Morderse las uñas

Ansiedad, miedo, frustración. O quizá un simple tic salido de la nada.
Yo solo veo que mi hiponiquio se ve delicioso.
Comenzando a morder el pequeño filo de la punta, sintiendo la satisfacción de pequeñas espinas siendo trituradas por mi dentadura. Lenta y suavemente. Una actividad tan normal que no dañaría a nadie.
¿Higiene? ¿No es higiénico?
Pero se siente tan bien…
Y cualquiera lo hace.
El borde libre está desprotegido, y mis dientes no se detienen. La satisfacción es hermosa, parar se me haría difícil en este momento. Quiero morder.
Quiero morder.
Y la lámina ungueal me ha dado la bienvenida. Rodeada por la queridísima cutícula. Mordisquear, sentir.
Mis ojos resaltan el dolor que vino a mí repentinamente. Los he cerrado hasta apretarlos. Mas no quiero parar.
Ese sonido. Sí. Crujido. Como mordisquear un insecto. Crujiente por fuera. Quizá un poco duro, pero al llegar al centro, ese relleno.
Relleno cremoso.
¿Qué es esto? ¿Líquido? Primero rojo, luego amarillo. Pus, ¿Ese era su nombre?
El crujido no para. Mis dientes siguen haciendo fricción.
La matriz proximal. ¡He llegado a la matriz proximal!
Duele…
¡Duele!
Mordisquear.
El sabor es diferente. No es ese sabor a nada de un principio. Sabe extraño. Amargo, quizá. Es blando. ¿Carne? ¿Así sabe la carne?
Me he tirado al suelo del dolor.
Quiero parar.
No puedo.
Morder…
¡Morder!
En estos momentos una pregunta da vueltas en mi cabeza mientras las órbitas de mis ojos apuntan a lados opuestos, mi boca está manchada. Echado en el piso como trapo, riéndome en el infinito; ¿Qué es más tonto, arrancarse la punta de los dedos a mordidas o seguir masticando después de esto?
Pero morderse las uñas se siente tan bien…
— Via Creepypastas