika Namba y el de Mari Konno, de los cuales los videoclips fueron encontrados entre las 6.000 cintas en la habitación de Miyazaki. Posteriormente, el 6 de septiembre se encontraron los restos de Masami Yoshizawa en los bosques cerca Komine Pass, en Itsukaichi.

En 1989, Tsutomu Miyazaki fue declarado culpable de lo que se conoció como “Los crímenes del Otaku”

Después de la condena de su hijo, el padre de Tsutomu, que se había negado a pagar la defensa legal de su hijo por razones morales, no toleró el deshonor y, como es relativamente habitual entre los japoneses que experimentan el oprobio público, se suicidó.

Durante la década de 1990, Tsutomu permaneció encarcelado mientras se lo sometía a una serie de evaluaciones psiquiátricas, concluyéndose, en 1997, por parte de un equipo de psiquiatras de la Universidad de Tokio, que Miyazaki, a pesar de que sufría de trastorno de personalidad múltiple y esquizofrenia extrema, aún era consciente de la gravedad moral y de las consecuencias humanas de sus crímenes, y por ende era responsable de ellos.

Poco después se lo condenó a muerte en la horca. Sin embargo estuvo en el corredor de la muerte por muchos años, intentando reducir su condena a cadena perpetua, además de que solicitó que, si lo matan, le apliquen inyección letal y no ahorcamiento, pena a la cual temía profundamente.

En cuanto a su vida en prisión, siguió siendo la misma que antes: leyó mangas, cómics, y vio series y películas de anime, en la pequeña tv donde esperó la condena inapelable de la muerte, ratificada por la Corte Suprema de Justicia el 17 de enero del 2006, y aplicada en junio del 2008, mes en el cual un martes, junto a dos criminales más, Miyazaki fue ahorcado, ya que la Corte Suprema de Justicia consideró, en base a los análisis psiquiátricos, que el asesino no tenía ningún trastorno mental cuya naturaleza lo pudiese librar de responsabilidad penal.

— Via Creepypastas

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