La niña a la que no le creyeron

Allá afuera
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Si no quieres sufrir, no escuches o leas lo siguiente:

Hubo una vez una niña llamada Lumy. Te observa. Que tenía amigos, compañeros y enemigos. Todos los días iba a su escuela y regresaba a su casa caminando. Curiosamente, siempre tenía que pasar por una calle donde a un lado sólo habían matorrales y un extenso bosquejo. Siempre le gustaba inventarse cosas por ahí. Un día ella regresaba de la escuela y se había tenido que quedar un poco más por un trabajo así que se le había hecho de noche. Pasando por los matorrales, notó algo raro, algo en ellos que no era normal; algo se movía. La niña comenzó a caminar más rápido pero ‘’eso’’ la seguía. Al voltearse, descubrió que era un hombre de apariencia no muy confiable que se veía bastante demente. La niña corrió y él la siguió. Llorando, pidió ayuda a las personas del lugar pero nadie le creyó pues era una zona muy tranquila. La niña siguió pidiendo auxilio por aquellas casas pero no le respondían. Ella seguía aterrorizada ya que cada vez que volteaba miraba a ese hombre acercándose. Intentó huir por otro camino que nunca había atravesado y hasta ahí se supo. Al día siguiente, se dio la noticia de que ella fue encontrada cerca del río, asesinada por alguien. Lumy te observa.

Esa es la historia de la niña.

La historia, en sí, es tabú, debido a que si alguien la cuenta, hay muchísimas probabilidades de acarrear una maldición. Esta maldición se da al hacer lo que a la niña le provocó su muerte; el no creer.

Hace tiempo, una joven llamada Sarah estudiaba en una escuela normal y corriente. Sus amigas y ella tenían un curioso y común pasatiempo para la edad: contar cuentos de terror. Esto podía ser desafortunado para los más crédulos que no sólo creían si no que casi hacían realidad la historia, llenándose de miedo en la oscuridad de sus habitaciones al llegar la hora de dormir. Sarah no era de esas. Ella escuchaba la historia y se entretenía imaginándosela.

Un día, sus amigas se reunieron bajo unas gradas en las canchas de deportes. Solían reunirse ahí para realizar su pasatiempo. Ese día, una de que más historias contaban, sorprendió a todas con una. No sólo se notaba más rara de lo normal, si no que se veía más seria. Contó una que ella misma dijo que se llamaba ‘’La niña a la que no le creyeron’’.

Parecía una típica historia de asesinato, donde siempre, todo es mentira. Pero su amiga recalcó algo bastante inusual para las historias de terror: ‘Crean en la historia, por lo que más quieran, crean’. Esto le sonó tan raro a Sarah que le preguntó si se encontraba bien a lo que ella respondió ‘’Te digo la verdad’’. Sarah simplemente se quedó pensando y regresó a su salón de clases para terminar el día.

De regreso a casa, no tenía mucho en qué pensar, así que se puso a divagar en la historia que le había contado su amiga. No daba mucho miedo, era corta, pero lo que le había sacado curiosidad era la advertencia de su amiga; ‘’Cree en la historia’’. Sarah se dejó de niñerías y optó por la madurez y se convenció que sólo era una historia más.

Llegando a su casa, saludó a sus padres y se retiró a su cuarto. Solía ponerse a ver algún programa de medianoche o incluso una película entera. Todo su día iba bien hasta que oyó algo. Unos pequeños golpecitos en la ventana. Se oían muy despacio pero ella los oía. Trató de ignorarlos, pero eso quizá lo empeoró porque después ya no fueron golpecitos, sino más bien rasguños en la ventana. Alguien estaba ahí y ella no quería verlo.

Se levantó de la cama y se dirigió al baño. Aún era temprano así que sus padres estaban despiertos en la sala de estar. Al regresar a su cuarto, notó algo diferente. La televisión no estaba en el mismo canal que ella había dejado. Era un canal de estática, un canal muy raro. Además el control remoto lo encontró en el suelo de la habitación. Esto ya era de por sí muy raro.

Unas horas más tarde, decidió darse un baño para relajarse. En cierto momento tuvo la necesidad de cerrar los ojos para que el agua bajara por su rostro. Cuando hizo eso escuchó un conocido sonido: la puerta estaba abriéndose. En ese momento, ella reaccionó rápido y se asomó por la cortina para ver lo que estaba irrumpiendo en la habitación pero no era nada.

