La sortija de esmeraldas

El Puente Negro
El Puente Negro

Alba era una dama anciana perteneciente a la aristocracia mexicana quien poseía una vasta fortuna. Desgraciadamente se encontraba sumamente enferma y no tenía herederos, pues durante su juventud no fue capaz de procrear hijos.

En la noche de un jueves santo tuvo una pesadilla en la que vislumbró a detalle la manera en que iba a morir. Una semana más tarde fue a entrevistarse con el clérigo del pueblo:

– Ay padre es que le juro que sentí la presencia del mismísimo Satanás.

– No se deje influenciar por las leyendas mexicanas que cuenta la gente. El demonio no existe.

-La muerte está cerca, Lo sé. Quiero pedirle que cuando yo muera mis posesiones sean repartidas entre la gente que menos tiene.

– Por supuesto doña Alva, que yo me encargaré de que su última voluntad se cumpla. Replicó el clérigo.

Transcurrieron un par de semanas, cuando una mañana se escucharon doblar las campanas de la parroquia. La gente se enteró de la muerte de la anciana. Increíblemente se veía en los rostros de la mayoría de los pueblerinos que les afectó dicha noticia, ya que dicha señora había dado el dinero para la construcción de la clínica y de varios orfelinatos.

Al entierro únicamente asistió el sacerdote y uno de sus acólitos quien lo protegió de la lluvia con la ayuda de un paraguas. Al término de la ceremonia ambos se dirigieron a sus respectivos hogares. Sin embargo, uno de los enterradores notó como doña Alba llevaba una gran joya colocada en una de sus manos.

Esperó hasta que la luna lo alumbrara lo suficiente y cabo hasta que pudo abrir el féretro. En efecto, en el dedo anular de la mano derecha, la octogenaria tenía puesta una sortija de esmeraldas.

Por más que intento arrancarla, no lo consigo con lo que resolvió cortar el dedo y posteriormente retirar el anillo con más calma.

Estaba volviendo a poner la tierra sobre el ataúd, cuando se dio cuenta escuchó el grito de una mujer. Volteo y vio horrorizado como la figura espectral de doña alba lo apuntaba con el índice de su mano amputada.

El hombre murió en el acto y así concluyó esta leyenda mexicana.

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