La chica de la sonrisa psicópata

Asesinos del Zodiaco
Asesinos del Zodiaco

Desearía que mi madre me hubiese escuchado ayer. Al igual que siempre, había creído que no era nada importante. Que solo se trataba de un capricho de adolescente, en mi afán por no convivir con mis primas.

Hay tantas cosas que desearía no haber hecho en mi infancia.

Lamento que mi letra este tan ilegible en este momento, pero los nervios y el pavor que siento hacen imposible que mi mano pueda dejar de temblar.

Lo que voy a contar, es tan real como la existencia del aire y las moléculas. No es algo que me hayan contado mis compañeros de clase frente a una fogata durante un campamento en medio del bosque. Es algo que yo viví… algo que llevaré conmigo hasta el final de mis días.

Muchos tal vez no me crean, pero no espero que lo hagan cuando alguien encuentre estas hojas de carpeta sucias y garabateadas en una investigación o simplemente por curiosidad.

Pero basta de banalidades, quiero darme prisa al redactar esto, pues no estoy muy segura de cuanto tiempo me deje vivir… ¿Esa cosa? No se como llamarle exactamente. Un humano no podría ser capaz de hacer esa clase de cosas por un estúpido recuerdo infantil.

_—Vístete ya, que tu papá esta desesperado por ir—._Esas eran las últimas palabras que había escuchado pronunciar a mi madre antes de que cerrara la puerta de mi habitación.

Mientras me maldecía a mi misma por no haber tenido otras cosas que hacer esa tarde, me vestí con desgana. No era nada interesante lo que haríamos “como familia”. Solo se trataba de una comida familiar en casa de mis abuelos con motivo de su aniversario de bodas. La casa estaba literalmente apartada, en un pequeño y tradicional pueblecillo de algún rincón del país. No había mucho en que centrar la atención en la cocina-comedor de aquella casa. Solo aquellos mismos rostros de familiares, de los que no me interesaba la vida de ninguno en específico.

Yo comía animadamente en mi lugar, sin hablar con nadie. Mi mirada iba del plato de comida frente a mí, en la mesa a mi celular; buscando una canción con la que valiera la pena destrozarme los oídos para no escuchar el molesto y creciente bullicio de la casa.

Algo llamó mi atención. Algo que hizo que mi espalda fuera recorrida por un escalofrío que nació en mi nuca y término en mi cadera. Una mirada. La mirada fría y penetrante de mi prima. Sus ojos color marrón pareciese que tuvieran algo, o mejor dicho: que reflejaran la falta de algo. De cordura. Ella hablaba animada mente con otra prima en común. Pero sin embargo, de cuando en cuando me miraba fijamente. Como si analizase cada una de mis facciones.

En cuanto cayó el sol sobre la casa todos nos retiramos a la sala de estar, y ella se vio obligada a dejar de ver su concierto en el televisor, en silencio; se retiro a un sillón del final de sala.

Mis tíos y demás familiares hablaban cálidamente sobre días pasados, recordando los buenos tiempos. Ella no parecía estar interesada en escucharles. Ambas ya lo habíamos hecho cientos de veces antes, en otras reuniones familiares. Al igual que yo, su atención estaba centrada únicamente en su celular y sus audífonos.

Pero al escuchar cierta anécdota, ambas levantamos la cabeza al mismo tiempo, casi simultáneamente. Quien hablaba era una tía.

¿Recuerdan como jugaban todas juntas cuando eran pequeñas?— Fue su pregunta mientras recorría el rostro de mis tres primas más jóvenes y él mío.

—Supongo que si— Dijo su hija, que era menor que yo por un año.

—_Entonces…¿Recuerdan el día que pelearon entre ustedes y desde ese momento no volvieron a jugar juntas?—P_reguntó otra prima más grande que yo.

—¿Qué día?— Preguntó otra prima, una de mis entonces compañeras de juegos.

—Ya saben.— Dijo divertida la tía que había tocado el tema —ese día… en que las cuatro jugaban con sus muñecas sentadas en los escalones de esta misma casa. Eran muy pequeñas, no tendrían más allá de siete u ocho años. Todo parecía marchar bien entre ustedes… Hasta que ustedes dos comenzaron a discutir— Tras decir eso nos señalo a mi, y a mi prima fenómeno.

