Lolita (parte 7)

Asesinos del Zodiaco
Asesinos del Zodiaco

Llevaba semanas sin saber nada acerca de Cristina, estaba preocupada de que hubieran descubierto que había asesinado a aquella chica, tenía la tendencia a meterse en problemas y ella estúpidamente siempre era quien tenía que ayudarla, pero no sabía cómo la ayudaría si la arrestaban por asesinato.

Recordó el último día que la vio, pensó que si ella no hacía preguntas sobre el asesinato, Cris tampoco cuestionaría su falta de sorpresa al enterarse, pero no fue así, su prima no podía quedarse con la curiosidad sobre nada.

-¿Cuándo fue tu primera vez?

-Ya sabes… Una vez en el campamento de bandas…

-No seas estúpida y no cites malas películas gringas. Me refiero a tu primer asesinato.

-No sé de qué me hablas.

-Vamos, te conozco muy bien, por tu expresión cuando te conté lo de Leei sé que tú también lo has hecho.

-¿Pretendes que confiese un asesinato?

-Soy yo, no voy a contarlo, además estamos a mitad de la carretera, nadie va a saberlo.

Lolita sabía que no dejaría de joderla hasta que le dijera lo que quería, así que decidió contarle la verdad, jamás le había contado esa historia a nadie, sería interesante ver su reacción.

-Bien, como quieras. Tenía 12 años y…

-Oh, precoz –dijo ella entusiasmada.

-¿Me dejarás contar la historia o no?

Cristina hizo el gesto de cerrar su boca como si fuera un cierre y permaneció callada durante el resto del relato.

Tenía 12 años y nula supervisión adulta, así que comúnmente me pasaba las tardes con un amigo al que llamaremos Etien, haciendo estupideces y claro, teniendo sexo púbero. Por aquella temporada mis ganas de asesinar se habían vuelto insoportables y los animales ya no saciaban mi sed de sangre, por eso cuando encontramos a un niño pequeño en el patio mi sonrisa se ensanchó.

Tendría unos siete años, estaba sucio y demasiado flaco, confesó que había brincado mi barda porque su única pelota “se había volado” y no sabía cuándo podría tener otra, además de que no había respondido el timbre (no iba a interrumpir mis lascivas actividades por el timbre). Indagué un poco más en su vida y me enteré que su único familiar era su madre quien se dedicaba a mendigar en un puente cercano, supe que era una víctima perfecta. A nadie le interesaría averiguar qué había pasado con el hijo de una mendiga.

Así que lo atamos y decidimos que el arma homicida sería un martillo, él lloraba y pedía clemencia, pero eso es algo que jamás he conocido. Etien trataba de probar lo macho que era así que empuñó el martillo sobre la cabeza del niño pero sus manos temblaron y apenas la rozó con el arma, yo le quité el martillo y lo empujé diciéndole marica, golpeé la cabeza de ese vaguito como si se tratara de una piñata, pero no conseguí sacarle el relleno.

El niño orinó sus pantalones tras el segundo martillazo y por la cara de Etien, sospecho que él también había estado a punto de hacerlo. Cuando dejé de golpear el niño cayó al suelo, tenía los ojos inyectados de sangre y ya no respiraba.

Fui por un cuchillo a la cocina y picoteé su estómago, a diferencia de lo que imaginaba, el cuchillo sólo salió ligeramente manchado de sangre, iba a lamerlo pero Etien me amenazó.

-Si lames eso no volveré a besarte jamás.

Como aquel era mi único amante de la época decidí obedecerlo, pero ¡oh Etien, si supieras las cosas que me meto actualmente a la boca!

Piqué los ojos del niño consiguiendo extraer uno y arranqué su lengua con facilidad y se la pegué en el brazo a mi aburrido amigo que casi vomita. Cuando terminé de divertirme con el cuerpo lo cortamos en pedazos más prácticos, lo metimos en varias bolsas de plástico y salimos descaradamente a la calle con ellas.

El niño estaba tan desnutrido que no nos costó cargarlas entre los dos e incluso me di el lujo de saludar a los vecinos, lo arrojamos debajo de un puente que todos usan como basurero, no sé si nunca encontraron el cuerpo o si a nadie le interesó porque jamás escuché noticia alguna sobre él.

-Y tú madre decía que yo era la mala influencia…

Después de eso no habían hablado demasiado, pero dudaba que esa ñoña historia de su pubertad la hubiera espantado después de que ella le había destrozado la vagina a la hija de un senador. Decidió dejar de especular e ir a buscar a Cristina para hablar directamente con ella.

Autor: Fairuza

Fuente: https://goo.gl/orllm9

— Via Creepypastas

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