Las Cuerdas

Asesinos del Zodiaco
Asesinos del Zodiaco

¿Alguna vez has lidiado con una experiencia la cuál te haya echo sentir que hay alguien más dentro de casa, y tú solo pensabas “no quiero revisar” y simplemente lo ignorabas? Algunas veces, el miedo a lo desconocido fácilmente parece ser la opción preferida a la hora de enfrentar un peligro real, concreto. Normalmente no es nada, sin embargo y por ejemplo, algunas veces juraría que alguien tyomo el cambio de mi buró. Pero quizás son trucos desconcertantes de la memoria.

Pero que harías en caso de pasar algo que realmente te sugestiona? ¿Escaparías, o simplemente lo ignorarías, como yo lo hice?

El lunes pasado era un día normal. Desperté, lavé mis dientes y me puse el uniforme escolar, Todo el ritual mañanero. Parecía que sería otro día común y corriente, hasta que vi las cuerdas.

Habían tres o cuatro cuerdas gruesas en mi cuarto. Se entrecruzaban junto con las paredes de mi habitación, una atada a la puerta. No había manera de que no me percatase de ellas antes. Me hubiera tropezado con ellas antes. Estaban atadas en tachuelas en la parede, las cuales no habían existido hasta hace unos segundos.

Nadie entró a mi cuarto mientras yo estaba en él, y mucho menos pudieron hacer todo ésto. Era temprano, y me estaba despertando. Así que ignore lo que ví, desaté las cuerdas, y me fuí hacia la escuela, pero las cosas solo se pusieron más raras. Fuera de casa habían cientos de ellas, atadas entre las casas, alrededor de los automóviles,a peatones, a través de las calle, etc. “¡esto tiene que ser una súper elaborada broma!” – Me dije a mí mismo. Alguno de esos estúpidos programas de cámara escondida. Seguramente le dijeron a las personas que fingieran como extras, atándolas a objetos de los cuales se alejaban, como si de alguna manera siguieran un camino preestablecido.

Con temor, continúe mi camino a la escuela. En el autobus todos, excepto yo, estaban atados a la puerta. En la escuela, grupos de amigos estaban atados los unos a los otros; Maestros atados a sus escritorios y pizarrones. Lo que me extrañaba en éstos momentos, porque a mi me habían dejado fuera de la “broma”.

Cuando mi amiga Lucy se sentó a mi lado en la primera clase, ella simplemente puso su bolsa en mis piernas, y descanso su barbilla en su mano, mirando a través de mi hacia la ventana.

  • Hey, Lucy – Quise dirigirme a ella. No me respondió. – ¡Vamos! No creo que tu estés en esto también. -Insistí. Ella suspiró y comenzó a tomar libros de su bolsa. Todos los libros estaban atados a sus manos. Me molesté y arranqué la cuerda de un libro. Parecía que no se había percatado de ello, y descartó el libro completamente, dejándolo caer en el piso. ¿Umm…? -Me incliné levanté su libro y lo coloqué de nuevo en su pupitre. Ella no se lo ignoró.

Bien, ¡¿es así como nos vamos a llevar?! -Le dije sonriendo, tratando de parecer juguetón, pero en realidad estaba tratando de esconder mis nervios. Entonces, desesperado, hale todos los hilos atados en su mano hasta arrancarlos. Lucy parpadeó, y entonces me miró.

  • ¡¿Carajo Caz! Eres como un Ninja, o que?!. – He estado sentado aquí como 10 minutos. – ¿De dónde salieron todos estos hilos? – ¡Creí que todos me estaban jodiendo! Lucy se paró, se fué hasta una esquina, y nadie mas pareció notarlo. – ¡No estaban aquí hace unos minutos! ¿Los ves también? – No, a caso tu… Fuí interrumpido por mi maestra azotando la puerta. Todos excepto Lucy y yo murmuraron un buenos días, y aún así, nadie parecía percatarse de nosotros. – Las personas me han estado ignorando todo el día Lucy, Maestra, ¡Hey, perra estupida!, ¡No sabes enseñar ni un carajo!. No obtuve reacción alguna… – ¡Estoy harta de todas estas pendejadas!. Lucy hizo algunas cuerdas a un lado y dejó la clase. La seguí y, oh sorpresa, nadie lo noto.

Por un rato, vagamos por corredores, entrando y saliendo de clases, como nos daba en gana. Cada vez que desatábamos una cuerda de algún libro o silla de alguien, era como si de repente dejara de importarle a esa persona. Como si no existiera.

