El Molinete al Final de la Calle
“En la ciudad donde vivo hay una calle que termina en un viejo molinete de hierro. Lo curioso es que no hay nada que alerte sobre la interrupción de la calle.
Uno va pedaleando en la bici, con la mente en otro lado, y de repente ¡pum!, aparece el molinete delante de ti. Del otro lado del molinete sólo hay un enorme campo alambrado, y se dice que si uno cruza por el lugar a determinada hora del día, en determinada época del año, terminará metido en un universo paralelo”.
-No te creo nada- dijo Juan después de escuchar la historia de su amigo. El otro chico se encogió de hombros.
-Es sólo una leyenda. Cuando me visites, hazme acordar y te mostraré el molinete.
Recién volvieron a verse al verano siguiente, cuando Juan fue a pasar unos días a la casa de su amigo. Entonces éste le hizo recordar la leyenda del molinete, y juntos fueron a explorar el lugar.
Pero algo había cambiado desde la última vez que el chico visitó el molinete; ahora en los alrededores se habían construido muchas casas precarias y la gente estaba muy mal vestida y sucia y los miraba con abierta hostilidad desde las ventanas cubiertas con pedazos de nylon.
-Es una villa miseria- explicó el chico, sin necesidad-. Debieron haberse asentado hace poco. Mejor vayámonos.
-Primero crucemos por el molinete- dijo Juan, que miraba a los habitantes del barrio en forma despectiva-. A mí no me van a asustar unos cuantos negros villeros.
Cruzaron por el molinete, que lanzó un chirrido tétrico en la tarde soleada, y luego de mirar en derredor Juan negó con la cabeza y dijo a su amigo:
-¿Tanto lío por esto? Mejor nos hubiésemos quedado en casa jugando a la Play.
-Volvamos de una vez- dijo su amigo, que parecía cada vez más nervioso.
-Sí, vayámonos- dijo Juan, arrugando la nariz y mirando hacia una casucha pintada de color verde, que parecía a punto de derrumbarse- Acá hay olor a mierda. No sé cómo la gente puede vivir así.
Pero cuando regresaron y quisieron entrar a la lujosa casa del amigo de Juan, la madre de éste no los reconoció y comenzó a gritar a todo pulmón.
-Mamá, soy yo… ¿Qué bicho te ha picado?
-Policía, policía- llamaba la madre.
Al rato llegó un patrullero, y bajaron dos policías que se llevaron a los chicos mientras la madre era atendida y sedada por unos paramédicos.
En el camino, uno de los oficiales se volvió y miró a Juan.
-A vos te conozco, mocoso- le dijo-. Sé dónde vivís.
-Señor, todo esto debe ser una equivocación…
-La próxima vez que te encuentre tratando de robar, te muelo a palos- amenazó el policía.
Y luego el patrullero se detuvo y dejó a los chicos en la casa verde cercana al molinete, donde tuvieron que vivir durante los siguientes quince años.
Y luego el patrullero se detuvo y dejó a los chicos en la casa verde cercana al molinete, donde tuvieron que vivir durante los siguientes quince años.
— Via Creepypastas
