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Asesinos del Zodiaco
Asesinos del Zodiaco

El 24 de noviembre de 2005 sucedió un hecho impensable en Disneyland. Era un día normal en este parque de atracciones lleno de maravillas; las familias estaban dispersas por todo el parque, los gritos de felicidad de los niños hacían una canción y las mascotas de Disney vagaban alrededor de ellos, posando para sus fotos. De un minuto al otro, la magia de Disneyland se hizo añicos mientras una llamada desesperada inquietaba a la multitud.

-¡James! ¿Dónde estás? ¡James! ¿¡James!?- gritaba una madre que corría alrededor de la calle principal.

Otras madres acercaron a sus hijos a ellas en lo que la mujer pasaba cerca, su voz contagiaba el pánico. Cuando ya lágrimas rodaban por sus mejillas apareció la seguridad parque. Se hizo un anuncio por el intercomunicador para buscar a James, junto con la descripción de lo que llevaba puesto. El muchacho no aparecía ni tampoco alguien con información. Fueron sólo unas pocas horas después cuando volvió el caos.

-¡Ronnie! ¡Ronnie! ¿Dónde estás, Ronnie? -El mismo horrible escenario. Una madre corría llamando a su hijo y preguntando a la gente si lo habían visto. El padre del niño la perseguía, rogándole que se calmara y tratando de asegurarle que lo encontrarían.

Por supuesto que otro anuncio fue hecho sobre Ronnie, pero nadie se acercó con información sobre su paradero. Así, ya dos niños habían desaparecido el mismo día, había que hacer algo. La seguridad en el parque puso guardias extras cerca de prácticamente todas las atracciones del parque. Revisaron el metraje de las cámaras de vigilancia, pero no se veía nada raro; la gente de siempre que compra las gafas de sol o Mickey Mouse caminando por ahí con unos cuantos niños. Un guardia llamado Caleb estaba de pie fuera de un juego cuando un niño de no más de 6 años se le acercó…

-Yo sé lo que le pasó a ese chico -Le dijo al guardia.

-¿En serio? -El guardia de seguridad no sabía qué pensar. Probablemente no había visto nada importante, pero sentía que valía la pena escucharlo. El chico asintió.

-Vi a Ronnie, me regaló un globo cuando el mío hizo ¡Bum! Un rato después lo vi con Mickey Mouse, estaba siendo malo con Ronnie. Mickey se lo llevó.

-¿Mickey? -Dijo el guardia. Estaba confundido. ¿Cómo puede un niño pensar que Mickey Mouse estaba tratando mal a los niños?

-Sí, Mickey Mouse se llevó a Ronnie. Se llevó al niño de polera roja también. – Caleb se quedó sin habla.

Mientras intentaba pensar qué decir, los padres del niño llegaron agitados y lo alejaron un poco, regañándolo de que fuera cuidadoso alrededor del parque y le agradecieron al guardia de seguridad por encontrarlo. Y tan rápido como había aparecido el niño, se había ido. El guardia de seguridad se quedó pensando, no sabía si debía reportar esa información pero no era capaz de quitar aquella idea de su mente.

Esperó hasta el término de su turno y fue a la sala de seguridad, donde podría ver las grabaciones de las cámaras de vigilancia. Pidió a la gente que trabaja allí que lo ayudaran a revisar material de archivo y buscar específicamente a Mickey Mouse, en la hora aproximada en que el primer niño había desaparecido. Rebobinaron las cintas, los ojos del guardia se movían de una pantalla a la siguiente, concentrado en su objetivo. Ya se estaba agotando en la búsqueda hasta que finalmente lo vio.

-¡Pausen el vídeo! -Todos en la sala miraban el monitor. Mickey Mouse y un niño pequeño caminaban de la mano hacia la habitación de mantenimiento, en lo que parecía ser “Tomorrowland”, cerca de la Space Mountain. El niño parecía confundido, tal vez con un poco de miedo, no se lograba vislumbrar.

El resto no lo encontró gran cosa, pero el guardia decidió revisar el lugar antes de ir a casa. No podía olvidar la expresión solemne de aquel niño y lo que había dicho acerca de Mickey Mouse. Solo en caso de que algo sucediera, tomó su radio y sus llaves.

Acercándose a “Tomorrowland”, se encontró con el “Space Mountain”. Logró ver una puerta oxidada, que llevaba a la sala de mantenimiento, por el costado de la atracción, casi escondida detrás de unos cubos de basura. Empujó los botes de basura a un lado y sacó sus llaves, esperando encontrar una que la pudiese abrir. Se demoró pero encontró una llave en su manojo, casi igual de oxidada que la puerta, y así se las arregló para abrir la puerta.

Resultó que la puerta llevaba a un antiguo túnel de mantenimiento. Las luces estaban apagadas y aunque intentó encender el interruptor cerca de la puerta, la habitación permaneció a oscuras. El vago eco de un correteo de ratas a través del cuarto asustó al guardia, ni siquiera podía verlas. Para su mala suerte, no había pensado en traer la linterna. De repente, su mano voló hasta su nariz. ¡Dios! ¿Qué era ese olor tan horrible? Olía a setas envenenadas o a carne podrida e infestada de gusanos. Trató de no respirar, pero el olor ya estaba en su nariz, aún así dio un paso más en la habitación. La única fuente de luz era la puerta, que claramente había dejado abierta. Esperaba que los huéspedes no pudieran oler lo que él.

