El extraterrestre gris

El Puente Negro
El Puente Negro

Usted probablemente ha oído hablar de los extraterrestres grises, esas criaturas de cabezas voluminosas, ojos negros, pequeños cuerpos, extremidades delgadas. Se han escuchado numerosos testimonios de presuntos encuentros extraterrestres a través de Internet. Por supuesto, yo nunca creí en ninguna de estas historias. El concepto de alienígenas grises era muy interesante, y poco a poco profesé alguna creencia respecto al tema: más o menos fingía creer, como si me divirtiese hacerlo. En lo profundo de mí, sin embargo, la existencia de extraterrestres grises tendía a la irrealidad, cualquier tipo de vida extraterrestre en nuestro sistema solar se definía por lo ficticio.

Fue necesario un suceso perturbador para cambiar dicha perspectiva y mi propia vida; un evento que no puedo olvidar. Estoy seguro de que si esto lo hubiese vivenciado usted, adoptaría el mismo sentimiento. He aquí mi experiencia:

10:09 A. M. 25 de noviembre de 2012: Un amigo y yo estábamos de vacaciones por ser Día de Acción de Gracias e hicimos un viaje a la frontera de New Hampshire y Vermont. Decidimos tomar una caminata a través de un largo sendero que corría a lo largo de un río, después del desayuno. Acampamos a un lado del camino, recorrido durante 35 minutos aproximadamente, tomando un descanso cerca de una gran roca de la que brotaba un chorro de agua. Un objeto atravesó el cielo, semejante a un avión; se movía muy rápido, a la velocidad de un jet. Mi amigo se percató de que no dejaba rastro de humo o una estela de vapor detrás de sus motores. Imaginé que era un vehículo militar sofisticado.

Sobre la pista anduvimos alrededor de 45 minutos, encontrando por fin un claro idóneo para establecer nuestra pequeña tienda de campaña. Reunimos grandes trozos de madera para encender el fuego y asar los malvaviscos. Mientras recogía leña, mi amigo sintió curiosidad por un claro en el bosque, más apartado y distintivo por algún presentimiento subterráneo. Fácilmente se distinguía como el trazo de una tiza blanca que consolidaba un círculo perfecto. Las hierbas aledañas a la figura presentaban coloraciones pardas y se veían marchitas.

Cocimos los malvaviscos, y luego nos embutimos en nuestros sacos de dormir dentro de la tienda. En silencio nos contamos historias de terror: las leyendas de Big Foot, de quien se rumoreaba estaba al acecho en las áreas de Vermont, y otras criaturas. Historias que aprendí de la Guía de monstruos de Vermont por Joseph A Citro e ilustrado por Stephen R. Bessette. La noche era muy tranquila, justo como queríamos. Me dormí casi a las nueve. Durante las intermitencias del sueño creí oír siniestros crujidos en el bosque.

Me desperté alrededor de las 12:26 a.m. Mi amigo dormía profundamente. Abrí el cierre y miré fuera de la tienda: dos o tres ciervos atravesaron rápidamente el campo a unos 17 metros de distancia de la tienda. Ignóro la razón pero intuía que se debía a miedo: acaso un oso rondaba por el entorno o un depredador nocturno. Volví a acostarme.

2:38 A. M. 26 de Noviembre de 2012: Mi amigo me despertó. Había oído un chillido fuerte. Le comenté sobre los ciervos que vi correr hacía un par de horas, suponiendo que el chirrido se relacionaba con los animales asustados. También le recordé que algunas de mis historias probablemente habían tenido un efecto resonante e inconsciente.

Una luz brilló a lo lejos, procedente de la pista desierta. Ante el temor que representaba un guarda del parque, permanecimos en silencio. Pero los guardabosques no hacían servicio a horas tan tempranas. Podría ser entonces la linterna de un excursionista extraviado, pero la incertidumbre alimentaba nuestros temores.

La luz se trasladaba como una persona que porta una lámpara. Se aproximaba con mayor fuerza. Mi amigo y yo encendimos las linternas, saliendo de la tienda, fascinados, y él gritó: “¡Hola por ahí! ¿Estás perdido?”

Otro presentimiento abatió mis deducciones. ¿Y si el círculo y esa luz eran afines? ¿Y la huida de los ciervos y el extraño objeto aéreo?

Recordé las historias acerca de los grises y los OVNI, registrados en ciertas narraciones sobre extraterrestres en la Guía de Monstruos de Vermont.

La luz se avecinaba: pronto percibimos cómo se definía la figura de un hombre. El terror nos impidió retirarnos a la tienda. Cuanto más se acortaba la distancia, nos constaba que poseía nuestra altura, relativamente alto. A unos pasos, su rostro brilló intensamente en tonos rojos, cegándonos momentáneamente, pudiendo vislumbrar unos enormes ojos carentes de signos de iris o pupilas.

Aquello fue el colmo. Corrimos frenéticamente dentro de la tienda y nos cubrimos con nuestras bolsas de dormir en un respiro. Los grises existían, eran reales, y el objeto avistado horas antes, un OVNI. El claro estigmatizado con el singular gráfico geométrico respondía a la nave que se posó en esa región del bosque. Sin duda los ciervos temían al gris que habíamos descubierto.

Se sucedieron horas, eternas horas. Agobiado por la ansiedad de la espera, mi amigo deslizó el cierre y entrevió un ligero panorama del exterior. “Se ha ido”, murmuró. Repentinamente una luz lactescente deslumbró con fulgor potente a sus espaldas. El resplandor lo atrajo como un vórtice luminoso, arrancándolo del interior de la tienda, y yo no cabía en mi asombro. Lo levantó, dejándolo caer al suelo solo un instante, absorbiéndolo con un rugido de succión que me hacía desfallecer del horror. No me atreví a enderezarme, apretando la bolsa enrollada a mi cabeza, negándome a ver. Todo se sumió en un silencio absoluto.

8:34 A. M. 26 de Noviembre de 2012: me desperté a la mañana tratando de recordar lo que pasó anoche. Me acordé de mi amigo, arrastrado por esa luz brillante. Allí, en su saco de dormir lo vi durmiendo profundamente, o quizá muerto. Lo zarandeé levemente para despertarlo, y le pregunté por lo sucedido en la madrugada.

Era extraordinario. Él no recordaba nada. Cambié de tema de inmediato, deseoso de sepultar aquella horrible experiencia en el olvido. El claro en el bosque, por otro lado, no existía, esfumado por ensalmo.

Creí que todo lo había soñado. Pero no muy lejos de nuestra tienda de campaña otro claro había surgido, inmenso, de mayor envergadura que el del bosque. Una sustancia blanca lo rodeaba, estructurando un círculo perfecto, y la hierba chamuscada yacía mustia sobre sus pálidos tallos.

— Via Creepypastas

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