Le mostré la calle; Habían más cuerdas que las que habían esta mañana. El doble casi. Con cuidado, caminamos hasta un cae haciendo las cuerdas a un lado. No es la gran cosa, lo sé. ¿Pero qué harías tú en esa situación? Como dije, el miedo a lo desconocido algunas veces parece ser la opción más segura. En algunas ocasiones, le sugerí que uniéramos a algunas personas. Lucy se negó, recordándome lo aterrorizada que estaba. En el café, agarramos un par de sándwiches y bebidas del refrigerador. Encontramos una mesa, desatamos todas la cuerdas que iban a las sillas y nos sentamos. Estábamos en silencio, ambos demasiado asustados, ambos distrayéndonos al observar a las personas en el café, completamente ignorantes de las cuerdas.

Después de 20 minutos Lucy me habló. Dijo, apuntando a una mujer que estaba al fondo, en el café. Y así fue, Caminó al refrigerador y tomó el sándwich envuelto en plástico a la que estaba atada. – Ella pagará por él, y se ira. Y así lo hizo, de acuerdo a la profecía de las cuerdas. – Ese tipo no intenta pagar.

Veía como el tipo tomaba su café, y escapaba de la tienda.

Afuera, no era mucho mejor. Todo mundo seguía las cuerdas, atadas a sus vidas diarias. Lucy dijo que iría a su casa a dormir y tratar de despertar de ésto. Le dije que estaba bien, y la acompañe a su casa. Después de todo, ella solo vivía a 10 minutos de ahí.

Cuando llegamos a su calle, Lucy se detuvo abruptamente, con la boca abierta.

  • ¿Ahora que? – Mira Apuntó hacia fuera de la casa de uno de sus vecinos.

Lo vi claramente. Y me llevaré este recuerdo hasta la tumba. Era un pequeño duende oscuro, de quizás medio metro de altura, caminando con sus nudillos al suelo, casi como un mono. Tenía dos enormes ojos amarillos, del tamaño de casi la mitad de su cara, y no tenía boca, o ningún otra característica facial. Cargaba consigo un martillo y una bola de estambre, la cuál dejaba desenredar detrás de el.

Caminaba rápida y quietamente desde la puerta principal de la casa hasta el buzón de correo. Se detuvo, martilló un clavo a un lado del buzón y ató el estambre alrededor del mismo. Volteó a ver hacia donde estábamos, y se detuvo cuando nos vió. Nos miró con asombro y curiosidad. Casi podría decir que él era el que estaba más asustado. De pronto, nos hizo una seña con su pequeña mano.

Miré a Lucy, ella no se movía. Cambié la mirada a la criatura, la cuál me miraba fijamente.

Me acerqué. Con temor, reduje poco a poco la distancia entre nosotros. Este no era temor a lo desconocido. Era temor a la pequeña figura, a pesar de que no parecía nada de lo que debiera estar asustado. Cuando estaba a un metro de distancia, extendió su mano.

  • Uhm… Hola. – Así que ustedes están a cargo de las cuerdas. Asentó con la cabeza. Llamé a Lucy, pero ella no quiso moverse de donde estaba. – ¿Hay mas de ustedes? Y asentó otra vez. Quería preguntarle más, acerca de que era y de donde venía, pero parecía que estaba atorado en preguntas de ´si´o `no´. – ¿Si quiera tenemos voluntad propia?

Simplemente me miro fijamente, casi tristemente. De inmediato me sentí enfermo, y no pude soportar ver al pequeño monstruo más. Abracé a Lucy de la mano, quién había escuchado todo, y nos sentamos mientras ella acurrucaba su cabeza en mi.

  • Vamos.

Entramos a su casa y le hice una taza de té. Cuando la encontré en la sala, ella había desatado a su perro y estaba acurrucada con él, llorando. Dejé el Té a un lado, y me senté junto.

  • Me voy a dormir. Murmuró de repente, y en menos de un minuto, se quedó dormida. Dormir empezaba a sonar muy bien, y mis parpados se empezaron a sentir pesados.

Colapsé en la alfombra, y la última cosa que escuche antes de dormirme, fué el pisoteo de varios piececitos en la alfombra, cerca de mí.

Al día siguiente, me sentí mucho mejor, como si todo hubiese sido un sueño. La madre de Lucy me despertó, preguntándome que hacía durmiendo en su casa sin permiso. Al final nos preparó el desayuno.

Durante el desayuno, Lucy me preguntó porque me veía pálido y nervioso. La miré, y sonreí, murmurándole algo sobre que me sentía algo enfermo.

Pero la verdad era que, tenia miedo. Muchísimo miedo porque no podía ver ninguna cuerda. Me preguntaba si… mis acciones realmente eran mi voluntad…

— Via Creepypastas

Total
0
Shares
Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Related Posts
Asesinos del Zodiaco

Morella

El mismo, por si mismo únicamente, eternamente uno, y solo. Platón, Symposium. Consideraba yo a mi amiga Morella…
Read More