Dias Oscuros

Allá afuera
Allá afuera

Inspiracion

Quizás no debimos golpear tan fuerte. Quizás debí contenerme un poco. Pero ya nada se podía hacer, mientras se iba formando un pequeño charco de sangre alrededor de su cabeza, inmutable, reparé en que no sentía nada al verlo allí tendido.

El cuerpo de nuestro captor yacía sin dar signos de movimiento, inerte. Estaba muerto, y yo no sentía nada. Pero en ese momento algo más capto nuestra atención, era algo que no veíamos desde hace meses. Luz. Por fin éramos libres.

Desperté sobresaltada, retirada del sueño, el cual era la única forma que encontraba para sentirme aliviada, fuera de mí. Una ráfaga de aire me acaricio el rostro, como informándome que aún vivía, y los estrepitosos pasos de aquel hombre que hacían crujir cada escalón rompían la incansable quietud de nuestra prisión. Hora de comer. ¿A que miserable existencia hemos sido condenadas, mi hermana y yo, sin culpabilidad alguna?

Como era de costumbre, cuando estaba de mal humor, aquel hombre no pronuncio palabra alguna y solo se limitó a observarnos un instante bajo la leve penumbra provocada por la luz que emanaba del exterior. Finalmente las puertas cerraron con un estruendo y se oyó el cerrojo del candado, el cual nos separaba de un mundo que no podíamos apreciar desde hace ya mucho tiempo.

Apetito no era exactamente lo que sentíamos, al menos yo deje de sentirlo todo.

Con tal oscuridad abrasándote a cada instante todo parecía incitarte a creer que eras un fantasma. Solo la voz de Megan me ayudaba a pensar que aun no era hora de resignarse, y morir. Al momento, un conocido resplandor me retiró de mis cavilaciones. Una vez a la semana nuestro aparente sayón traía una vela y un par de cerillos junto con la comida diaria (Al parecer un gran esfuerzo para él). Esta iba predestinada a servirnos de ayuda mientras rezáramos. Pero ya no rezábamos, Dios nos había abandonado.

Y ese hombre no merecía en lo más mínimo el titulo con el cual nos obligaba a nombrarlo. ¿Qué nos quedaba?, solo nosotras.

El prolongado silencio que susurraban las cuatro paredes de nuestra mazmorra volvió a sumirme en mí, y a hacerme repasar el recuerdo que durante incontables días carcomía mi ser. La nostalgia de una antigua vida llena de alegrías transformada en el infierno que se nos hacía presente me entristecía hasta el borde de la locura.

-Tenemos que hacer algo Amelia. – Su voz me llego distante, y apenas distinguí aquel sabor a llanto que despedía.

-Lo sé – Respondí casi sin ánimos.

– Enloqueceremos si no actuamos… pero no podemos razonar con él.

-No hablo de razonar, hermana, pienso atacarlo. No me importa si lo mato.

Aquellas palabras resonaron en mi cabeza, estremeciéndome. Megan, mi hermana menor, de tan solo 12 años, hablaba de asesinar a nuestro captor.

No puedo negar que también fantasee con eso en algún momento, pero desechaba la idea al instante. No podíamos atacarlo, no a él, pero ¿Qué mas podíamos hacer?

-Él se confía – nuevamente me revivió aquel susurro.

– nos trae esa botella todos los días, y no creo que piense que nosotras pecaríamos a tal punto de usarla como arma. También tenemos los cubiertos.

No podía creerlo. Pero era verdad, él nos convirtió en esto, y ahora pagaría las consecuencias.

Nuestra hermosa casa de campo, alejada del mundo urbano, me maravillaba con un alegre sol al despertar cada mañana. Y el aroma a comida matutina me obligaba a ponerme de pie y dirigirme al encuentro con mi familia. Todos los días mi hermana Megan y mi padre me saludaban con una sonrisa, mientras mi madre ponía mi desayuno sobre la mesa. No se podía pedir más, y claro está que no lo necesitábamos.

