Las Duchas

El Puente Negro
El Puente Negro

Parte 1

Cada lugar en todas partes del mundo tiene una leyenda urbana específica que simplemente se niega a morir. Ya sean historias sobre un asilo en las afueras de la ciudad, sobre una criatura que vive en bosques cercanos, o sobre un fantasma que se aparece en una carretera solitaria fuera de la ciudad, esos cuentos siempre tienen algo en común; nadie nunca ha ido a ese tipo de lugares, visto criaturas, o visto fantasmas con sus propios ojos.

Hay personas de diferentes generaciones que dicen, por ejemplo, que “conocen a alguien cuya hermana del mejor amigo de su hermano fue a una casa embrujada de trece pisos, donde había sangre de verdad y habían serpientes, arañas y era tan aterradora que nadie la ha recorrido completamente.” Esas mismas personas juran por estas historias sin poder proporcionar evidencia o el nombre de alguien que pudiera proporcionar una prueba de las afirmaciones porque se supone que “todo el mundo sabe que es una historia verdadera”. Los narradores eventualmente le pasan estos cuentos a sus hijos, quienes lo modifican lo suficiente como para adaptarlos a los tiempos modernos y el ciclo continúa.

Soy tan escéptico como cualquier otra persona cuando se trata de estas historias y cuando era más joven era un adicto a ellas, siempre buscaba historias aterradoras en el área del país en el que estaba viviendo. Inventé y expuse historias sobre pizzerías embrujadas en Nueva York, el encuentro de mi “primo” con el Diablo de Jersey, o cómo mi “abuelo” encontró una criatura demoníaca humana y salvaje en los bosques de Colorado. Incluso rompí la única regla con estas historias, introduciéndome a mi mismo en ellas; tuve agallas, en retrospectiva, porque tenía que asegurarme de decirles siempre lo mismo. Sorprendentemente, nadie nunca pensó que estaba mintiendo.

Me gusta pensar que he tenido algunas contribuciones maravillosas a varias leyendas urbanas alrededor de los estados del Medio Oeste y del noreste; Me mudé mucho. Me ponía contento cada vez que paseaba por los pasillos de la escuela y escuchaba a uno de mis compañeros contándole mis historias a uno de sus amigos, agregando pequeñas partecitas aquí y allá como el juego del teléfono roto. Sabía, por supuesto, que las historias eran pura ficción, pero me mantenía firme cuando alguien me preguntaba sobre ellas; Incluso me las arreglaba para actuar un poco, hablando con una voz temblorosa o mirando asustado cuando me contaban una situación que supuestamente experimenté.

Supongo que este aspecto de mi infancia me ha llevado a mi situación actual que ahora voy a contar en su totalidad, para que la gente de Internet piense lo que quiera. He presentado esa pequeña introducción como una especie de renuncia, dirigida particularmente a aquellos que pondrán en duda mi historia. Durante años he sido como el pastor que mentía sobre el lobo, pero te aseguro con cada onza de honestidad e integridad que tengo, que esta vez, el lobo es real.

Desde mi introducción, es probablemente evidente que me mudé bastante por el país durante mis años de escuela intermedia y secundaria. Ninguno de mis padres tenía algo que ver con alguna rama de las fuerzas armadas; simplemente no solían quedarse en un lugar por demasiado tiempo. Supongo que eso tuvo algún tipo de efecto en mí, pero no me puso mal ni nada de eso. Hice amigos muy fácilmente, a menudo era el payaso de la clase y debido a eso, era odiado por mis profesores. Una vez más, esto nunca fue un problema, ya que yo estaba en otro estado en el momento en el que transcurría el semestre.

A menudo mis amistades duraban poco, al igual que cualquier relación positiva que he tenido con mis maestros. Debido a los sucesos que siguieron, mi recuerdo de un maestro en particular es probablemente un poco sesgado, pero intentaré dar la versión menos parcial de nuestra amistad.

