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Asesinos del Zodiaco
Asesinos del Zodiaco

Adán estaba muy contento en su primer día de trabajo, después de haberla pasado muy mal para sacar adelante a su familia, tuvo la oportunidad de ir a trabajar a Estados Unidos , como cuidador de borregos en un rancho, el lado malo de todo esto es que estaría solo en medio de la nada acompañado solo por borregos durante seis meses, la buena por supuesto, la paga. Una persona se quedó para entrenarlo durante una semana, no había mucho que enseñar, Adán ya había pastoreado antes, solo era cuestión de que se adaptara al entorno. Lo cual también le fue sencillo, entonces su acompañante partió con su parte de los borregos a un lugar más lejano.

Liberado un poco de la presión de que alguien lo cuidara Adán se relajó un poco y salió por primera vez con sus borregos, estaba sentado bajo un árbol, cuando le pareció ver cerca de un abrevadero a una persona agachada tratando de agarrar un poco de agua. Hasta donde sabia, él debía estar solo, así que se acercó para ver de quien se trataba.

El sujeto parecía estar muy distraído buscando algo dentro del agua porque no se dio cuenta de que lo estaban observando y mucho menos caminando hacia él, hasta el punto de verlo muy de cerca y saber que no se trataba de una persona… entonces Adán tomó su rifle, pero antes de que pudiera apuntarle, aquello se levantó, volteando al parecer molesto, miro fijamente al hombre, y estiró su mano atrayendo el rifle como si fuera un potente imán, después entre sus manos lo doblo como hoja de papel y lo regresó a su dueño.

Adán algo asustado se quedó inmóvil, mientras aquel ser humanoide de más de dos metros se acercaba lentamente, caminando como si el piso lo espinara, tal vez si, pues estaba completamente denudo y sin zapatos, su piel era café claro, casi transparente, delgado, pero no se le notaban sus huesos, de nariz apenas tenía un par de huecos, en una cabeza sin orejas, pero con enormes ojos rojos que no parpadeaban como los nuestros y unas protuberancias en la cabeza.

Al llegar frente al hombre, levantando su escuálida mano con solo tres dedos flacos, lo tocó en la frente, y emitió un sonido extrañó, como el de los insectos al comer… parecía le decía algo, pero Adán no pudo entender. Entonces la criatura saltó sobre él hasta un árbol, entre el cual se perdió de la vista del hombre que apenas reaccionaba de lo sucedido. Muy concentrado en saber qué rumbo había tomado, Adán aun fijaba su vista en la copa de los arboles, y de pronto sintió que lo tocaban por detrás en uno de sus hombros…

-¿Los viste verdad?- Le dijo un viejecillo, -¿A quién?- dijo el hombre un poco desconcertado después del susto que se llevó –A los invasores hijo, los grandotes flacos -,-Si señor los vi-,-Es mejor que los dejes hacer lo que tienen que hacer, yo llevó mas de sesenta años viéndolos por aquí y jamás me han hecho daño, solo deja que se lleven unos cuantos borregos y finge que no están…-

Platicando más con el viejo supo que en esas montañas era común verlos, venían por borregos, agua y cosas que recogían de los alrededores, como si fueran muestras, el viejo los veía desde niño cuando pastoreaba con su padre. Jamás habían lastimado a alguien, pero mucha gente temía, que se los llevaran algún día como lo hacían con los borregos.

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