Monotonía

Asesinos del Zodiaco
Asesinos del Zodiaco

Son las 6 de la mañana, te despiertas como cualquier otro día, te dispones a desayunar, cambiarte y dirigirte a la escuela. Sin saberlo, has quedado atrapado en la monotonía de un chico sub-urbano al llegar de la escuela; agobiado por los típicos sermones de maestros y burlas de tus compañeros, regresas a casa con la esperanza de que algo te saque de la rutina, pero nada pasa. Tus padres, a quien todos tus amigos aman por darte todo lo que quieres, te reciben como siempre:

-¿Qué quieres para cenar, hijo? -dice tu mamá.

-¿Cómo está mi campeón? -dice tu papá.

“Lo que tú quieras, mamá”, “ bien gracias, papá” , respondes como todos los días, al parecer no parecen darse cuenta de lo cansado que estás de esta situación, de hecho se ven muy felices siempre que estás con ellos, pero aún eso no es suficiente.

En lo obscuro de la noche, en el momento en que comienzan a venir a tu mente los escenarios más locos, cuando no escuchas música ni duermes, cuando lo único que hay que hacer es estar recostado disfrutando esa paz, oyes a tu madre llorar, es la primera vez que la oyes hacer eso desde que fuiste al hospital 3 años atrás cuando te dio ese catarro. Aún así, lo pasas desapercibido y sigues imaginando cosas, cosas que de pasar en la vida real te librarían de estas ganas de crecer y escapar lejos de esta rutina tan aburrida, pero solo son sueños, sueños que nadie oirá y así se quedarán. Sin darte cuenta, te quedas dormido.

Al siguiente día te despiertas tarde, tenías que estar en la escuela hace ya una hora; en tu frenesí por llegar a tiempo, tu mamá te encuentra y te explica que hubo suspensión de clases y para disfrutar más el día había apagado tu alarma. Un poco incrédulo regresas a casa, tu papá te recibía con un regalo, era eso, eso que siempre habías deseado, pero por el alto precio ni aún tus padres que te compraban todo te lo habían conseguido, pero ahí estaba. Frente a ti volteas a ver a tu papá un poco confundido, él solo te dice que lo disfrutes y se va. Sin pensarlo 2 veces te dispones a abrirlo.

Ya en la tarde, tu mejor amigo Gamaliel llega, aún tiene su uniforme puesto y te pregunta por qué no asististe a la escuela, ahora más que nada estás confundido y buscas a tu mamá esperando una explicación de su mentira. Tu mamá te dice que te lo explicará, pero primero quiere hablar con Gamaliel a solas. Esperas en la sala por más de 1 hora y por fin te decides a entrar a la cocina donde estaban tu mama y Gamaliel. No había nadie, al parecer salieron por la puerta trasera, y cuando estabas a punto girar el picaporte sientes una mano en tu hombro, es papá, quien te pregunta a dónde vas, le explicas la situación y él te dice que tu mamá lo hizo porque te veía muy triste últimamente y solo quería darte un descanso. Asientes con la cabeza sin dudar.

Tus padres siempre te consentían, así que no fue difícil aceptar esta explicación, ya era tarde y mañana sí irías a la escuela, esta noche como la otra vuelves a escuchar llantos, ahora no solo de tu madre sino también de tu papá, intentas disimularlo y vas a dormir.

La mañana siguiente ves la triste realidad, una vez más caminabas a la escuela para la misma rutina. Un malestar en la cabeza te acompañaba, tal vez era por el hecho de saber lo que estabas haciendo, eso mismo que hacías todos los días. Lo pasas desapercibido intentando olvidarlo, pero en medio de la clase te desmayas. Despiertas en tu casa, tu papá estaba ahí, llama a tu mamá, quien llega rápidamente a la habitación.

-Al parecer, has pescado una enfermedad, no irás a la escuela hasta que te recuperes.

Dices que sí, un poco fuera de ti, pero feliz. Pasan días y el dolor no se va, al parecer estaba creciendo y el caldo de pollo no parecía hacer efecto. Por más que le ruegas a tu mamá ir al doctor, parece hacer oídos sordos cada vez que lo mencionas y lo disimula preguntándote si no necesitas algo más: respondes que no y confías en ella.

No había duda que te quería, así que confiaste tu salud en ella. Pasan días, semanas que se convierten en meses, quieres preguntar qué pasa pero no puedes. El dolor ya no es solo en tu cabeza, sino que se ha esparcido a más áreas del cuerpo. La noche y el día solo cambian por la luz, ya que en ambos solo permaneces recostado imaginando cosas, cosas que cada vez se vuelven más vívidas, los llantos que oyes son constantes y por un momento llegas a creer que la noche nunca más acabará, pues tus ojos ya no se abren y los llantos te hacen recordar aquellas noches.

Aquellas noches en las que la monotonía comenzó a cambiar convirtiéndose en esto que ahora es un sueño eterno. Puedes pensar, recordar imaginar cosas, pero ya no tienes control sobre tu cuerpo. Sigues respirando, pero no eres tú, es como si alguien lo hiciera por ti. Dolía, pero te mantenía vivo y no era suficiente. Al pasar los días, más máquinas comenzaron a venir remplazando cada función vital de tu ya pálido cuerpo: ya no piensas, ya no imaginas, ya ni siquiera vives, las máquinas lo hacen por ti.

Tus padres hablan con el doctor acerca de tu situación y de la decisión más sabia para ellos: el desconectarte.

Lo hizo tu padre, el que aún sin poder caminar del dolor y el llanto era el más fuerte de los 2, lo hizo lentamente mientras tu mamá estaba entrando a la habitación. Después de abrazarla, tu papá le dijo:

-Sabíamos que esto pasaría, por lo menos sus últimos momentos valieron la pena.

Y con un último suspiro, por fin se cumple tu deseo de terminar con esta monotonía.

— Via Creepypastas

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