El Sr. Mays fue uno de mis profesores de estudios sociales en mis primeros años de experiencia en la escuela secundaria. Siendo mayor ahora, se lo difícil que es tratar con los chicos de esa edad y lo respeto por la forma en la que fue capaz de conectar con sus estudiantes. Parecía uno de nosotros; hablaba como nosotros, hacía referencias de la cultura pop de esos tiempos, escuchaba música cool y a veces incluso decía «demonios» o «maldición» mientras daba una apasionada conferencia sobre la historia de los Nativos Americanos o algo así. Era el epítome de cool para un estudiante de primer año en la escuela secundaria.

Mis recuerdos del Sr. Mays provienen principalmente por la forma en la que se metía en lo que sea que estuviese haciendo. El siguiente recuerdo que continua estando presente en mi mente fue, por supuesto, alrededor de Halloween, en mi segundo año. El Sr. Mays tenía la decoración típica de los profesores alrededor del aula, calabazas sonrientes y caricaturas de gatos negros, algo típico y aburrido en la mente de los estudiantes egresados de la escuela secundaria. Sin embargo, el 31 de octubre, cuando la mayoría de los otros maestros ponían los ojos en blanco al ver a los adolescentes todavía con disfraces de Halloween, el Sr. Mays llevo lo del “profesor cool” a otro nivel.

Entramos al aula y nos sorprendimos al encontrar las persianas dibujadas, sábanas sobre las ventanas más pequeñas, velas encendidas que iluminaban todo el lugar y una sola calabaza con el ceño fruncido sentada en un taburete frente a los escritorios. El Sr. Mays se sentó en su escritorio, solo viendo a los estudiantes entrar y tomar asiento. No tuvo que pedirle a nadie que se callara porque en el momento en que todos estaban entrando al aula, estaban demasiado entusiasmados o demasiado confundidos como para conversar entre ellos. Los estudiantes tomaron asiento y el Sr. Mays comenzó la clase. Habló en voz baja para crear la atmósfera y se sentó en una silla, justo al lado de la calabaza que estaba en el centro de la habitación.

“Hoy es probablemente mi día favorito del año, clase”, dijo, con una voz monótona. “Halloween es mi festividad favorita y quiero compartir con ustedes por qué me gusta tanto”. Una chica levantó su mano con una mirada de preocupación en su rostro. “Voy a pasar la fecha de entrega de tus trabajos para el próximo martes”, dijo el Sr. Mays, sin molestarse en mirar a la chica, quien lentamente bajó la mano y miro a los otros estudiantes con un poco de vergüenza. La clase estalló en silenciosos aplausos y el Sr. Mays esperó el inevitable silencio. Comenzó su historia inmediatamente después de que la clase se calmara.

Intentaré recrear la increíble historia que el Sr. Mays le contó a la clase ese día. La forma en la que contó esta historia hizo que los adictos al horror se quedaran sin palabras y que el resto de la clase se quedara aterrorizada. La misma chica que había levantado la mano para preguntar por los trabajos estaba sosteniendo sus rodillas contra su pecho, con una expresión de terror en su rostro.

Lo importante es saber de qué se trataba la historia, los detalles ahora no son muy relevantes. Intentaré contar las partes de la historia que más importan. Básicamente, el Sr. Mays y sus amigos hicieron un viaje en carretera por todo el país después de graduarse de la universidad. Consiguieron un camión, lo cargaron con equipo para acampar y salieron durante todo el verano. El grupo pasó por Poconos, Nueva Jersey, por las costas de Florida, por Nueva Orleans, por California y hasta pasaron por Washington. Y de ahí, fueron a las Montañas Rocosas en Colorado y luego volvieron a casa, en Nueva York. El concepto de la libertad de viajar a cualquier lugar hizo que toda la clase se enganchara con la historia en un instante; El Sr. Mays fue el mejor maestro de todos los tiempos.

