Puerta entreabierta

La verdad, no sé quién o qué era eso. Solo me miró fijamente a los ojos sin decir nada. Lo admito, me asusté, pero solo por esa mirada que lo decía todo y a la vez nada.
Nunca más la vi, solo esa tarde de octubre. Me pareció genial no volver a ver esos ojos penetrantes que parecían tener un mundo dentro de ellos, pero un mundo totalmente paralelo a este, un mundo totalmente frío y extraño.
Lo importante es que luego de unos días pude olvidarla y seguir mi vida, pero cada paso que daba sentía que ella me tocaba los hombros, que susurraba a mis oídos palabras sin sentido lógico, se sentía muy extraño.
Siempre me ponía feliz el llegar a casa luego del trabajo, pero ese día fue muy raro. No estaba feliz ni triste, solo quería dormir y olvidarme de ese mal día.
Fue muy lindo ver desde el taxi mi casa, tenía muchas ganas de dormir, me pareció extraño ver la puerta entreabierta. Pero a veces en un descuido lo dejo así, entré como normalmente lo hacía, me acosté pero volví a tener esa sensación que tienen los niños de pensar que alguien los sigue, pensé que obviamente era mi imaginación. Al acostarme, sentí que algo me tomaba por los pies, no quise ver, pero como toda persona quería saber, la miré, era ella.
Volvió, pero esta vez me habló. Lo único que me dijo fue: “Los extraños amamos las puertas entreabiertas”. Juro que me asusté mucho al oírla decir eso. Me miró a los ojos pero esta vez yo la miré también. Muy fijo. No creí que me haría lo que me hizo, pero esto me pasa por confiar en ella. Ahora sí puedo dormir, pero no despertar.
— Via Creepypastas