Ella me volvió a mirar y ladeo la cabeza con una sonrisa ladina y perturbadora en sus labios. Esa sonrisa le daba un aspecto aún mas aterrador a su rostro ligeramente bronceado, de lo que había sido siempre. Lo recordaba, su mirada lo reflejaba. Como ninguna de las dos habló, la mujer mayor prosiguió su narración.

—No estoy segura porque peleaban, pero si recuerdo que Karin se molestó de tal manera que intentó derribarte en el peldaño donde te encontrabas para luego tratar de golpearte en la cabeza con un martillo de la herramienta de tu tío ¿Lo recuerdas, Itzy?— Era obvio que esa última parte había sido cínicamente dirigida a mí.

Con aquellas palabras, mi mente divago en los recuerdos de mi infancia. En efecto, lo recordaba yo también. Un escalofrío ahora más fuerte, volvió a recorrer mi espalda. Pude sentir de nuevo el miedo en mi estòmago mientras había tratado de empujarla lejos de mi. Y ese nudo en mi garganta, que no me había permitido ordenarle que se detuviera. De igual manera, recordé porque habíamos reñido de tal forma.

Ella siempre había sido rara. Su personalidad era bastante inconstante. A veces estaba de humor para reír todo el día. Otras ocasiones no tenían humor de nada y se mostraba lejana y sombría. Eso hacia que sintiera por ella un repudió genuino. Como nunca habíamos podido ser cordiales por ser diferentes de aspecto y de carácter, vivimos enemistadas hasta el odio más reciproco que hubiera tenido con alguien.

Esa mañana, no podría haber sido más de medio día; yo le había dicho que su muñeca me daba nauseas, pues tenía demasiada mugre.

Me había respondido que yo era “una cerda obesa y asquerosa“. La había contraatacado diciendo que era una “piojosa muerta de hambre”. Después ella había intentado asesinarme. Nunca más quise jugar con ella. Y creo que ninguna de mis primas lo hizo tampoco.

—¿Pero a qué viene todo esto, tía?— Pregunté tratando de darle otro rumbo a la conversación. Todos nos miraban atentos.

—¿Lo has olvidado? ¡Hoy se cumplen casi diez años desde entonces!— y dicho eso, soltó una sonora risotada que retumbó en mis oídos, perdiéndose hacía el interior de mi conciencia, y de mi alma.

Lo más extraño es que Karin no se había movido ni un milímetro ni había hecho intentos por hablar, como si de nuevo hubiera perdido el interés en lo que estaba ocurriendo a su alrededor.

Un buen rato después, mis padres, mi hermana y yo, nos excusamos para retirarnos y todos nos despidieron en un creciente barullo.

En cuanto puse mi cuerpo fuera de esa casa y lejos de ella, respire tranquilamente; como si me liberasen de un peso descomunal de encima de mi corazón.

En la noche, mentiría si digo que tuve problemas para conciliar el sueño pues el compás de mi música me tranquilizo y alejò mis pensamientos de los recuerdos.

Tras lo que creí que fueron un par de horas más tarde, desperté; no porque tuviera una premonición de que estaba en peligro sino porque alguien me tomo del pie.No podía escuchar nada pues mis audífonos resonaban con música con todo su volumen dentro de mis oídos. En un principio creí que era mi hermana mayor, Naye queriendo asustarme. Pero cuando me restregué los ojos para ver mejor, la vi a ella. A Karin, de pie, frente a mi cama. Llevaba la misma ropa que tenía puesta durante la reunión familiar; unos jeans negros y una sudadera también negra con un extraño símbolo ocultista o quizás satanista a la altura del pecho.

Su rostro aún conservaba la sonrisa ladina que me había causado escalofríos en casa de mis abuelos. Detuve la música en el reproductor de mi teléfono. Habló, con su tono de voz tan seco y bajo de siempre.

—Ven.Sal de la cama rápido. O te perderás la diversión—

Me levante descalza a toda prisa y la seguí a través del umbral de la puerta de mi habitación por el que había desaparecido. Llegué a la sala, a penas iluminada por la luz de la luna que se colaba a través de las persianas y las cortinas. Aquella luz blanquecina y resplandeciente le proporcionaba un aspecto lúgubre a la casa.

Gire sobre mis talones, dispuesta a regresar a mi habitación. Todo había sido una mala broma.

