Llamadas telefónicas de los muertos

Allá afuera
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La idea de que los muertos puedan comunicarse con los vivos es ancestral. A lo largo de la historia lo han hecho —o al menos los vivos creímos que lo hacían— empleando distintos métodos: mesas parlantes, médiums, sueños lúcidos, psicofonías, psicoimágenes, tableros ouija y el juego de la copa, por mencionar a los más conocidos.

Lo curioso es que todos estos métodos para comunicarse con los muertos deben ser articulados por los vivos. Es decir, hasta ahora los muertos solo se han limitado a responder nuestras invocaciones, nuestras preguntas, nuestros llamados.

Pero las cosas han cambiado.

Los muertos no desprecian ningún nuevo método de comunicación. De hecho, parecen aceptar las nuevas tecnologías de forma bastante entusiasta.

Desde la invención del telégrafo, la radio y los fonógrafos, se han registrado miles de mensajes y grabaciones desde el más allá realmente extrañas. El relato de terror, sobre todo, aceptó rápidamente esta posibilidad; por ejemplo, en “El cable nocturno” (The Night Wire, H.F. Arnold), escalofriante historia de una comunicación telegráfica de ultratumba; La llamada telefónica (A Telephone Call, Dorothy Parker), cuya trama se desarrolla en la cabeza de una mujer que aguarda con horrorosa ansiedad el llamado de un hombre con el que se acostó; y el más interesante: Puedes telefonear desde aquí (You May Telephone From Here, Algernon Blackwood), donde se concreta la posibilidad inquietante de que los muertos nos llamen por teléfono.

¿Ficción?

Por supuesto que sí, al menos en los casos en los donde las llamadas telefónicas desde el más allá no sean recibidas por el propio autor.

El escritor norteamericano Dean Koontz experimentó en carne propia las inquietantes implicaciones de recibir una llamada de un pariente fallecido. El episodio fue registrado en su ensayo: Hermosa muerte (Beautiful Death).

20 de septiembre de 1988. Koontz se hallaba solo en casa. Sonó el teléfono. Una voz femenina se oyó del otro lado, que repitió tres veces las mismas palabras:

«Por favor, ten cuidado.»

(Please, be careful)

La voz se disolvió en la línea. Koontz no estaba seguro, pero sintió que era realmente parecida a la de su madre, quien había fallecido hacía dos décadas. Desde luego, descartó rápidamente esta posibilidad, después de todo, las voces son mucho más difíciles de recordar que los rostros.

Dos días después, Koontz fue a visitar a su padre, quien residía en una hogar para ancianos. Ya dentro de las instalaciones le informaron que éste había tenido algunos problemas de comportamiento violento. De hecho, había atacado a otros residentes. Koontz se dispuso a hablar con él en una habitación privada, cuando el anciano extrajo un cuchillo de cocina y lo atacó.

Hubo forcejeos y algunos cortes menores, según el autor, gracias a que en todo momento, desde el mismo instante en el que entró en la residencia, se sintió excitado por una fuerte pulsión de alerta, la sensación de que debía «tener cuidado», lo cual le permitió estar preparado para cualquier cosa.

A la luz de estas historias, todo parece indicar que los muertos se adaptan a cualquier medio de comunicación que les permita cierto grado de eficacia. De todas ellas, las llamadas telefónicas de los muertos son las más extrañas.

Al parecer, los muertos no utilizan el teléfono al azar para realizar llamadas sin importancia. Si bien los hechos se dan ocasionalmente, la mayoría de las llamadas son realizadas a personas con las que mantuvieron un estrecho lazo emocional.

Después de todo, quizás haya algo de cierto en las historias de mensajes de texto y llamadas telefónicas posteriores a la hora de alguna catástrofe aérea. Todos hemos escuchado historias acerca de vuelos que desaparecieron misteriosamente, sin dejar rastro, pero que desde algún sitio sus pasajeros consiguen realizar una última llamada antes de evaporarse para siempre.

Uno de los pocos casos verificables nos remite al trágico accidente ferroviario en el Valle de San Fernando, que se cobró 25 víctimas fatales el 12 de septiembre 2008. Entre los fallecidos se encontraba Charles Peck, de 49 años, quién realizó 35 llamadas telefónicas a su familia aún después de que su cuerpo y su teléfono celular fueran hallados.

La mayoría de estos fenómenos paranormales son «llamadas intencionales», es decir, iniciadas por los muertos para comunicar un mensaje o simplemente para despedirse. Estadísticamente ocurren con mayor frecuencia durante ciertas fechas, como cumpleaños y aniversarios.

Uno casi se siente tentado a incluso desear recibir una llamada telefónica de esta naturaleza, sin embargo, los reportes no suelen describir nada agradable. Al parecer, los muertos tienen una señal espantosa, y repiten una y otra vez la misma frase, como si estuviesen imposibilitados de escuchar lo que se les dice.

Las personas que han recibido llamadas por teléfono de los muertos sostienen que las voces suenan exactamente igual a cuando estaban vivas. El teléfono propiamente dicho suena y se oye como siempre, aunque algunos aseguran que su timbre es quizás un tanto más grave. A veces se produce cierta interferencia —ruido blanco— y el sonido de otras voces gritando o hablando de fondo.

Las voces de los muertos también sufren una rápida degradación a medida que la llamada se prolonga. Comienzan con un sonido claro, perfectamente distinguible, pero a medida que transcurren los segundos las voces comienzan a apagarse hasta desaparecer del todo, aunque la línea continúe abierta y con algunos sonidos de fondo.

¿Cuánto puede durar un llamado telefónico de un fantasma? Típicamente el fenómeno se desarrolla desde unos pocos segundos hasta varios minutos.

Pocas veces se establece una conversación, es decir, un diálogo en ambos sentidos. Los muertos decididamente escuchan mal, o no escuchan en absoluto lo que se les dice del otro lado de la línea; de modo que, casi siempre, las llamadas se reducen a un mensaje simple que se repite sin cesar durante un tiempo variable.

Uno de los casos más famosos de comunicaciones telefónicas con personas muertas es el de aquella mujer que, tras un pesadilla, llamó a su amiga para verificar su estado de salud, ya que había soñado que participaba de un accidente vial. La amiga respondió, y hablaron durante varios minutos, ya bien entrada la madrugada. Días después se supo que a esa misma hora ya se encontraba muerta tras ser atropellada por un automóvil.

Lo curioso no es que esta llamada se haya producido, o que la mujer crea que se produjo. Bien podría tratarse de un sueño lúcido o una experiencia extracorporal. Lo extraño es que la mujer fallecida aludía constantemente a que gracias a «ellos» la llamada había podido establecerse.

La presencia de estos enigmáticos «ellos» no se limita a este único caso. La gran mayoría de las llamadas telefónicas con muertos aluden a que la comunicación solo puede establecerse gracias a su mediación.

La estadística señala que más de la mitad de las comunicaciones telefónicas con los muertos ocurren en las 24 horas posteriores al fallecimiento de la persona. Un 30% se produce en un lapso de siete días a partir del fallecimiento, y el resto oscila entre ese tiempo y varios meses después de la muerte.

Solo existe un reducido número de casos en los que el llamado se produce varios años después del fallecimiento.

Ahora bien, existen varias teorías que intentan explicar el verdadero origen de estas fantasmales llamadas telefónicas.

La primera, y más sencilla, es que los muertos realmente son sus causantes, quienes de alguna forma logran articular sonidos dentro del rango del oído humano. El teléfono solo sería un medio para que la comuniación no resulte traumática para la persona viva.

En este contexto, ni el teléfono ni su tono de llamada realmente existen. Lejos de desestimar esta posibilidad, los investigadores vienen realizando estudios acerca de los llamados telefónicos de los muertos desde la invención de este dispositivo. El propio Thomas Alva Edison, cuyos padres eran espiritistas, trabajó en un artefacto de comunicación con el más allá con los mismos principios técnicos del teléfono.

En cualquier caso, todo parece indicar que existe un sutil vínculo entre el deseo de hablar con una persona que falleció y la llamada de esa persona; tal como cuando pensamos en hablar con alguien y, sin una razón específica, es misma persona nos llama.

Los muertos parecen seguir esa misma lógica de cortesía. En el deseo de la persona viva subyace la fuerza necesaria para que el hecho realmente se produzca, ya sea objetivamente o en los abismos de nuestro subconsciente.

— Via Creepypastas

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