La colina del Hombre Colgado

Asesinos del Zodiaco
Asesinos del Zodiaco

Gaston, Carolina del Sur, es un lugar pequeño y solitario.

Ubicado justo al sur de Columbia a través de la 321, es solo una pequeña migaja del pedazo de pastel deformado en la placa de los Estados Unidos que llamamos Carolina del Sur. Su población casi nunca ha pasado de los dos mil habitantes y tiene solo 3.4 millas cuadradas en todas las direcciones. El lugar se siente aún más solitario cuando vienes de un lugar como Roanoke, Virginia.

Después de que mamá perdió su trabajo, nos mudamos al único lugar donde residía el resto de nuestra familia: el buen y viejo sur de Cackalacky[1]. Yo había estado lamentándome durante todo el viaje en el camino hasta aquí. Por la forma en que el pueblo se veía, parecía que los únicos amigos que tendría aquí, serían hormigas de fuego y el calor infernal del sol.

Una vez que nos instalamos en el 304 de Dixiana Drive (siempre recordé la dirección porque el número estaba tallado en el camino a la entrada), inmediatamente me puse a recorrer el vecindario, buscando hacer amigos. En ese momento no sabía cómo andar en bicicleta y apenas sabía cómo andar en monopatín, así que recorrí un largo tramo de carretera justo enfrente de la fachada de un Wal-Mart hasta que llegue a un pequeño callejón sin salida que parecía ir cuesta arriba.

Sentado afuera, en el porche delantero de su casa, había un niño gordito con anteojos que parecían tener unos diez u once años, mi edad en ese momento. Realmente no tenía a nadie más con quien hablar, así que le pregunté cuál era su nombre y él me dijo que se llamaba Terry. Le gustaba mucho estar afuera, a mi no me gustaba mucho, pero a los dos nos gustaban los videojuegos. Terminamos llevándonos bien a causa de eso.

Había una cosa que no me había contado en las próximas semanas que pasamos recorriendo el vecindario: le gustaban las películas de terror.

Yo era una gallina enorme cuando se trataba de cosas relacionadas a lo aterrador, por lo que no me agradaban mucho sus gustos por las películas de terror. Peor aún, él tenía un montón de figuras de acción de personajes de películas de terror y un montón de cintas VHS de todas las películas espeluznantes que te puedas imaginar apiladas en su habitación. Cada vez que iba a visitarlo, estaba casi seguro de que me asustaría con uno de sus muñecos de Freddy Krueger o me obligaría a ver La masacre de Texas con él en la oscuridad.

Su habitación no era realmente bonita para empezar. Tenía una cama litera (era hijo único, y solo su abuela vivía con él) en la que dormía en la parte inferior y todas sus películas de slashers y figuras de acción estaban apiladas en la parte superior. Había montones de agujeros en las paredes y todo tenía un aspecto generalmente sucio. Lo cual hacía que ver películas de terror con él en la oscuridad fuera más… espeluznante.

Un día, cuando se dio cuenta de que yo odiaba todas las películas de terror que me obligo a ver, comenzó a contarme leyendas urbanas. Algunas de ellas se referían a la ciudad en su conjunto, pero otras, se referían a nuestro barrio en particular. Realmente no creí que ninguna de ellas fuera real.

Eso hasta que me contó acerca de La colina del Hombre Colgado.

Fue aproximadamente un año después de que nos conociéramos y estuviéramos dando vueltas en bicicleta por el vecindario (para estas fechas, Terry me había dicho que “me hiciera hombre” y finalmente me enseño a andar en bicicleta). Se detuvo cuando estábamos frente a una casa a la que simplemente habíamos apodado “La Cabaña Drogadicta”, debido a que sus residentes solían drogarse de forma regular. Parecía estar mirando un pequeño camino empinado detrás del lugar. Por lo general, él era el líder cuando se trataba de mostrarme nuevos lugares en el vecindario, así que no cuestioné nada cuando me hizo una seña para que lo siguiera por el sendero.

