Richard Kuklinski

Asesinos del Zodiaco
Asesinos del Zodiaco

Richard Kuklinski nació el 11 de abril de 1935, en Nueva Jersey en Estados Unidos. Su infancia estuvo rodeada de problemas, incluyendo las palizas brutales a las cuales le sometía su propio padre, que era un alcohólico empedernido.Su hermano mayor tampoco era un buen ejemplo para él, ya que violó a una niña de 12 años, a la cual posteriormente tiró desde lo alto de una torre junto a su perro. Por este acto fue condenado a cadena perpetua.

Heladooo

Está claro, pues, que en este ambiente el pequeño Richard iba encaminado a ser un desastre en el día de mañana y, por supuesto, así fue… Cumplía con otro de los denominadores comunes de muchos psicokillers, el de maltratar y matar animales domésticos, con los cuales sacaba toda su furia y su rabia contenida a flote, como si de una mismísima mierda se tratara. Muchos gatos vivos acabaron en el horno que había en su casa para su deleite y disfrute…

Pero en el año 1949 las cosas fueron mucho más allá… Con 14 años recién cumplidos, quiso emular al desgraciado de su hermano, y para ello no dudó en probar las “mieles” de la sangre humana, tras asesinar a un joven de su misma edad de forma brutal. Para justificar su horrendo crimen, dijo simplemente que lo hizo “para proteger su territorio”. Al parecer, el chaval pasaba por su calle a comprar el pan cada día, y a Richard esto le pareció un insulto, ya que de este modo estaba invadiendo su territorio. Una justificación totalmente absurda por parte de alguien que obviamente tiene las facultades mentales a la altura del betún…

Sin embargo, y cumpliendo con otro de los denominadores comunes clásicos de cualquier asesino en serie, en el año 1960 se casó con una mujer con la cual llegaría a tener 3 hijas. Es decir, este tipo de gente siempre quiere aparentar que llevan una vida de lo más normal, a pesar de ser unos sádicos sanguinarios matarifes. También por supuesto, debía buscarse un trabajo normal, para aparentar lo que no era, y para ello eligió a la industria del cine porno, lugar en el cual acabaría conociendo a varios miembros de los Gambino, con los cuales comenzó a traficar con varias películas pornográficas.

Una vez ya introducido por completo en la mafia italiana neoyorquina, fue “contratado” en principio, para el cobro de deudas a morosos. Poco tiempo después, y bajo la supervisión de su jefe de operaciones Roy DeMeo, él mismo, que era un asesino practicante también, enseñó a Richard como había que hacer para el cobro de deudas. Lamentablemente no era sólo llamar por teléfono como hacen algunas famosas entidades financieras, también se incluía el asesinato a sueldo.

La fórmula era bien sencilla: “Este tío me debe 20.000 dólares, yo te pago 2.000 dólares y lo matas. Como se que no me va a devolver la deuda, al menos lo paga con su vida”.

Claro está que a nuestro amigo Richard esto de matar le encantaba, lo llevaba en la sangre, por lo que si encima le pagaban, el negocio era redondo. Hay que dejar claro que Richard no mataba por dinero, mataba por placer, aunque luego le venía bien el cheque, como no podía ser de otro modo…

DeMeo le propuso a Richard un macabro plan, que consistía en matar a alguien al azar, el primero que pasara por la calle, para que le demostrara que iba a ser un buen “currante” dentro de la mafia Gambino. Richard no lo dudó ni un solo instante, agarró un cuchillo de cocina y le asestó varias puñaladas en el pecho a un pobre hombre que paseaba con su perro por la calle. En aquel mismo instante, DeMeo pensó: “Este chico promete, estás contratado”.

A partir de ahí, DeMeo y Kuklinski formaron una pareja absolutamente letal, que duró la friolera de 20 años, y en la cual más de 100 personas perecieron con sus actos abominables. Richard pasó de cobrar apenas 2.000 dólares por cada asesinato, a solicitar 50.000. Era para entendernos, una estrella en el mundo del crimen…

Por supuesto, Richard no podía permitir que la policía comenzara a sospechar de él, ya que entonces su negocio de sangre se acababa, por lo que compaginaba su atroz trabajo, con él de padre de familia ejemplar. Su propia mujer Bárbara definió a su familia, cuando Richard fue capturado por las autoridades, como “una familia normal típica de América”.

