El maquillaje de Anselmo

Asesinos del Zodiaco
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Anselmo estaba pasando por un tiempo muy malo, su trabajo se había visto severamente disminuido en gran medida a la mala situación económica que vivía la ciudad en esos momentos.

Aún guardaba en su corazón el anhelo de convertirse en el mejor comediante del mundo, cosa que era extremadamente difícil de conseguir, ya que el único trabajo cercano a ese mundo era lo que realizaba en la actualidad. Un payaso común y corriente dedicado a amenizar fiestas infantiles.

Todos sus accesorios (peluca, traje, maquillaje, calzado etc.) estaban viejos, desgastados. Motivo por el cual las pocas personas que llegaban a contratarlo le pagaban menos de lo debido.

Un día paseando por uno de los barrios más conflictivos de su comunidad, observó la marquesina de un establecimiento. Dicho anuncio se hallaba iluminado con luces de neón y decía lo siguiente: “Artículos de magia y algo más”. Por su mente pasó la idea de que a lo mejor encontraría un equipo de payaso más económico y así podría renovar su vetusto disfraz.

El dependiente de la tienda salió a su encuentro y le dijo:

– Adelante buen hombre ¿qué es lo que necesita?

– Estoy buscando algo que me ayude a mejorar mi apariencia. Mi trabajo consiste en entretener a niños en sus fiestas de cumpleaños.

– ¿Es usted mago o algo parecido?

– No, soy un payaso que quiere mejorar su rutina.

– ¡Ya veo! Porque no les relata cuentos de terror a los niños. Hoy en día eso les encanta. ¿No me diga que no ha escuchado la leyenda del perro con botas?

– Sí claro, es buenísima. Eso de provocarles miedo a los chiquillos no está nada mal. ¿Qué me aconseja?

– Utilice este maquillaje, le dará un aspecto tétrico a su rostro. Únicamente debo advertirle que no aplique una cantidad demasiado generosa, pues puede sufrir algunas lesiones superficiales en la piel.

– No se preocupe, lo tendré en cuenta.

Anselmo se dirigió a su hogar y lo primero que hizo al llegar fue pararse frente a un espejo y comenzar a maquillarse. El color de aquel maquillaje era blanco. Sin embargo, por más que se lo aplicaba en el rostro éste parecía no hacer ningún efecto.

Desesperado vació el resto del contenido del tarro sobre su frente y comenzó a tallarlo vigorosamente. Comenzó a dolerle la cabeza y al tocarse con uno de sus dedos, sintió como uno de ellos se introducía hasta llegar al cerebro.

La masa encefálica empezó a salir por el orificio y el hombre murió al instante.

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