Cuento de terror La colección de discos

El Puente Negro
El Puente Negro

Lo recuerdo todo muy bien, tenía sólo 16 años y en mi búsqueda por encajar en algún lado, fui a parar con unos chicos a mitad de la escala, ni tan populares, ni tan desconocidos. Era mi última oportunidad, así que para no arruinarla, terminaba accediendo a todo, aunque a veces tuvieran ideas tan descabelladas, como aquella vez que nos metimos al sótano de Rogelio, para ver las posesiones de su padre muerto.

El señor utilizaba el lugar como bar y sala de juegos, tenía cientos de botellas de alcohol, puros, cigarrillos, algunas mesas para jugar, además un sistema de teatro en casa, por supuesto con todos esos chunches de la edad de piedra que el viejo utilizaba para recordar sus tiempos. Entre esos vejestorios encontramos un tocadiscos, y decidimos probarlo por el morbo de que el no permitía a nadie que entrara en ese lugar cuando lo estaba utilizando.

Todos los discos de su coleccion estaban en un idioma extraño del que no se podía entender ni una sola palabra, de música no creo que hubiese mucho, eran más bien tambores. Uno de los chicos se puso a payasear, saltando y fingiendo bailar alguna danza tribal, por un momento no supe si la música lo guiaba a él o él a la música, pero pasado un rato llevaban el mismo ritmo, se habían sincronizado perfecto.

Lentamente los tambores desaparecieron, solo se escuchaba una potente voz en una especie de rezo, el chico parecía haber perdido la noción, solo estaba ahí meciéndose, dejándose llevar, otros se unieron al extraño baile, yo comencé a sentirme mareado, entre mis parpadeos, pude ver que detrás de ellos un ser con enormes cuernos, se pegaba a sus cuerpos y dirigiendo sus movimientos.

Al aclarar mi vista ya no lo veía, pero sabía que ahí seguía porque continuaban con el mismo ritmo.

Me levanté para ver los discos, en ellos solo pude ver un símbolo pequeño en la parte de abajo, pero me sentía tan mal físicamente que salí de ahí, afuera, recuperé de inmediato el aliento, me dispuse a volver, pero unos gemidos de ultratumba me despertaron el miedo y mejor fui a casa; hice una búsqueda del símbolo en internet, según decía se trataba de invocaciones, los cuales poseían solo los altos practicantes del vudú, fue ahí que recordé la terrible historia que Rogelio nos había contado sobre la muerte de padre, lo encontraron en el sótano con uno de esos discos puestos, y jamás pudieron encontrar sus ojos… al igual que les sucedió a todos mis amigos…

Por años he querido entrar a ese sótano más de una vez para tomar esos discos y quemarlos, pero recuerdo aquel demonio dominando sus cuerpos y me lleno de miedo… espero que nadie más los escuche.

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