Con la pasta que se sacaba “el hombre de hielo”, compraron una lujosa mansión, en la cual la familia fue muy feliz. Pero, amigos y amigas, ¿realmente pensaban que Richard trataba bien a su esposa? Nada más lejos de la realidad… Todo era simplemente apariencia, la pobre mujer se reducía a una persona sumisa a las órdenes de su monstruoso marido, que al fin y al cabo era el que ponía la pasta en casa… En más de una ocasión y en más de dos, intentó asesinar a su mujer, de varias maneras diferentes. La primera fue una noche, en la cual intentó ahogarla con una almohada. Posteriormente, la amenazó encañonándola con una pistola; otra vez estuvo a punto de atropellarla con el coche familiar. Lo cierto es, que nunca la mató, quizás porque no quiso, nunca sabremos esto.

Cuando le preguntaban a Bárbara sobre estos intentos de asesinato por parte de su marido, ella siempre lo justificaba alegando que él mismo tenía estrés y estaba muy nervioso, y ella siempre acababa perdonándolo. Bárbara, sin duda, tenía aquello denominado como el “síndrome de Estocolmo”.

El modus operandi de Richard consistía en varias formas de aniquilar a sus víctimas, aunque él siempre reconoció con total frialdad que su favorita era la de matar con un cuchillo, ya que decía “esto es algo más íntimo”.

Tras muchos meses de “trabajo”, descubrió una manera más fácil de matar a sus víctimas, de este modo conseguía minimizar las posibilidades de ser atrapado por la policía. Inventó un artilugio casero, un inhalador nasal que rellenaba con cianuro. Antes de probar su nueva herramienta de trabajo, tuvo que comprobar la eficacia de la misma, y totalmente gratis asesinó a un hombre al azar, al cual le hizo inhalar el cianuro: dicha persona falleció en tan solo 15 segundos. Richard descubrió, pues, la gallina de los huevos de oro, ya que gracias a un muerto por cada 15 segundos, sus dividendos iban a aumentar sin duda.

Con el paso del tiempo, su sed de sangre pasó prácticamente a un segundo plano, y eso de ganar “dinero fácil” como que le comenzó a gustar… Por cierto, ¿sabéis qué decía sobre su nuevo invento?

“Lo importante siempre es sorprender a tu objetivo y aplicar la solución correctamente en su cara. Así, todo el mundo creerá que ha muerto de un infarto”.

Hay que decir que esto del cianuro era una de las formas que encontró más fáciles para matar y más rápidas, aunque él mismo reconocía que era muy aburrido, ya que la víctima apenas sufría. No dudaba para hacer sufrir a sus víctimas, la utilización de otros instrumentos, como por ejemplo un mazo o un picahielos. Su apodo de “hombre de hielo” tiene también su origen…

Le llamaban así, ya que congelaba los cuerpos de algunas de sus víctimas en el camión de helados de otro delincuente vinculado a la mafia italiana y de apellido Pongray. Mantenía los cuerpos de las víctimas completamente congelados durante meses e incluso años. Esto también, según dicen, lo hacía para despistar a los investigadores, ya que cuando encontraban los cuerpos congelados en estos camiones se pensaban que las personas habían fallecido allí congeladas, y que llevaban pocas horas en el interior de los vehículos, cuando en realidad llevaban muchas semanas.

Tiempo después, cuando ya estaba cumpliendo condena, Richard reconoció a la cadena de televisión americana HBO, que una de las cosas que más le gustó fue su apodo “El Hombre de Hielo”.

En el año 1986, a Richard se le acabó su negocio de sangre, carne y dinero, tras ser atrapado como una rata por la policía neoyorquina. La familia se quedó atónita, sobre todo sus 3 hijas, que no daban crédito de los cargos que le imputaban a su padre.

En principio, fue acusado de tan solo 5 cargos de asesinato en primer grado, aunque él, ni corto ni perezoso, ya que le gustaba mucho llamar la atención (algo que reúnen casi todos los psicokillers), reconoció haber matado entre 100 y 200 personas en toda su carrera como asesino por encargo, y a veces no tan por encargo. Los psicólogos y psiquiatras, que analizaron la conducta de este hombre, dijeron todos en total acuerdo que “a veces lo mejor es no penetrar en ciertas mentes”, ya que realmente no daban crédito ante la personalidad de este tipo, que además tenía un ego de dimensiones dantescas.

Se realizó el correspondiente juicio, en el cual le juzgaron por todo lo hecho y demostrado conjuntamente, condenado a dos cadenas perpetuas en el año 1988.

Falleció en el 2006, en la prisión de Trenton por causas naturales.

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— Via Creepypastas

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