No te duermas oyendo música

Allá afuera
Allá afuera

Llegamos en enero a la casa de la playa, mis padres habían estado ahorrando dinero durante mucho tiempo para adquirir la propiedad, y, al fin, en esa fecha, disfrutaríamos de unas merecidas vacaciones en la nueva finca. Los primeros días fueron bastante placenteros; cuando no gozaba del mar en la playa, recorría el lugar. Era el típico pueblo con casas blancas, cercas de madera y uno que otro local de comida familiar. Sus costas eran pequeñas y pacíficas, y eso me parecía sensacional, pues, mientras más tranquilidad, mucho mejor.

No obstante, a partir del tercer día, las vacaciones se tornaron extrañas. Ya que o caminaba todo el día por el pueblo, o me la pasaba todo el día en la playa, llegaba tan cansado que me dormía apenas depositaba mi cabeza en la almohada.

Sin embargo, una noche en la cual no tenía tanto sueño, se me ocurrió acostarme con música suave del radiorreceptor; pero, como la señal era pobre, solo pude dar con una emisora que pasaba una ópera.

En medio de la noche, desperté de una pesadilla. Aunque estoy seguro que era un mal sueño, hasta hoy, no puedo recordar de qué trataba. Abrí mis ojos, asustado; no obstante, en medio de las penumbras del cuarto, lo único que pude percibir fue la extraña música de una flauta que sonaba a compases poco lógicos, y, de fondo, murmullos de voces extranjeras. Tras haberla estado escuchando por varios minutos, supuse que se trataba de una emisora de música clásica y que aquello era una ópera experimental o algo por el estilo. Duró varias horas y, al final, me desmayé.

Al día siguiente, me desperté tarde y con un dolor de cabeza insufrible. Salí de mi cuarto solo para ir al baño y nada más. Supuesto que la emisora no transmitía ninguna señal, apagué la radio y, puesto que no tenía ganas ni de salir al pueblo, ni de visitar la playa, me quedé el resto del día encerrado.

Finalmente, anocheció, y desapareció mi dolor. Cuando ya era tarde, reparé en que sería difícil dormir porque había descansado todo el día; de modo que, de nuevo, encendí el receptor y, de nuevo, exceptuando por la misma de anoche, no pude sintonizar ninguna emisora a causa de lo que yo creía que era la débil señal.

En esta ocasión, tocaba una tétrica y furibunda melodía. Observé un largo rato el techo, invadido por tristes y oscuros pensamientos, productos de la siniestra marcha que recibía. Era como un himno, un himno a la muerte.

Nuevamente me había dormido, para, agitado y horrorizado, nuevamente despertarme en la madrugada, tras haber tenido, de nuevo, una amarga pesadilla que, de nuevo, no recuerdo. Esta vez, la música no era propiamente música como tal, sino una singular y extraña conversación entre dos mujeres en un idioma que desconozco, acompañada por unas desafinadas notas de piano. Al término de la pieza, volví a desvanecerme.

Nadie me cree sobre lo ocurrido en aquellas vacaciones en aquel pueblo; nadie más ha oído aquella emisora. Me acusaron de haber asesinado a mis padres mientras dormían; no obstante, no soy al que culpar. Aquel que emitió aquellas canciones sigue afuera; aquel que asesinó a mis padre sigue afuera. Yo solamente sufrí horribles pesadillas de las cuales no recuerdo nada; no recuerdo absolutamente nada.

— Via Creepypastas

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