Una noche en el campo

Asesinos del Zodiaco
Asesinos del Zodiaco

Corría el año de 1950, en el altiplano la modernidad distaba mucho por llegar. Aquella tarde, Lili, como era usual, fue al río a lavar la ropa para luego volver a casa, no sin antes pasar comprando el pan de su padre.

—Juan… Lo de siempre… Caliente, ya sabe, ¡a mi pa’ no le gusta frío! —gritó la chica desde el camino…

—Ya va, ya va, deja que está saliendo —replicó el viejo panadero.

Como de costumbre, las labores llegaron a su término a eso de las 8:00 p.m. Y con sus padres durmiendo, Lili cedió a su pasatiempo favorito. De su viejo colchón sacó un catálogo de ventas al menudeo, de los que pasaban dejando por el pueblo, en el que se veían imágenes de chicas vistiendo muy elegantemente, y se veía ella misma en una de las imágenes.

Sus padres no podían darle más de lo que poseían, y aún estudiando, Lili añoraba salir de aquel pueblo para mejorar…

Un silbido extraño atrajo su atención, lo ignoró por un momento y siguió embebida en sus cosas… El chiflido de nuevo…

—¿Y eso? ¿Quién será?

Lili asoma su joven rostro a un hueco en la tabla que hace de pared, y su ojo cafe oscuro se abre a más no poder…

—¡¡Santo niño de la silla!! ¿Y eso?

Justo enfrente de su humilde choza, un hermoso caballo blanco, de crin platinada, bañada por una luna llena cuya luz mortecina cubría la escena, el animal pastaba con su cabeza gacha, la silla de montar dejaba ver repujados en oro y plata, los estribos de un brillo espléndido, justo en la abertura del alambrado hay una enorme piedra que hace las veces de seguro para la portilla, en esa piedra, un hombre vestido de blanco puro, botas limpísimas, con espuelas plateadas, igual que su hebilla, su traje blanco reluciente, su enorme sombrero de ala ancha que cubría su rostro, bajo una sombra total, en la que solo se veía el brillo de un diente al reír…

-Todo lo que quieras…. Todo lo que sueñas…. Todo….. Es tuyo….

Escuchaba la muchacha en sus oídos, la brillantez de aquel diente en la sombra del sombrero la enmudecieron…

—Todo lo que quieras… Todo lo que sueñas… Todo es tuyo…

Repetiase insistentemente en la cabeza de Lili, que sin notarlo, había salido de su humilde casita, y embelesada por todo aquello, caminaba sin pensar, movida sólo por la brillantez y las palabras de aquel desconocido…

El jinete desconocido, caminando a lado de su caballo, la llamaba con tranquila imagen, y con brillante sonrisa, la joven lo seguía a solo unos pasos, de pronto el jinete dejó de sonreír…

—Señor, ¿me lleva con usted? Por favor… —decía la chica.

Aquel tipo subiéndose a su caballo y tendiendole la mano a la joven le mostró unos dedos llenos de anillos con brillantes…

—Te vienes, pero para siempre… Vamos, solo agárrate…

Lili reaccionó al escuchar cómo la voz ahora era distinta, ronca y demandante…

—Pero… ¿Y mi apá’? —atinó a preguntar.

—¡¡Lili!! Mija, ¿qué haces? ¡Mijaaaaa! ¡Mírame!

Gritaba el anciano tratando de agarrar a su joven hija, quien al borde de un barranco extendía su mano al aire, como queriendo sujetarse de la nada.

—Llévame, señor, lléveme —gritaba la chica.

—¡¡Mijaaaaa!! Por el amor de Dios, ¿qué dices? ¡¡Escúchameeee!!

Un esfuerzo titánico, un alarge de su cansado brazo y logró sujetar a su hija, que sin decir nada, más repetía insistente.

Lléveme… Lléveme… Lléveme…

Han pasado los años, Lili, ahora una anciana de edad, es cuidada por una vecina, y todo está bien… Excepto esas noches de luna llena con luz mortecina, en las que se pasa toda la noche repitiendo. — Lléveme… Lléveme… Lléveme…

Goni.

— Via Creepypastas

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