El usurero del baratillo

Allá afuera
Allá afuera

El hombre fue muy conocido en la Plaza del Baratillo. Allí vivió todavía en tiempos de la Revolución de 1910. Solo se le veía un par de veces al día, cuando el hambre le obligaba a bajar la escalera de su casa. Las horas restantes del día el zaguán permanecía hermético. Rápidamente cambiaba unos centavos por atole y tamales o por nopales y tortillas, según la hora, no cruzaba palabra con nadie, y volvía inmediatamente a su encierro.

Era un hombre demacrado, de mirada extraviada, blanco, estatura regular, bigote y piocha que dejaban ver evidentemente un rostro sin afeitarse. Vestía pantalón negro y camisa que fue blanca en otros tiempos. Tenía tanto dinero que por haber acumulado tan inmensa cantidad de monedas de oro perdió la razón. Desde un ropero llevaba las talegas a su casa y allí las depositaba. El ruido que producían las monedas al chocar era toda su obsesión. Se dice que ese tesoro lo consiguió por prestar con muy altos intereses.

Prestaba su dinero en oro y ponía como condición que se le devolviera en oro. Una ocasión tropezó con un hombre más listo que él, quien logró sacarle a plazo corto como dos mil pesos con el 25 por ciento, pagaderos en ocho días, pero en lugar de liquidar la deuda, huyó llevándose el dinero. Fue esta la causa definitiva de su locura. Desde ese día para el usurero no hubo más obsesión que contar su dinero y chapotear con sus manos repletas de monedas, que dejaba escurrir para escuchar cómo sonaba al golpear unas con otras.

Se dice que el hombre murió rodeado de algunas de sus tan amadas monedas de oro, pero desde entonces los vecinos lo ven casi todas las noches, y las familias que han vivido en esa casa oyen sus pasos en las escaleras que suben o bajan, también se escucha el tintineo de las monedas.

Es el usurero del Baratillo que cuenta su tesoro, tesoro que, como hasta ahora nadie lo ha encontrado, se asegura que sigue escondido en varios sitios de la casa, pues en medio de su gran avaricia pensaba que de ese modo jamás podrían encontrarlo.

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