Siendo unos estudiantes universitarios aventureros, el grupo no llevo un mapa. No había un limite de tiempo, por lo que simplemente condujeron por la dirección a la que querían ir, esperando encontrar una ciudad o un lugar interesante en donde quedarse. Nos contó que después de pasar una semana en Colorado, él y sus amigos tuvieron que viajar pasando por kilómetros y kilómetros de maíz, llanuras y más maíz. Él pensó que estaban en Nebraska o en Kansas cuando decidieron juntar su dinero extra y quedarse en un hotel por una noche. Se instalaron en el motel de una ciudad la cual el Sr. Mays apenas podía recordar el nombre, cuando uno de sus amigos se dio cuenta de que estaban cerca de la granja de su abuelo. No estaba del todo seguro de dónde estaba, pero como eran unos universitarios aventureros, decidieron pedir un reembolso rápido al motel e intentaron contactar al abuelo de su amigo.

No pudieron contactar al abuelo por teléfono, así que el grupo pensó que sería divertido ir a su casa. El amigo del Sr. Mays se mantuvo firme en que sus abuelos los recibirian y los alimentarían sin dudar. Entonces, el grupo partió, durante una hora de luz solar, buscando la salvación de una casa confortable para quedarse.

En Kansas o en Nebraska, en donde sea que esto haya pasado, no hay muchas señales que puedan guiar a los viajeros perdidos y cualquier dirección dada por alguien que no vivía en el área básicamente seria “sube un par de millas hacia el maíz, gira a la derecha y baja por un camino de tierra hacia el otro lado donde hay maíz; debería haber algo de trigo a tu derecha.” Entonces, como en las historias de terror más aterradoras, el grupo se perdió. Sin querer admitir la derrota, condujeron hacia la noche, haciendo giros equivocados cada cinco minutos, hasta que se encontraron con un camino boscoso, donde el amigo del Sr. Mays estaba seguro de que sus abuelos vivían.

El Sr. Mays describió el camino básicamente como un oscuro camino hacia el infierno. Yo no estaba del todo seguro de lo cierto que era todo eso, porque se puso muy exagerado y un poco ridículo con sus explicaciones de “los árboles que casi intentaron tomar el vehículo” y “los ojos rojos de innumerables animales que los miraban desde la oscuridad”. Aunque, independientemente, los típicos tropos de terror funcionaron en la mayoría de la clase; todos estaban aterrorizados.

Así que el grupo condujo por ese oscuro camino durante unos quince minutos, cuando se encontraron con un un claro, un pequeño edificio con luces en él y lo que parecía ser un silo. Pensaron que, al menos, las personas que vivían allí podrían ayudarlos a saber dónde vivían los abuelos del chico y el echo de que “todos se conocen en estas partes del país” era una buena señal. Estacionaron el vehículo cerca del edificio y al salir se dieron cuenta de que el lugar parecía ser el tipo de lugar donde uno podría almacenar un montón de gallinas, no una casa. Aun así, las luces estaban encendidas, así que pensaron darle una oportunidad.

Se acercaron al edificio en grupo, mirando del otro lado de una puerta corrediza semiabierta, solo para encontrarse con una habitación grande y vacía. Luces fluorescentes colgantes iluminaban la habitación como si fuese de día y no había ni un alma. No había autos, pero uno de los amigos del Sr. Mays estaba convencido de que había visto a alguien mientras se estacionaban, por lo que decidieron entrar y ver si había una oficina o algo en lo que alguien todavía podría estar trabajando. ¿Por cual otro motivo podrían tener ese enorme lugar iluminado?

No había puertas en el interior del edificio; Era solo una habitación gigante y vacía. Entonces, el grupo siguió deambulando por alrededor de la propiedad y se dirigieron hacia el silo. Cuando se acercaron, notaron lo que parecía ser la puerta de una bodega. En este punto, recuerdo que el Sr. Mays le dijo a toda la clase que aprendieran de su idiotez. Nos dijo que no había visto muchas películas de terror antes de ese momento y no pensó dos veces en acercarse a la puerta de una bodega aterradora en medio de un lugar oscuro, aterrador y extraño. Dijo que acercarse a esa puerta fue uno de sus mayores remordimientos.

