Nunca dejes de sonreír

Estaba con un amigo en mi habitación, entreteniéndonos con vídeos de miedo, el de “Obedece a la morsa” para ser exacto; de pronto tocaron el timbre de mi casa. Fernando me dijo:
-Atiende la puerta.
Pero como estábamos solos y la noche era muy oscura, me dio miedo:
-Acompáñame, por favor.
Nos dirigimos a la puerta y la abrí. Se trataba de una anciana, a quien nunca había visto por mi colonia. De lo primero que me percaté fue de su sonrisa, una sonrisa macabra, y luego su mirada penetrante.
-¿Qué pasa, hijito? ¿Por qué no estás sonriendo?
Estábamos confundido y no le respondimos. Ella pareció enojarse porque de inmediato, con una voz gruesa y macabra, me exigió:
-¡Te he dicho que sonrías!
Me asusté y cerré la puerta. En ese momento, pudiendo observarlo a través de la ventana, la anciana sacó de su bolso una figura de barro negro y empezó a hacer ruidos con su boca. Nos asustamos mucho, los dos sabíamos que estaba haciendo alguna especie de brujería. Cuando tomé el teléfono y quise llamar a la policía, nadie respondía… Corrimos hacia el ordenador, no había Internet, la televisión solo tenía estática, las luces comenzaron a apagarse y retumbó en la casa una risa macabra, surgida de los más recónditos confines del infierno.
En ese momento apareció a la luz parpadeante del pasillo una silueta oscura que goteaba fango, con una sonrisa llena de dientes puntiagudos y un olor putrefacto emanando de sus brazos largos. Se apagó la luz, se escucharon pasos… 4 para ser exacto, cada vez estaba más cerca de nosotros. Su hediondo olor era más fuerte.
-Nunca dejes de sonreír, hijito…
(Así que te quedaste sin habla, tú, quien está leyendo esto… Voy por ti. ¡TÚ SERÁS EL SIGUIENTE!
Nunca dejes de sonreír, ¡JAJAJA!)
— Via Creepypastas