Historia de miedo El diario

El Puente Negro
El Puente Negro

Era el primer día de Belén en la biblioteca del estado. La enviaron desde el colegio para conseguir algunos créditos extras por lo que ni ella ni el bibliotecario estaban preparados, ni dispuestos para trabajar juntos. El hombre que trabajaba ahí desde hace 30 años, trató de mantenerla lo más lejos posible, así que le dio el área de libros comunes, prohibiéndole entrar a las demás.

Pero la joven no tenía intenciones de obedecer a un viejo mal encarado, todas las cosas que él decía, ella las tomaba como reto. Empezó a tomar libros de las “secciones prohibidas”, se los llevaba a casa, veía una cuantas páginas y los aventaba a un rincón por aburridos, no entendía porque el bibliotecario los cuidaba tanto.

Uno de tantos libros que tomó sin permiso, resultó algo distinto a los demás, estaba cubierto en piel como muchos otros, pero era tan tersa, delgada y tan suave que invitaba a acariciarla más de una vez; no tenía algún título, editorial o ilustración en la portada, ¡en realidad no tenía nada!, ninguna marca que dañara aquella bella piel. Entonces lo más lógico para conocer su contenido era abrirlo.

Cuando la chica lo hizo, una ligera brisa alcanzó a enfriar sus pies y después le siguió el cuerpo, al ver que en realidad tenía en las manos un diario en donde se relataban hechos macabros acontecidos en la vida de una persona desconocida.

Las cosas que se narraban ahí, rebasaban por mucho las peores películas que había visto en su vida, tenía el miedo clavado en la espina , pero aun así, algo la motivaba a seguir leyendo sin parar. En tan solo una decena de páginas, su mente estaba hecha trizas, pues en cada una de ellas se narraba un terrible asesinato y aun restaban cientos de ellas. No tenía tiempo de leerlas todas, así que saltó a las ultimas, las cuales resultaban por mucho, peores que las primeras, como si la maldad del dueño del diario hubiese crecido con la práctica.

Al siguiente día, llegó con el bibliotecario, le entregó el diario en sus manos, confesó haberlo desobedecido, y pedía disculpas por ello… el hombre lo tomó con una sonrisa, y simplemente dijo a la chica: —¡No te preocupes!… con esa actitud, lo único que has logrado es que hable de ti en mi diario…—

Si quieres saber lo que fue de la chica, simplemente busca el diario del bibliotecario , tiene una página completa dedicada a ella, la 327 para ser exacto…

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