La hija del carroñero

Este dispositivo constaba de una estructura metálica con aros y un sistema de tuercas y tornillos, a través de los cuales, luego de colocar dentro a la víctima, se podía ejercer la presión suficiente como para ir quebrando todos los huesos del cuerpo.
La víctima era aplastada con una fuerza que, entre otras cosas, rompía las costillas, dislocaba el esternón y rompía lentamente la columna vertebral como si se tratase de una enorme tenaza en la que se coloca a una persona hasta despedazarla. Se ejercía tanta fuerza sobre el cuerpo que la sangre brotaba por todos los orificios del cuerpo, los dedos y el rostro.
Esta herramienta del mal fue utilizada, sobre todo, durante el reinado de Elizabeth I de Inglaterra para torturar a los protestantes, los traidores de la Iglesia.
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