Fue una subida bastante empinada por la ladera de la colina, con mucha arena y rocas que causarían que los que no tuvieran cuidado se cayeran cuesta abajo. Se sentía como si los árboles se estuvieran cerrando más y más cerca de nosotros hasta que finalmente llegamos a una gran abertura en la parte superior.

Además de varias botellas de refrescos vacías y condones usados, la única cosa hecha por el hombre en la zona que podía ver eran largos tramos de postes de teléfono que cruzaban una serie de colinas arenosas y secas.

El área no parecía tener ninguna importancia en particular. Yo esperaba que Terry me llevara a un horrible cementerio o algo así, pero a la luz del atardecer en el cielo, esas colinas se veían hermosas. Pensé que quizás haría un ultimo intento desesperado para asustarme, pero en cambio, solo se volteo hacia mí con la cara más seria y sombría que había visto en él.

—Aquí estamos. La colina del Hombre Colgado.— susurró.

—¿La colina del hombre colgado? ¿Es esta otra de tus historias?

—Más o menos. Excepto que esta es cierta.

Puse los ojos en blanco ante el pensamiento. ¿Cómo es posible que esperara que yo creyera alguna de sus historias? Siguió mirándome con esa cara, esperando que respondiera.

—¿Cómo podría ser esto una ‘Colina del Hombre Colgado’? ¡No hay ningún hombre colgado, y hay por lo menos cinco docenas de colinas aquí!

—Justo ahí abajo. Mira.

Señaló con su dedo indice hacia el poste telefónico más cercano, el cual se hallaba entre las dos colinas más cercanas a nosotros. Un pequeño arroyo, de no más de cinco pies de ancho, corría entre las dos colinas y avanzaba hacia ese bosque interminable. No había ningún hombre colgado, pero el poste en sí parecía más ominoso que el resto.

—Roy Terrance.— susurró.

—¿Quien?

—No sería una Colina del Hombre Colgado sin un hombre colgado, ¿verdad?

Atravesó la primera colina en su ardiente bicicleta naranja. Intenté seguirlo, pero Wal-Mart no hace muy buenos artículos deportivos. Había una cadena defectuosa en mi bicicleta roja opaca y barata. Las ramas de los árboles circundantes se habían enredado en el suelo y ahora estaban enganchados en la cadena colgante. Tire fuerte del manillar del la bicicleta pero caí sobre mis rodillas con un pequeño sonido de “Splash” cuando mis piernas tocaron el agua del arroyo. No medía más de unos pocos centímetros de profundidad.

Casi llame a Terry para pedirle ayuda cuando me di cuenta de que se había detenido en el fondo justo antes de que yo hubiera caído al arroyo junto a él. Su cabeza estaba mirando hacia arriba, observando directamente a la parte superior de ese poste de teléfono de aspecto oscuro y sombrío.

—¿Me podrías ayudar?— Chillé.

Terry aparto su mirada del poste y me ayudo a ponerme de pie. Después de eso, su mirada siguió fijada en aparentemente nada en la parte superior del poste durante más tiempo.

—¿Qué es, o quién es, que estas buscando aquí?— Me quejé de frustración. Iba a estar muy enojado si todo lo que había obtenido de este viaje iba a ser una rodilla raspada. No había notado el dolor antes porque el agua en el arroyo era fría, pero ahora ardía como el infierno.

—Roy Terrance era propietario de ese pequeño cobertizo justo allí, al otro lado de los árboles.— No había notado el cobertizo antes. Estaba justo detrás de un gran roble. —Después de que su esposa y su hijo lo abandonaron, se suicido colgándose de los cables justo encima de nosotros. Los policías no encontraron mucho, solo una cáscara carbonizada de lo que solía ser un hombre. La leyenda dice que quienquiera que esté aquí a la hora exacta de su muerte, sera asesinado por el fantasma de Roy, siendo colgado de los cables por este mismo.

—Oh, y dime, ¿A que hora sería eso?