—He venido a jugar con todos como cuando éramos pequeñas— Escuche su voz en penumbras. Esa voz, parecía venir de todos y de ningún lado a la vez.

Apresuré mis pasos a mi habitación para regresar. Y choqué con algo. Caí de bruces al frío y lustroso piso. Era algo húmedo. Me levante, asqueada, pensando que era aceite de motor, por su extraño olor. Al levantarme, esquive aquello con lo que había chocado y al verlo más de cerca me quede de una pieza.

Era una estaca, firmemente clavada al piso, como si se tratase del tubo por el que descendían los bomberos en la estación. La estaca no debería haber tenido más de dos o tres metros de altura y unos diez o quince centímetros de grosor. Era de madera, y de ella chorreaba un líquido oscuro casi coagulado.

En ella, estaba clavado el cuerpo de mi hermana. Naye, había sido empalada de forma grotesca e inhumana por el recto. La estaca en punta roma le sobresalía por la boca, acompañada de un extraño nudo de cuerdas moradas chorreantes de líquido rojo. Retrocedí, horrorizada hasta que mi espalda se apoyo contra la pared del pasillo. Mire su rostro, antaño joven y pálido por naturaleza. Ahora estaba desfigurado en una mueca de horror y dolor que lo hacía irreconocible. Observe detenidamente sus extremidades.

Le faltaba el dedo anular de la mano izquierda y el medio de la derecha. Su torso tenía múltiples cortadas. De igual manera, donde antes había estado su oreja derecha, ahora solo se veía un oscuro muñón. Sus ojos habían desaparecido y su nariz estaba rota de forma grotesca. Parecía una joroba de camello al revés. Sus labios estaban cercenados y sus mejillas tenían quemaduras… ¿De ácido?

Ella. O esa cosa, salió de las penumbras y me miro como en la tarde lo había hecho tantas veces. Y volvió a hablar con esa voz que era la razón de mis pesadillas.

—Regresaré pronto. Es hora de jugar con Mary y Eri. Espero estés lista para cuando regrese, porque he estado esperando mucho tiempo ¿Ahora si quieres jugar conmigo, prima Itzy?— Y luego desapareció en la oscuridad; dejándome aturdida y aterrada.

NOTA DE LA AUTORA: A PESAR DE PUBLICAR ESTA CREEPYPASTA DE MANERA ANÓNIMA, NO SE ME RESTA AUTORÍA SOBRE ELLA. RAZÓN POR LA CUAL, SE PROHÍBE TERMINANTEMENTE EDITAR ESTA HISTORIA. TAMPOCO SE PODRÁ ADJUNTAR A LA MISMA, NINGUNA IMAGEN QUE REPRESENTE ALGÚN MOMENTO O CONTEXTO DE LA NARRACIÓN. ESTA HISTORIA ES COMPLETAMENTE ORIGINAL, NO TIENE INSPIRACIÓN EN NINGUNA OTRA CREEPYPASTA NI RELACIÓN CON OTROS PERSONAJES. TAMPOCO SE TRATA DE UNA ADAPTACIÓN. ESTA PÁGINA A PARTIR DE AHORA SERÁ MONITOREADA Y REVISADA CON FRECUENCIA DE FORMA PERMANENTE. ASIMISMO HAGO MENCIÓN QUE CUENTO CON LOS RESPECTIVOS DERECHOS DE AUTOR SOBRE LA MISMA, ANTE EL INSTITUTO NACIONAL DEL DERECHO DE AUTOR DE LA REPÚBLICA MEXICANA.

SI SE HACE CASO OMISO DE TAL INFORMACIÓN, SE PROCEDERÁ LEGALMENTE CONTRA EL INFRACTOR POR CARGOS DE PLAGIO.

POR SU ATENCIÓN, GRACIAS.

189.144.96.58 03:16 2 feb 2014 (UTC)Karin189.144.96.58 03:16 2 feb 2014 (UTC)


NOTA DE UN EDITOR: A pesar de lo dicho por la autora, quiero recordar a todos los editores que encuentren algún cambio necesario para este artículo, que esta es una Wikia, y por lo tanto, todos los artículos pueden ser editados por los usuarios (registrados o no), exceptuando artículos protegidos.

— Via Creepypastas

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