Mi padre era un reconocido doctor de la zona, y pasaba el día haciendo visitas a domicilio para la gente que lo necesitaba. Mientras que mi madre hacía los deberes del hogar, también le gustaba salir a trotar, mientras que Megan y yo íbamos a la escuela. A veces creía que mi vida era algo monótona, pero estaba agradecida de todo lo que tenía.

Pero un día todo cambio, una fatídica tarde que jamás olvidaré volvíamos en el autobús de la escuela y pasamos cerca de lo que parecía un accidente, estaba todo colmado de policías y una ambulancia. Entre la multitud pude distinguir a mi padre, con sus manos tapándose el rostro, como sumido en un inmenso dolor. Y eso era, un dolor que más tarde nos arraso a mi hermana y a mí también, pues era mi madre la causa de aquel ajetreo.

Nos dijeron que todo ocurrió muy rápido, aquel camionero con falta de sueño le arrebató la vida, tan velozmente, como a nosotros la alegría. Y fue en ese momento cuando empezaron los tiempos difíciles, pues no solo sufrimos la pérdida, sino también un cambio muy drástico, ya que ninguno de nosotros volvimos a ser los mismos.

Después del funeral pasó un debido tiempo melancólico, pero se prolongo más de lo debido, pues padre comenzó a observarnos con suspicacia, como si tuviera celos de nosotras, de que éramos capaces de superarlo y él no.

Con el tiempo no fue solo eso, empezó a actuar de manera extraña, hablaba solo en las noches, a veces hasta gritaba.

Y durante el día no nos dejaba salir de casa, decía que no debíamos hacer nada, para así no pecar, pues argumentaba que mi madre había muerto y se había ido al infierno por eso. Aquella actitud nos tenia muy asustadas, y rezábamos para que su trastorno mejorará, pero no fue así. Un día, ya saturadas de aquel trato agresivo, lo encaré (gran error) y me grito a tal punto que pensé que me zamarrearía golpes. Pero fue algo mucho peor.

Después de atiborrarnos de insultos y gritos nos dirigió, a mí y a Megan, al sótano y nos encerró. Al principio creí que volvería por nosotras, pasó un día y abrieron la puerta, pero él entró, nos dejó comida, y se fue. En ese momento comenzaron nuestros días sin luz.

¿Cuánto a pasado ya?, ¿meses, un año? No, Ya no podíamos seguir así En ese momento lo sentí, las puertas se iban a abrir y él entraría de nuevo, pero esta vez no le esperaba solo silencio, pues escondida bajo la escalera estaba yo, con la botella de cristal entre las manos. Y aunque temblaba, estaba decidida. Al momento bajó la escalera con el ruido habitual, y dejo el plato de comida en el piso, como para animales. En ese momento reparó en mi ausencia.

-Megan, dime niña ¿Dónde se a metido tu hermana? – Su voz ronca y profunda, vacía, colmada de gritar, me llegó a los oídos y me provoco una mezcla de sentimientos que jamás podría explicar con certeza, una mezcla de nostalgia por los días de antaño.

Y a la vez un odio atroz por lo que nos había echo, a mi y a mi hermana. Por ser tan débil. No debió haber abierto la boca, fue su error.

Aquella cólera me recorrió todo el cuerpo, y arremetí con rabia su cabeza.

No sabré jamás cuantas veces lo golpee, pero solo al momento me di cuenta de que estaba cayendo al piso, y finalmente me percate de lo que había echo.

— Via Creepypastas

Total
0
Shares
Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Related Posts
Allá afuera

SCP-1408

Ítem #: SCP-1408 Clase de Objeto: Seguro Procedimientos Especiales de Contención: SCP-1408 ha de ser almacenado en una…
Read More
Allá afuera

SCP-2690

Ítem #: SCP-2690 Clasificación del Objeto: Keter Procedimientos Especiales de Contención: SCP-2690 sólo debe ser estudiado por los…
Read More
Asesinos del Zodiaco

Juan Ruiz

Existe una peña por el camino a Tlamacas donde según nos cuenta esta leyenda se aparece el demonio.…
Read More