Por una vez, rompió su tono serio para darme un tonto “¡No lo sé!”, Encogiéndose de hombros, y luego volvió a esa actitud sombría.

—¿Y estás sugiriendo que nos quedemos aquí y lo esperemos?

A pesar de las muchas excusas que tenía para darle, decidí simplemente decirle “Es tarde y mamá está preparando la cena, así que tengo que irme a casa”.

—Bien. Dile a tu madre que estarás durmiendo en mi casa mañana por la noche, y haré lo contrario con mi abuela. Encuéntrame aquí a las siete.

En contra de mi buen juicio, decidí aceptar. ¿Qué tan malo podía ser? Obviamente, él estaba mintiendo y yo no me creía ese cuento. Aunque si bien ninguna de sus historias en realidad parecía ser verdadera hasta ese momento, su repentino cambio de tono había hecho esta historia un poco más creíble. Cuando me había contado sus otras historias, se reía tan fuerte que uno podía creer que se había fumado 1 kilo de marihuana.

Cuando nos dirigíamos a casa, justo cuando el último tono de naranja había dejado el cielo dándole paso a la noche oscura, le pregunté:

—¿Por qué te pusiste tan serio allí? Siempre te ríes cuando me cuentas tus leyendas.

—Perdí a mi abuelo por Roy Terrance. Mi abuela estaba con él cuando sucedió. ¿Nunca te has preguntado por qué está tan malhumorada todo el tiempo?

Su abuela era, de hecho, muy malhumorada. Nunca me había molestado en preguntar por qué ella era así. Si esto era todo un engaño elaborado por Terry, iba a darle una bofetada a día siguiente cuando nos reuniéramos.

Esa noche, tuve una pesadilla horrible. Como la mayoría de las personas, no podía recordar mucho al respecto, pero tenía escrito a Roy Terrance por todas partes. A pesar de que había un calor abrasador esa noche en Carolina del Sur, me había despertado con escalofríos.

Al día siguiente, cuando llegaron las 6 de la tarde, ya había empacado mi vieja mochila de la escuela con equipo básico como una linterna y algunas bolsas de Chex Mix en caso de que tuviéramos hambre. Para las 6:30, me encamine a la colina. Tengo que admitir que en realidad estaba bastante emocionado. Finalmente, alrededor de las 6:55, llegué al pequeño arroyo donde Terry ya había encendido una pequeña fogata y estaba asando malvaviscos. Si no hubiera decidido aparecer, lo habría decepcionado muchísimo.

—¿Cómo vamos a hacer esto exactamente? ¿Vamos a acampar aquí toda la noche? No sabemos cuándo se supone que se presente.— le dije.

—Er’ll wert erl nert hurr erf er herft ter— Se había llenado la boca con malvaviscos.

—¿Qué?

Deslizo el malvavisco con su garganta.

—Dije: ‘Voy a esperar toda la noche aquí si tengo que hacerlo’.

—Como sea.— repliqué mientras me dejaba caer junto a su fogata y comenzaba a sacar mis bocadillos.

Después de unas tres horas, el primero de los grillos comenzó a cantar su interminable canción cuando el ultimo rayo de sol llegó a su fin. Yo ya había empezado a irritarme, y estaba un poco cansado. Terry en cambio, estaba completamente despierto, con su mano pegada a la bolsa de malvaviscos. Había comenzado su mirada eterna en la parte superior del poste de nuevo.

—Terry… hombre, estoy cansado. Si no veo a un tipo muerto en la próxima hora, me voy.

—Mmmfkay.— Sus mejillas infladas con malvaviscos se parecían a las de una ardilla.

Me acurruqué al fuego y comencé a dormirme. Pero justo cuando estaba a punto de caer dormido, un sonido fuerte, crujiente y quebradizo hizo eco a través de las colinas y salió al bosque. Inmediatamente me senté. Mi visión estaba bastante borrosa por casi haber dormido, pero podía distinguir la forma de Terry. Él estaba boquiabierto, con los ojos tan abiertos como platos, observando la parte superior del poste. Si hubiera habido un poco de luz de luna, podría haber visto lo que estaba seguro de haber visto allí, pero la luna creciente se encontraba justo al otro lado de los árboles.