Ella empezó a asustarse desde entonces. Tuvo que cerrar sus ojos de nuevo para lavar su cara y esta vez oyó algo peor; unos pequeños pies provocaban pisadas sobre el suelo mojado que la rodeaba. Algo la estaba viendo. Algo estaba en ese mismo espacio donde ella se encontraba indefensa. Rápido abrió los ojos sin importarle si le entraba agua y jabón con tal de intentar ver qué era lo que hizo eso. No había nada, pero ella sabía que alguien la estaba viendo. Salió del baño e intentó ir a su habitación, pero en eso volvió a escuchar algo reciente; esos piecitos. Al reconocerlo aceleró y llegó a su cuarto cruzando el pasillo tan oscuro que le permitía crearse la idea de lo que estaba detrás de ella. Llegó y se encerró.

Sarah apagó las luces con el fin de dormir pero su propósito fue interrumpido. Estaba intentando dormir viendo al techo pero sintió una presencia. No una presencia por el ámbito espiritual, que se siente cuando estás feliz y tranquilo o perturbado y triste si no algo que se estaba sentando al pie de la cama.

Lo sentía, como se inclinaba la cama. En eso tocaron despacio la puerta, como los golpes de la ventana de hace un rato. Sarah estaba viviendo un auténtico terror. Lo que estuviera sentado ahí ahora estaba de pie en la cama como si fuera a saltar en ella. Sarah no quiso voltear a ver la silueta que tenía frente a ella; la miraba por periferia pero no quería saber qué era. Los golpecitos de la puerta se volvieron golpes violentos cuando se oyó un susurro de la cosa que estaba ahí. Los golpes empezaron a desesperar a Sarah y la llenaron de locura. Eso no era nada normal, tenía que ver con algo que hizo.

Ella no hizo nada malo ¿no? Era sólo una leyenda ¿verdad? Dime que era verdad. Sarah simplemente se volteó de lado a la cama y vio. Vio la cosa. Vio el terror. Vio lo peor. Lo que estaba amenazándola en la cama ahora estaba frente a ella, viéndola a los ojos, penetrando profundo en su alma, quemando toda su tranquilidad y mostrándose de forma macabra. Sarah ni siquiera podía gritar, no sabía qué haría eso si gritaba. Era una niña, una niña que no se veía normal. Se veía sucia, muerta, con deseos horribles. Entonces ella abrió su boca para decir algo, algo que perturbó demasiado a Sarah Ella sólo dijo: ‘‘¿Crees en mí?’’

La puerta se abrió, eran sus padres. Sarah estaba llorando en la cama y la familia no durmió en esa noche. Al día siguiente Sarah no fue la misma. Cuando iba a la escuela, paraba y gritaba de repente. Sus amigas se asustaban y empezaron a alejarse de ella. No entendían qué le ocurría.

Cada día sus padres veían cómo se asomaba por la ventana y lloraba de la nada. Se veía la desesperación pura en su rostro. La llevaron con muchos expertos en temas psicológicos pero no muchos les dieron solución y los que lo hicieron sólo los llevaban en círculos.

Nadie lograba dar explicación al asunto, hasta que Sarah habló. Sarah un día dijo lo que veía. Todos los días ella veía a alguien. Una niña, una niña que no era como las otras; ésta la veía directamente a los ojos. En todas partes, sólo había que buscar bien para encontrarla, ahí estaba. Sarah dice que además de asustarse por lo que esa niña hizo, a ella le da más miedo el hecho de que la niña intente actuar como una persona normal a pesar de su estado. Se ve cómo su cuerpo prácticamente está podrido, pero eso lo hace según ella para que de verdad crean en ella. Sarah dice que está condenada a que Lumy la siga a todas partes para demostrarle que ella es de verdad. Todas las noches, la visita.

Si leíste la historia de la niña ¿crees en ella? No sé qué ocurra cuando no lo hagas, quizá la veas, quizá intentará estar en todo lugar donde te encuentres y cuando se canse de que no la notes, irá a verte y preguntarte cara a cara ‘‘¿Crees en mí?’’.

— Via Creepypastas

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