La momia viviente

Asesinos del Zodiaco
Asesinos del Zodiaco

Por cuestiones de trabajo acudí a una convención celebrada en la ciudad de Guanajuato. Nunca había tenido la oportunidad de visitarla y sentía mucha curiosidad ya que los mitos y leyendas acerca de sus momias, son muy conocidas dentro del territorio nacional.

Debo decir que pese a lo que me ocurrió allí, tanto el lugar como la hospitalidad de la gente son cosas verdaderamente maravillosas. El primer día del seminario salimos muy temprano, pues la persona que iba impartir la plática no se presentó.

Gracias a eso tuve la oportunidad de recorrer sus calles así como sus famosos callejones. Como me hallaba cerca del panteón municipal, decidí ingresar al famosísimo museo de las momias de Guanajuato.

Adquirí mi boleto en la taquilla y el hombre que me lo vendió me dijo:

– Es turista ¿verdad?

– Sí, ¿cómo se dio cuenta tan pronto de ello? Pregunté.

– Fue muy fácil, con tan solo escuchar la forma tan peculiar de que tiene de hablar me di cuenta que no es de por aquí. Por otro lado, déjeme decirle que tiene mucha suerte, ya que las momias “andaban de viaje”.

– ¿Qué?

– No me diga que no ha escuchado hablar de la exposición “momias viajeras”, en donde 36 momias dejaron este recinto por un periodo de cuatro años para ser exhibidas en territorio estadounidense. Apenas hace 15 días las regresaron a sus aparadores.

Sorprendido por lo que me comentó el vendedor, mi curiosidad aumentó en grado superlativo. Me introduje en el museo y fui viendo a través de los aparadores esa magna exposición.

No obstante, me pareció notar que en uno de los aparadores faltaba una pieza, es como si deliberadamente hubiese dejado su espacio marcado. Luego de recorrerlos salí de ahí con dirección a mi hotel. A pocas calles de llegar, vi como un auto casi atropellaba a una mujer. Me arroje al arroyo y la empuje en dirección hacia la acera contraria.

La dama se incorporó y exclamó:

– Muchas gracias.

No pude ver su rostro, pues estaba cubierto por una mascada de seda. Lo escalofriante fue cuando me dio la mano y uno de sus dedos cayó en la mía. Aquel pedazo de hueso era del mismo color de los que había visto en la exposición.

Alcé la mirada y grité:

– ¡Pero si es una momia! Ya era muy tarde, la mujer había desaparecido.

Total
0
Shares
Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Related Posts