El Sr. Mays le dijo a toda la clase que nos iba a decir todo lo que él considerara apropiado sobre la experiencia. Sintió que éramos lo suficientemente maduros como para manejarlo, pero aconsejó a cualquiera que fuera sensible que se vaya de la clase temprano. Varios estudiantes recogieron sus cosas en silencio y salieron por la puerta, un par de ellos eran fumadores de marihuana y seguramente vieron esto como la oportunidad perfecta para ir a fumar detrás de la escuela antes de su próxima clase. Ni siquiera pensé en la advertencia. Como dije, yo era y soy un adicto a ese tipo de cosas y el Sr. Mays estaba contando una historia mejor que cualquier otra cosa que haya escuchado. Quería aprender de este tipo, aunque no creía mucho en su historia.

Luego de que la clase se haya vaciado un poco, el Sr. Mays continuó con la historia. Les dijo a los pocos que quedaban que él y sus amigos abrieron la puerta de la bodega, liberando un olor que describió como “la cosa más pútrida que mis sentidos han experimentado”. El grupo ya no estaba preocupado por encontrar a los dueños de la propiedad, sino que ahora estaba decidido a encontrar el origen de ese olor. Bajaron los escalones hacia la bodega, que estaba iluminada por bombillas individuales, colocadas esporádicamente a lo largo del techo de un largo pasillo. Nadie habló, las cosas se habían vuelto demasiado extrañas. Las paredes estaban revestidas con láminas metálicas, similares a las de las granjas. El pasillo en sí estaba torcido y el techo bajaba y subía constantemente, como un túnel que cada vez se hacia más profundo y que nunca se retocaba. Habían partes en las que los chicos tenían que casi agacharse para poder pasar.

La peor parte, nos dijo el Sr. Mays, fue que las bombillas parpadeaban continuamente, actuando como si fuesen luces estroboscópicas y haciendo que sea muy difícil moverse por los pasillos estrechos e inestables. En retrospectiva, él estaba seguro de que su mente le estaba haciendo imaginar cosas, recordó haber visto destellos de cosas que no podían haber estado allí. Dijo que cuando estás muy concentrado o muy nervioso, tu mente puede hacerte eso; Puede jugarte en contra, mostrándote cosas o personas que no están allí. Siguió describiendo el pasillo y yo estaba al borde de mi asiento. Los pasillos tenían viento y parecían no tener final; El señor Mays pensó que se encontraban debajo del aterrador bosque que habían atravesado cuando encontraron una puerta, pero no estaba seguro.

Dijo que, después de caminar lo que sintieron que era una milla, encontraron una puerta. Era simple y de madera, pero parecía ser de una casa suburbana. Tenía un bonito diseño, parecía rojo recién pintado y tenía un bonito pomo y una bonita aldaba. Era una puerta que pertenecía a la entrada de una bonita casa, no una que estaría en un túnel de tierra en medio de la nada. Su amigo caminó hacia la puerta, moviéndose con cuidado por las bombillas de luz intermitentes y con una creciente incertidumbre acerca de la estabilidad de las “paredes” circundantes. Él se volteo a ver al grupo y ellos, nerviosos, intentaron animarlo con una risa y le dijeron “Probablemente deberías tocar primero”.

