La leyenda del farolito

El protagonista de esta leyenda originada a principios del siglo XX, es un joven de unos catorce o quince años. Él trabajaba encendiendo los faroles de la plaza en la ciudad de San Salvador, lo cual hacia noche tras noche, sobre todo el día de Domingo de Resurrección, así los fieles podían visitar la imponente y bella catedral a cualquier hora si lo deseaban.

El farolito , apodado así por la actividad que realizaba, tenía doble trabajo en los días de fiestas religiosas, pues se aseguraba de que ningún feligrés tanteara su camino en la oscuridad. Gracias a estas acciones, pronto fue conocido por todos y se ganó su afecto.

A pesar de tener una aparente buena salud, el jovencito cayó enfermo repentinamente. Se le brindaron todos los cuidados posibles en aquella época, pero la enfermedad pudo más, y le causó la muerte. El dolor por su partida fue tanto, que tardaron en encontrarle reemplazo y la policía se encargaba de encender los faroles.

Sucedió, entonces, aquel hecho que asombró a todos, mientras unos sintieron miedo, otros se llenaron de alegría, pues el farolito había vuelto a cumplir con su trabajo.

Su sombra luminosa, vestida con humildes ropas, rondaba ciertas noches del mes, lo cual indicaba que su espíritu seguía ligado a la vida terrenal.

Se dice que en su nuevo estado espiritual, se dedicaba solo a encender los faroles el día de Resurrección.

Pero otros decían que su trabajo era ahora iluminar el camino de las almas a otro plano existencial.

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