La casa embrujada

Asesinos del Zodiaco
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Matías estaba muy orgulloso del rumbo que estaba tomando su vida, había empezado comprando una pequeña casa para repararla y después venderla a mejor precio. Tras unos años de realizar esta práctica de forma continua, se encontraba comercializando mansiones. Ahí estaba parado frente a lo que creía su mayor logro, un hermoso caserón de antigua fachada. Estaba esperando por su cliente, mientras admiraba los hermosos ventanales, y observó algo moverse en el interior. Tomó su celular, para llamar a las autoridades, pero vio entonces salir un par de pájaros por un hueco bajo las ventanas.

De inmediato subió hasta el segundo piso para hacerse cargo el mismo del desperfecto antes de que llegara su cliente, pues quería que todo estuviera perfecto para cerrar el trato al momento. Al abrir la puerta de la habitación en cuestión, sintió un viento frío que lo hizo tiritar. Pero de igual manera lo relacionó con el agujero en la pared, al avanzar un par de pasos más, notó que el hoyo no cruzaba hasta el interior, solo se encontraba por fuera y el viento era demasiado violento para provenir de alguna filtración.

Quiso entonces salir, pero se llevó un gran susto, pues la puerta se cerró súbitamente casi en sus narices, el golpe fue tan fuerte que no pudo abrirla; tras varios intentos empezó a agitarse, porque sentía en su espalda un gran escalofrió, y mucho más intensó fue al escuchar que alguien se quejaba dentro de la habitación.

No sabía si voltear o tirar la puerta, pero ninguna de esas opciones valió cuando escuchó hundirse la madera tras él y una voz cavernosa pronunció su nombre.

Se le fue toda la fuerza del cuerpo y cayó al suelo tan diluido como si no tuviese un solo hueso en el cuerpo, como si fuera tan solo un pedazo de gelatina, temblando igual que ella.

Por suerte su vista estaba demasiado borrosa para apreciar a detalle la horrible figura que se erguía ante él, en un intento desesperado por escapar por aquella cosa que lo asechaba , se tiró por la ventana… al volver en sí, con el rostro ensangrentado, miró hacia la ventana, y aquello estaba aún ahí.

Matías dejó entonces escapar sus sueños, supo que aquella casa ya estaba habitada y no tenía la sangre fría de exponer a alguna buena persona, a la misma experiencia que el acababa de tener… retiró el letrero, y cerró muy bien la puerta detrás de él.

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