El amigo del Sr. Mays agarró la aldaba de acero y la golpeó contra la puerta varias veces burlonamente y silenciosamente dijo: “¿Hay alguien en casa?”. El grupo esperó unos treinta segundos antes de que se rompiera la tensión. El chico que toco la puerta se encogió de hombros y camino de vuelta hacia sus amigos, cuando de repente, una bombilla que había entre ellos explotó. Los chicos se cubrieron los ojos y volvieron a mirar a su amigo solo junto a la puerta. Mientras él bajaba las manos, una de las hojas de metal del techo se cayó. El borde de la hoja cayó directamente sobre la frente del chico, cortándola y llenando su rostro de sangre. El impacto aparentemente lo noqueó y cayó de espaldas a la puerta, abriéndola.

El grupo corrió hacia su amigo, apenas notando una habitación aparentemente oscura que ahora estaba frente a ellos. El Sr. Mays fue el primero en llegar a su amigo. Levantó la cabeza del chico, se quitó la chaqueta inmediatamente y se la puso sobre la frente para intentar detener la hemorragia. Después de que todo se había calmado, el Sr. Mays se dio cuenta de que el brazo con el que había estado apoyando la cabeza de su amigo estaba empapado. Estaba confundido por eso y estaba tratando de analizarlo, cuando uno de sus amigos comenzó a hablar. Dijo algo así como “las luces; tenemos que irnos”, cuando el Sr. Mays se dio cuenta de lo que pasaba.

“¿Vieron cuándo apagan una luz”, le dijo a la clase, “y todo se pone casi negro, excepto por la luz de la bombilla que se apaga lentamente? era así, pero habían muchas”. Hacía solo unos segundos habían al menos veinte bombillas encendidas en la habitación y ahora eran como pequeñas estrellas en la oscuridad. Eso definitivamente era aterrador, pero no fue la cosa más aterradora.

Todavía había una luz muy tenue procedente del pasillo detrás de ellos y aunque era débil, iluminó la habitación lo suficiente como para ver siluetas de decenas de personas paradas a menos de tres metros delante de ellos. El amigo del Sr. Mays había dicho algo más, cuando una de las bombillas a su derecha se encendió.

Permítanme interrumpir en este punto y decir que el Sr. Mays era generalmente un tipo juguetón. Él tenía ese tono de voz que hacía que le quieras responder. Básicamente, él podría decir “vamos a saltar de un acantilado chicos” y tu le responderías “¡está bien Sr. Mays, muéstrenos el camino!” Esa es una declaración ridícula, pero aclara el asunto. Él era un hombre carismático. Toda la historia hasta este momento había sido contada como una historia de fogata. Tenía la voz de alguien que intentaba sonar misterioso y atemorizante, lo que funcionó, pero era notable. En este punto de su historia, recuerdo que eso cambió por completo. Ya no intentaba asustar a nadie; Se podría decir que esta parte fue difícil de contar para él. O era un actor muy bueno, o en verdad fue un recuerdo aterrador.

Nos dijo que la bombilla se encendió, e iluminó al grupo de personas que tenían enfrente. En la tenue luz, pudieron ver niños, al menos veinte de ellos en la luz visible. Estaban todos vestidos con camisones que parecían estar rasgados y andrajosos, manchados con algo oscuro. Su cabello era largo; cada uno de ellos parecía que no habían tenido un corte de pelo desde su nacimiento. Algunos de los niños estaban casi completamente cubiertos de pelo y todos ellos parecían nunca haberse duchado o bañado en toda sus vidas.

El Sr. Mays nos dijo que la parte más aterradora de todo el asunto era que ninguno de los niños se estaba moviendo. Estaban todos de pie, mirando, la mayoría de ellos solo visibles por la tenue luz que se reflejaba en sus ojos. El grupo quedó paralizado de miedo durante varios segundos, cuando oyeron lo que sonaba como un animal aullando en la distancia. La forma en que la que él lo describió fue como el sonido de un perro llorando, multiplicado por diez. Eso hizo que el grupo se despabilara, justo cuando los niños comenzaron a dar un paso hacia adelante. Sus amigos agarraron al herido, lo sacaron de la habitación y en un instante lo llevaron al pasillo. El Sr. Mays tardó un segundo más en moverse y tuvo dificultades para orientarse. Llegó a su izquierda en un intento de encontrar una pared para apoyarse y terminó encontrando una manija, que luego giró con fuerza, sin dejar de ver a los niños.

Él corrió hacia la puerta, cuando se dio cuenta de que lo que había agarrado. Un cabezal de ducha que sobresalía de una pared de cemento, alcanzando tal vez un metro en la habitación. Había algo que salia de él, pero era demasiado oscuro para saber lo que era. Se dio cuenta de que ese liquido había estado goteando sobre él, pero no le importó. Ahora habían niños que tartamudeaban, un animal que lloraba a lo lejos y un amigo gravemente herido. Cuando salió de la habitación, se dio cuenta de que habían varios cabezales de ducha en la pared, cerca de la única bombilla de luz tenue.

“Es por eso que lo llame “Las Duchas”, le dijo el Sr. Mays a la clase. Yo estaba paralizado, sentado lo más adelante que mi mesa podía dejarme estar, preparándome para escuchar más.

“Cerré con fuerza la puerta roja detrás de mí”, dijo “y corrí por ese pasillo más rápido de lo que jamás había corrido antes”. “Volvimos al vehículo y salimos de allí, como un murciélago saliendo del infierno”. (Un par de estudiantes rieron disimuladamente al escuchar la palabra “infierno”.) “Entonces, cuando salgan a pedir dulces esta noche, asegúrense de saber exactamente hacia donde van y no vayan a ninguna granja abandonada. Osea, no hay muchas por aquí, pero todos ustedes son chicos inteligentes, excepto Jerry”. La clase se rió y la atmósfera se aligeró cuando sonó la campana.

El Sr. Mays encendió la luz y nos dio las gracias a todos por escuchar, nos recordó los trabajos que debían entregarse la próxima semana y nos dijo que tuviéramos un feliz y seguro Halloween. Los estudiantes a mi alrededor estaban llenos de teorías sobre la historia que acababan de escuchar.

“Apuesto a que era una especie de guarida nazi loca”, dijo una chica.

“Creo que eran niños fantasmas que fueron asesinados por un perro”, dijo otro estudiante.

Yo no podía teorizar en lo más mínimo; Todavía estaba intrigado. La forma en la que el Sr. Mays contó esa historia y los detalles que incluyó en ella me hizo sentir como que no la entendimos por completo.

Un par de días más tarde, me quedé después de clases y le pregunté cómo terminó realmente la historia y que fue lo que le paso a su amigo. Se rió y dijo que su amigo estaba bien (susurró esta parte): “probablemente debido a algunas de las drogas que habíamos llevado”. El señor Mays me guiñó un ojo como diciendo: “No le digas a nadie sobre las drogas, niño”, entonces sonreí y me fui.

Viví en esa ciudad por un par de meses más y luego me mude rápidamente a la mitad del país, a Milwaukee, Wisconsin.

A medida que fui creciendo, conté la historia, la contaba alrededor de las fogatas y siempre era un éxito, pero siempre le cambiaba el final, haciendo que el amigo del Sr. Mays muera por pérdida de sangre, o haciendo que los niños se lo llevaran arrastrándolo.

No fue sino hasta la universidad que tuve la oportunidad de volver a hablar con el Sr. Mays.

Fui a una universidad en el norte de Nueva York, pero no por esta historia. La universidad fue un momento divertido para mí; Continué siendo el mismo chico que siempre había sido. No fue sino hasta algún momento de mi penúltimo año que me encontré con el Sr. Mays en un bar al que yo iba con frecuencia.

Al principio, no estaba seguro de que la persona que vi en el bar sentada con la cabeza metida entre sus brazos fuera el Sr. Mays. La única cosa que me llamó la atención fue un suéter que él solía usar en su cumpleaños durante la clase. El suéter simplemente decía: “¡Soy el cumpleañero!”

Le dije a mi grupo de amigos que eligieran una mesa y que yo estaría con ellos en un segundo, luego me acerqué al hombre en el bar. “¿Sr. Mays?” dije y el hombre levantó la vista.

El hombre también me miró un segundo antes de sonreír, puso una mano sobre mi hombro y dijo: “¡Hey, hijo! ¿cómo has estado?” su aliento tenía un fuerte olor a whisky y sus mejillas estaban rojas. La mirada en sus ojos revelaba que estuvo borracho y probablemente no tenía idea de quién era.

“Sr. Mays, soy Jack. Fui estudiante suyo durante un par de semestres, hace unos seis años”. Su rostro cambió un poco y se transformó en una genuina mirada de reconocimiento.

Habló en un tono más tranquilo, sonrió y dijo: “¿cómo has estado Jack?”.

Hablamos durante unos veinte minutos. Le dije lo que había estado haciendo durante los últimos años. Él aparentemente todavía enseñaba en la misma escuela, haciendo “el mismo viejo truco”, como él lo llamaba. Le pregunté si todo estaba bien y él me dijo que estaba igual de bien de lo que alguna vez fue o de lo que iba a estar.

Tarde un poco en darme cuenta de que la conversación era entre un adulto y otro adulto.

Anteriormente, la relación que teníamos era de estudiante y maestro; pero ahora, era como la relación de un tipo tomando una copa con un amigo en el bar.

Al final, mis amigos se fueron y yo seguí bebiendo con el Sr. Mays. Me contó sobre su divorcio y sobre sus hijos, cosas que yo nunca le hubiese querido preguntar, pero que ahora me importaban; él era una persona real, ya no era solo un ídolo para mi. Este era un tipo que tenía problemas reales, no el maestro infalible que una vez pensé que era.

Pasaron varias horas, cuando le hablé de su historia, “Las Duchas”. Le conté todo sobre como me gustaban las leyendas urbanas e historias de miedo y él solo se rió. Cuando mencioné la historia que él nos había contado años atrás, se puso casi incómodo. Terminó de beber su whisky, pidió otro, luego giro para verme y se puso muy serio.

“Escucha Jack, no sé por qué seguí contando esa historia año tras año”. Él hablaba demasiado apurado y mi sentido del oído no estaba funcionando bien; en ese momento los dos estábamos intoxicados por el alcohol. “Cuando era más joven mi terapeuta me dijo que tenía que decírselo a la gente, que tenía que enfrentarlo o algo así”. Tomó un gran sorbo de su bebida.

“¿Espera, su terapeuta?” dije.

El Sr. Mays se rió de buena gana y me miró. “Por supuesto Jack. ¿Crees que algo como eso no traumaría a una persona?”.

Estaba confundido, pero sonreí de todos modos. Las cosas se habían vuelto muy extrañas.

“Pero, usted dijo que se drogo o algo así, ¿no?, nadie estaba terriblemente herido. Todos estaban bien ¿verdad?”.

Durante los siguientes segundos puso una cara de tristeza, casi caricaturesca. “Por supuesto que no Jack. ¿Por qué crees que estoy aquí ahora?”.

Yo estaba desconcertado, quería hacerle miles preguntas, pero lo dejé continuar.

“Tim, mierda, él no lo logró Jack”, se rió; su risa se convirtió de repente en lágrimas. “Se lo llevaron, lo hicieron. Los policías nos dijeron que estábamos borrachos, que seguramente él deambuló por ahí y se dejó llevar por la naturaleza. Él no lo sabía. Él no lo vio Jack”.

Yo tenía la cara dura en ese momento. El Sr. Mays me estaba hablándome como si yo supiera la historia real, pero no la sabía. Su amigo había desaparecido. Yo no sabía.

“Desearía que hubiésemos encontrado el cuerpo. Entonces podríamos habérselos mostrado”, suspiró. “Ese lugar es malo Jack. No sé nada más que decir. Ese lugar es malo”.

Continuó por un par de minutos más, hablando sobre su amigo y sobre como se estaban divirtiendo antes de ir a ese viaje y lo dejé hablar, cuando sonó su celular.

“Hola cariño”, susurró en el celular. “Saldré en un segundo. Yo…”, dijo, dejando de hablar. “-Te amo nena”. La persona del otro lado colgó y el Sr. Mays se levantó para irse.

“Ha sido un placer verte Jackie. Tienes una buena cabeza sobre tus hombros chico. Asegúrate de usarla”. Comenzó a caminar fuera del bar.

“¡Sr. Mays!” grité detrás de él.

“¿Sí Jack?” se dio la vuelta para verme.

“¿Dónde habia dicho que paso esto?”.

“¿Dónde? demonios ¿no lo dije?. Está en algún lugar fuera de Broken Bow, Nebraska. Es el puto infierno en la Tierra, si me lo preguntas”.

El Sr. Mays salió de la barra después de saludarme, chocandose contra la pared antes de salir por la puerta.

Esa fue la última vez que lo volvería a ver. Nunca pude contarle sobre el impacto que él tuvo en mi vida, o más bien, el impacto que su historia tuvo en mí. Él nunca supo sobre el viaje que nosotros hicimos después de nuestra graduación, casi imitando el que él y sus amigos habían hecho. Él nunca supo que las cosas que vio en ese lugar eran reales. ¿Por qué? bueno, él murió aproximadamente un mes después. Su hígado dejo de funcionar. Pero está bien, porque su familia estaba con él en la habitación del hospital. Debía morir rodeado de las personas que se preocupaban por él y eso es todo lo que le puedo desear a un hombre como él.

Fui a ese lugar varios años después. Ahí es donde empieza mi historia. Lo que sigue, es la historia de cómo llegué a encontrar “Las Duchas” y por qué nunca volveré a ir a ninguna parte cerca de Nebraska. Terminaré esta historia cuando esté sobrio. El recuerdo es claro.

Parte 2

Ahora estoy despierto, medio sobrio y listo para terminar esta historia, para ustedes, para Internet y para quien quiera escucharla.

No sabía que el Sr. Mays había fallecido, hasta un par de meses después del funeral. Inicialmente, iba a buscar a su familia para darles mis condolencias, pero no era como si el Sr. Mays y yo fuéramos mejores amigos o algo por el estilo; entonces, no lo hice. Continué mi carrera universitaria y me gradué en aproximadamente un año después de nuestro reencuentro en el bar.

Graduarme con el Inglés como mi especialidad no fue un error, pero no fue exactamente algo que me llevó a encontrar trabajos de inmediato después de la universidad. Había ahorrado una gran cantidad de dinero desde que estaba en la escuela y decidí que me merecía unas vacaciones, por así decirlo. Tomé mi dinero extra, me junte con mi amigo de la universidad, Steve, empaqué y salí a la carretera, buscando algún lugar en las Montañas Rocosas. Cuando era más joven, vivía cerca de Littleton, Colorado y recordé que amaba esa zona, por lo que ese destino era tan bueno como cualquier otro.

El viaje fue un éxito. Fuimos a algún lugar alrededor de Estes Park, Colorado y encontramos una cabaña barata, la cual alquilamos por aproximadamente un mes. Los días estuvieron llenos de descansos, caminatas y en general, momentos que implicaban poco o nada de trabajo. Después de que el alquiler terminara, empacamos nuevamente y nos fuimos de regreso al este.

En algún momento durante este viaje, nos encontramos con un par de nativos de Estes Park en uno de los bares locales. No “pasamos el rato” con ellos ni nada por el estilo; solo hablamos sobre comidas y bebidas. Una noche, esos tipos estaban pagando la cuenta y empacando para irse terriblemente temprano; por lo general, se quedaban allí hasta altas horas de la madrugada. