El duende de Zaragoza

Asesinos del Zodiaco
Asesinos del Zodiaco

El 27 de septiembre de 1934, en la ciudad de Zaragoza, España, comenzó uno de los casos más conocidos del ámbito de lo sobrenatural, el del Duende de Zaragoza, en el cual una familia fue asediada por una entidad paranormal.

La familia Palazón, que residía en el complejo de apartamento de la calle Gascón Gotor, comenzó a experimentar sucesos inexplicables, como risas maniáticas y voces provenientes del interior de las paredes de la cocina. Eventualmente, los vecinos del edificio pudieron escuchar los ruidos, que en un principio fueron reportados por el ama de llaves de los Palazón, una mujer llamada Pascuala Alcocer.

La mujer reportó que una voz proveniente de una estufa de madera la atormentaba constantemente, y al inspeccionar (y para sorpresa de los miembros de la familia), una voz comenzó a responder preguntas y a interactuar de manera burlona con los Palazón. Conforme las noticias se extendieron, miles de individuos se interesaron en el caso del “Duende de Zaragoza”.

Inclusive medios extranjeros como el London Times tomaron un interés por el caso; y la policía y autoridades de Zaragoza comenzaron a ponerle atención al asunto. Pascuala fue entrevistada por unos cuantos psiquiatras, pero sin resultado alguno.

La evidencia presentada (y el hecho de que la entidad seguía en el lugar, aparentemente) rápidamente demostró que no se trataba de un engaño o truco realizado por los Palazón o Pascuala. El “duende” no solo hablaba, si no que también podía adivinar cuántas personas se encontraban en una habitación determinada y pudo responder a un interrogatorio:

-¿Quieres dinero?

-No.

-¿Quieres un trabajo? -No.

-¿Qué es lo que quieres, hombre?

-No soy un hombre.

Sin respuesta alguna a los eventos, los expertos metidos en el caso dedujeron que Pascuala estaba realizando un complicado acto de ventrílocuo, cosa que jamás pudo ser probada.

Los ocupantes del edificio fueron desocupados y se llamó a un arquitecto para que examinara el edificio. Inclusive se llegó al grado de involucrar al ejército español y cortar todas las comunicaciones desde el exterior. Sin embargo, la voz continuaba saliendo de la estufa, esta vez mucho más agresiva: insultando y diciendo que mataría a todos.

Los investigadores, así como el arquitecto; se mostraron confundidos por la misteriosa voz y el hecho de que Pascuala (la principal culpable) no se encontraba en el lugar.

Al llamar a un albañil para que midiera la cocina, la voz le dijo: “No te preocupes, mide 27 centímetros”, cuando el hombre se encontraba calculando las medidas de una parte determinada de la habitación. Y exactamente, como dijo el ser, la medida era correcta. El albañil se levantó y abandonó el edificio a toda prisa, dejando sus herramientas en el lugar.

Arturo Grijalva, hijo del dueño del edificio y único testigo vivo del evento, narra que en el tiempo que la investigación estaba siendo realizada, se escabulló al interior de la cocina para ver si podía escuchar a la voz. Se dio cuenta de que ya nadie vivía en el edificio, y que solo había policías guardando el perímetro del departamento.

Cuando Arturo le dijo a su padre que era una locura, que se fueran, la voz le contestó con una voz ominosa y gutural: “No estoy loco, pequeño”. Todo mundo lo escuchó y huyó de la zona. Luego de dos meses, la voz se detuvo y jamás volvió a ser escuchada.

Pascuala fue considerada la culpable del fraude, ya que las autoridades probaron ser incapaces de determinar qué ocasionaba la voz. Se declaró que la empleada podía manipular su voz y realizar el complicado acto para engañar a la población.

Pese a que los escépticos refutaron el argumento diciendo que Pascuala ni siquiera se hallaba en el vecindario durante la investigación, la policía y los jueces locales siguieron culpando a la mujer. El ser inculpada tuvo consecuencias duraderas: la mujer jamás se recuperó del todo y se rehusó a socializar en público.

Ya siendo vieja, fue entrevistada por los medios españoles para que diera su opinión, y lo único que pudo decir fue que la voz venía de la pared.

El edificio donde ocurrieron los hechos ya no existe. Fue demolido para evitar que la voz volviera. En su lugar, existe un nuevo edificio departamental en el que hasta la fecha, no se han reportado sucesos extraños. Su nombre es el edificio Duende.

— Via Creepypastas

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