Frente a él estaba una perfecta oscuridad. Entrecerró los ojos y esperó a que se acostumbraran a la falta de luz. Luego de un rato, podía distinguir siluetas y formas vagas. Comenzó a caminar por el túnel, la visibilidad disminuía con cada paso. Sus pasos resonaban en las paredes, como si retumbaran en el suelo de concreto. El guardia de repente dejó de caminar a pocos metros de distancia de una pared de ladrillos.

Asumió que había llegado a un callejón sin salida. Miró a la izquierda y no vio nada, pero a la derecha vio un pequeño y ligero parpadeo. Decidió ir hacia la luz con su mano siempre en la pared, para no perderse, el olor parecía estar empeorando.

Después de un corto paseo, llegó a la luz y notó que en realidad provenía de una pequeña grieta bajo una puerta de metal. La puerta estaba extremadamente oxidada y se tambaleaba. Encontró el pomo de la puerta y la abrió con cuidado, el chirrido al abrirse provocaba dolor de oídos. El guardia, intentando no vomitar explosivamente ante el terrible aroma miró dentro de la habitación, brillantemente iluminada. Sus ojos necesitaron de un momento para adaptarse a la repentina claridad, cuando finalmente lo hicieron, se quedó sin aliento y lo inundó el horror.

Niños, muchos niños cubrían la sala, todos los que habían desaparecido en el parque con los años, yacían muertos frente a él. Reconoció a James y Ronnie, tendidos en el suelo con los demás. Dio un paso atrás, no lo podía creer. Algunos de los niños tenían brazos y piernas amputadas. Habían removido los ojos de todos y cada uno de ellos, dejando un horripilante y sangriento agujero en su lugar. Rebanadas gruesas habían sido arrancadas de algunos de los cuerpos, como si algo con garras hubiese jugado con ellos.

El guardia apartó la vista de los niños en el suelo, y vio el traje de Mickey Mouse. Había algo dentro del traje, no podía estar imaginando que se movía. Miles de posibilidades se peleaban en su mente. ¡Qué fácil sería para Mickey Mouse llevar lejos a los niños y no llamar la atención! Pero ahora Mickey Mouse lo miraba fijamente.

El brazo del traje se extendió hacia el guardia, quien temblaba pero en el mismo sitio siempre; Mickey Mouse se paró. Un chillido agudo se escuchó desde el interior de la cabeza de la mascota, y el ratón se dirigió al hombre. Se volvió lo más rápido que pudo y corrió por su vida. Los pesados pasos del traje detrás de él le alertaban sobre el hecho de que Mickey Mouse o lo que sea que estuviese dentro lo perseguía por el largo y oscuro túnel. La muerte estaba justo detrás de él, lo suficientemente cerca como para apuñalarlo con una garra, lo suficientemente cerca como para tumbarlo y arrastrarlo de nuevo a la habitación.

Pero lo logró, estaba fuera. Dejó de correr y parpadeó varias veces y así aclarar su visión. La luz del sol era cálida y tranquilizadora. Se volvió a mirar a la sala de mantenimiento, la luz del sol había detenido a la cosa en el disfraz, pensó. Cerró la puerta para asegurarse de que la cosa no saliese. Suspiró profundamente; estaba a salvo.

Corrió a través del parque de nuevo a la sala de seguridad. Les dijo a los otros guardias que lo siguieran y que llevaran sus armas. Su tono fue tal, que no le pidieron explicación alguna lo siguieron de vuelta al túnel de mantenimiento. Encontraron a los niños, todos esparcidos por el suelo de cemento frío, amontonados uno sobre otro; eran demasiados, todos se angustiaron ante la escena. Un traje de Mickey Mouse cubierto de sangre también yacía en el suelo, justo al lado de los niños, como si con eso dijera que él siempre estaría allí.

Caleb fue el único que miró hacia atrás. En la oscuridad del túnel, mientras los otros aún estaban sacando a los niños, vio el pequeño par de ojos sangrientos parpadeando dentro del túnel una última vez antes de desaparecer en la oscuridad. Fuera lo que fuese, no era humano. Tratando de pensar en la opción de que estuviese todo en su imaginación, volvió a la sala. Los otros guardias estaban en silencio, todos los ojos fijos en las manchas de sangre que de pronto aparecieron en las paredes. Deletreaba un mensaje simple, una clara amenaza hecha por algo de una procedencia no tan clara.

AÚN QUEDA ESPACIO PARA TI

El túnel de mantenimiento fue destruido, la puerta enterrada detrás de un muro de hormigón. Space Mountain estuvo cerrado por unos días y luego todo volvió a la normalidad. El guardia, sin embargo, renunció. Se prometió nunca volver al parque; quizás por eso fue que nunca tuvo hijos.

Aún siente que esos ojos lo siguen, no está muy seguro de qué está esperando para llevárselo y ha pensado en acabar él mismo con la espera. Ya no estará en el traje de Mickey Mouse, pero sabe que está allí afuera, oculto tras un disfraz y hambriento, muy hambriento.

— Via Creepypastas

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