El hotel de Paco

Allá afuera
Allá afuera

Un amigo mío, había heredado hace dos años un hotel en medio del desierto, la ventaja era que junto a la carretera era el lugar perfecto para descansar del largo viaje, pues cruzar esa zona era lo más aburrido del mundo, el desierto más grande del país, con muchos accidentes a sus costillas por lo tedioso del camino en donde los conductores caían dormidos, el hotel de Paco era una parada obligada.

Aunque él se resistió mucho para mudarse allá al ver los libros, y la cantidad de dinero que generaba, con gusto cambió su vida, así podría retirarse en menos años y disfrutar con su familia todas las ganancias.

Nos recibió muy contento, su esposa también, aparte de ellos, solo 4 personas más del servicio del hotel eran los únicos habitantes permanentes del lugar, otra gente iba y venía a diario. No era un hotel cinco estrellas, pero Paco lo había arreglado bien y se las ingeniaba para dar buen servicio. Preparó dos habitaciones para mi familia y la de otro amigo que también iba.

Llegamos de noche, y bastante cansados, así que después de platicar mucho en la cena, fuimos a dormir, cuando me levanté a orinar vi a mi hijo muy entretenido observando hacia fuera recargado en la ventana –¿Que estás viendo enano?-, -Hay unos niños “bichis” recogiendo piedras negras- con algo de curiosidad me asomé, pero no pude ver nada. Así que lo quité de la ventana y lo llevé a dormir.

En el siguiente día, Paco nos mostró los alrededores, pensaba yo que no había nada en el desierto, pero él me ensenó que si, era todo un experto ya con apenas dos años ahí. Aprendí a encontrar agua, a identificar cactus, prevenirme de los animales venenosos. Me dijo que por la noche necesitaba que lo acompañara porque había algo especial que quería mostrarme.

Después de cenar, fuimos por detrás del hotel, cruzando una pequeño cerro llegamos a un lugar donde había muchas piedras sobre el suelo, -Fíjate que en la noche unas de estas piedras se ponen verdes, como que brillan, las vi desde que llegué aquí pero no se que son – entre platica y platica me dijo también que unos “monitos” venían por épocas a recoger de esas piedras, que los había visto, como del tamaño de un niño, eso me hizo recordar lo que me había dicho mi hijo la noche anterior –Mi chamaco los vio anoche, me dijo que unos niños andaban recogiendo cosas del suelo-,-No- dijo el asustado mientras su cara se llenaba de angustia – Todavía no es temporada por eso te traje no creo que les guste mucho que estemos aquí- me platicó lo que le había pasado la primera vez que subió el cerro, aunque los vio de lejos, pudo ver en su cara la expresión de desaprobación por ser vigilados, y corrieron hacia él para alejarlo. Afortunadamente no le hicieron nada, pero no quería probar suerte.

En eso escuchamos un zumbido, que nos hizo doler los oídos, volteando para todos lados pudimos ver como un plato gris se acercaba muy lento y los “monitos” bajaban por unas luces verdes, cuando quisimos correr de vuelta al hotel , vimos antes de comenzar a bajar el cerro, de que ya había como unos cinco de ellos recogiendo piedras negras por detrás de las habitaciones, no tuvimos más que subirnos a un árbol, no era un gran escondite porque los arboles del desierto no tienen muchas hojas entre las cuales podamos escondernos. Rogando no ser descubiertos, estábamos solo ahí inmóviles y con miedo de respirar.

Los “monitos” iban y venían revisando las piedras que brillaban en verde, las tomaban, veían detenidamente, algunas las tiraban de nuevo y otras las guardaban el bolsitas que colgaban de sus hombros, parecía también que discutían entre ellos, en un momento se juntaron en el centro, justo debajo del árbol donde estábamos, estaban platicando de algo, pero nosotros no escuchábamos palabras, era como un sonido… ese que hacían los viejos tocadiscos al atorarse la aguja… es lo más parecido que encontré. Entonces de la nada, voltearon todos hacia arriba, viéndonos fijamente. La sangre se me heló dentro del cuerpo, su mirada era muy penetrante, se podía sentir el enojo que erizaba la piel y hasta me dieron ganas de vomitar por el miedo. Uno de ellos, puso sus manos en el árbol y empezó a subir lentamente, pero con un control tal que parecía se pegaba al árbol. Todos asustados no se nos ocurrió más que brincar y correr hasta el hotel.

A pesar de ser tan chiquitos corrían muy rápido, cuando volteé uno de ellos me agarró de la camisa, y creo que me desmayé, porque desperté hasta que mi hijo me habló, estaba yo tirado ahí, y el diciéndome que los niños nos agarraron y se llevaron al tío Paco

Hasta hoy no lo he vuelto a ver, espero que este bien y algún día lo regresen al hotel.

Fuente: cuentosdeterror.mx

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