Keys Digory

El Puente Negro
El Puente Negro

Querido lector, te pido que no ignores esta carta, si utilizo este medio para contactarme contigo, es porque no encuentro otra manera, y ya no me queda mucho tiempo. Mi vida simplemente acabará esta noche, sin posibilidad alguna de que mi destino sea otro. Lo único que debes saber sobre mi es que soy guardia de una importante empresa de vídeo juegos a la que llamaremos R.

El día viernes 29 de noviembre del corriente año mi día comenzó como siempre, desperté temprano en la mañana, lleve a mis hijos al colegio y me fui a trabajar, ahora que lo miro en reversa, llevaba una vida de lo más monótona.

Al llegar a mi lugar de empleo me encontré con un gran revuelo, los programadores corrían de una habitación a la otra mirando atentos las pantallas de lo que era una partida creada por un usuario, nada raro, más de lo mismo. Pensé que toda la situación estaba algo sobre actuada, que no tenían por qué exagerar tanto, después de todo sólo era un juego.

Me senté en mi puesto de vigilancia y comencé mis quehaceres diarios, cuando de repente apareció mi jefe, muy nervioso, casi al borde de un ataque podría decirse, me pidió si por favor no podía tomar el turno de la noche, puesto que algo le había ocurrido al guardia que normalmente lo hacía y no había nadie disponible. A regañadientes accedí, a nadie le gusta trabajar 16 horas seguidas, pero necesitaba el dinero, de modo que no me quedaban muchas opciones.

El día transcurrió así de anormal, tan caótico como la situación que antes describí, y al caer la noche ya todos se marcharon a sus hogares, aunque pude sentir que lo hacían tensos, como si temieran que algo ocurriera mientras ellos no estaban allí para arreglarlo. Me quede totalmente solo en el edificio, sintiendo la tan desacostumbrada melodía muda del silencio, extrañamente no se escuchaban los tan habituales ruidos de la calle, era como si yo me encontrara en una burbuja, aislado del mundo.

A eso de las 3:00 am sentí ruidos en la recepción, esto me hizo sobresaltar, como dije antes, nadie más aparte de mí se hallaba en el lugar, dubitativo decidí ir a echar un vistazo. Como era de esperar, no había nadie. Lo que atrajo mi atención fue lo que se hallaba sobre el escritorio. Alguien había dejado un enorme envoltorio de papel rojo imposible de ignorar. Lo tome entre mis manos y note que se trataba de una carta, en este punto, ya siguiendo mi insaciable curiosidad la abrí…

Era una nota de lo más simple, escrita posiblemente por un chico de unos 13 o 14 años de edad. Otro jugador enojado – Pensé para mis adentros, pero como no tenía nada para hacer, y el joven se había tomado la molestia de saltarse toda la seguridad del lugar solo para dejar su entrega especial, decidí leerla.

Mis 20 años de experiencia en seguridad no me habían preparado para la sorpresa de lo que leí. Ese no era un jugador enojado, o con ansias de obtener algo de la empresa, esa era la carta de un psicópata, de alguien cuyas facultades mentales estaban sin dudas muy alteradas, de una persona cuya vida evidentemente giraba en torno a este juego, y que ahora, por una de esas cosas de la vida, se veía privado de la posibilidad de jugar.

En la carta él decía que estaba sumamente enojado con el tribunal por ser tan injusto con él. Se quejaba de que su cuenta principal había sido cerrada y que por eso ahora todos los demás jugadores lo iban a lamentar. Es difícil de explicarlo ahora, pero esa carta destilaba tanta ira que me atrevo a decir que casi quemó mis pupilas. Me horrorizo que una persona pudiera albergar tanto odio en ella, pero lo que más me altero, fue el hecho de que se tratara de un niño, de la edad de mi hijo.

El joven anunciaba que iba a crear una partida personalizada, y que luego esperaría a que se llenará, una vez llena la partida se quitaría la vida, no sin antes asegurarse de hallar uno por uno a los pobres chicos que entraran en ella, describía como planeaba torturarlos. Se nombraran desde desmembramientos hasta ataques con ácido, todo sumamente detallado. Anexaba su nombre de usuario para que mis jefes pudieran llevar un seguimiento detallado de sus movimientos y así comprobar que, en efecto, el cumpliría su amenaza, sin importar cuan lejos estuvieran los otros usuarios.

El nombre era: Keyz Digory.

En este punto, ya más guiado por la curiosidad que por el horror, ingrese con una de las cuentas que usualmente usan los técnicos de aquí para examinar fallas en el modo de juego. No me tomo tiempo entender de que iba exactamente el juego y como se ingresaba a las partidas creadas por los usuarios. Ahí la encontré, todavía había espacio para una persona más, no lo dude, ingrese. Debo admitir que algo en mi interior gritaba que saliera de allí, pero estaba cautivado con la idea de conocer a la persona capaz de imaginar tantas torturas en su cabeza. El chat estaba en silencio, nadie hablaba. Mala señal- pensé.

De golpe una sola línea me congelo la sangre: estamos todos, empecemos. El chico en verdad estaba dispuesto a cumplir su amenaza. Comencé a tener dificultades para respirar, pero me calme a mí mismo con la idea de que solo era un juego inocente, una amenaza que nunca llevaría a cabo. Luego recordé el intenso día que habían tenido los programadores, y allí apareció el miedo. Este no era un niño enojado común y corriente, era un asesino, y estaba enojado.

Las luces comenzaron a titilar, mi corazón va a mil por hora, un frío sudor recorre mi espalda. Temo que estos son los últimos segundos que me quedan de vida. No tengo mucho más por hacer, si el chico cumple en efecto con su amenaza, mañana por la mañana mi cuerpo yacerá inerte en el piso.

Escucho como detrás mío los pasos se aproximan, cada uno es como una puñalada en mi pecho, un segundo menos de mi vida. Por favor usuario, si encuentras dicha partida, no ingreses, no sabes que destino puedes correr, esta persona realmente tiene sed de venganza y no va a parar.

— Via Creepypastas

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