En un instante, Terry ya estaba en su bicicleta y pedaleando colina arriba, con una bolsa de malvaviscos en la mano. Me las arreglé para levantarme y llegar a mi bicicleta. Comencé a pedalear como un loco cuando me di cuenta de que mi cadena se había salido. Maldita maldita bici. Con mis ojos ajustándose a la oscuridad, miré hacia atrás en la parte superior del poste una vez más antes de irme corriendo a la cima de la colina.

Allí estaba él.

Roy Terrance apenas parecía una person. Su carne quemada era oscura como la noche, apenas aferrándose a sus huesos. Sus rasgos faciales, aunque no eran del todo evidentes, parecían estar en un estado constante de agonía y gozo. Y ese ojo… ese único ojo que aún le quedaba, me miró con absoluto odio e insaciable deseo. Justo cuando parecía que estaba listo para soltarse de los cables y venir a por mí, la débil columna vertebral que había estado sujetando su cabeza hacia esa pila de carne y huesos fundidos se rompió, haciendo que lo que quedaba de su cráneo cayera a la fogata que Terry había empezado. Me dio una sonrisa de satisfacción antes de desintegrarse en cenizas.

Seguí las huellas de llantas de la bicicleta de Terry, las cuales me llevaron a través de las colinas hasta un sendero que conducía de regreso al vecindario. Justo cuando me abrí camino hacia la cima de la colina, vi una forma delgada, colgando desde arriba.

—Oh no.— murmuré.

La bicicleta de Terry, la bicicleta naranja que tanto amaba, había quedado destrozada en la base de un poste de teléfono. Arriba, el cuerpo de Terry colgaba débilmente de los cables. Aunque, ya no se parecía mucho a Terry.

Terry no había estado en los cables tanto tiempo como Roy, lo que lo hacía aún peor. Su cuerpo estaba chamuscado, pero no del todo. Sus ojos se habían salido de sus cuencas y su rostro mantenía una mueca de horror. Lo que quedaba de su cabello se destacaba en su extremo, aún quemándose. Los cables aparentemente interminables se enredaron sobre el cuello de Terry como una boa constrictor. Y colgando de su escuálido y pequeño brazo quemado había una bolsa de malvaviscos, derretida en su mano por el calor.

Días después, la investigación policial no había dado resultados. Habían rastreado toda el área y no habían encontrado ninguna evidencia de que alguien hubiera estado allí. Les supliqué que buscaran en los cables telefónicos, pero continuaron diciendo que no había evidencia de que alguien hubiera tocado los cables. La búsqueda continuó durante 3 semanas. Después de que la policía finalmente se rindiera, la abuela de Terry falleció. Durante esos últimos días, no hablo con nadie en absoluto. Ella solo se sentó y miró fijamente la foto de ella y su esposo por el resto de su vida.

Una vez que la casa fue limpiada, me ofrecieron el contenido de la habitación de Terry. Su colección completa de películas de terror, figuras de acción y todo lo demás fue donada a la caridad. Por petición mía.

Volví unos años después. Había ido a Gaston a visitar a mi familia por un tiempo, y decidí hacer una pequeña parada por el vecindario. Cualquier evidencia de que habíamos estado allí hace tan pocos años fatídicos había sido barrida por la policía o el clima. Ahora, como antes, solo había basura y postes de teléfono inútiles. Justo cuando me estaba preparando para alejarme, vislumbré algo con el rabillo del ojo. Solo vi un poquito de eso antes de que se desvaneciera.

Era una bolsa de malvaviscos derretidos.


Autor: Indefinitesilence

Historia en su idioma original: Hanging Man Hill


  1. N.T. Cackalacky es un termino utilizado para referirse al estado de Carolina. (Ya sea el Sur o el Norte)

— Via Creepypastas

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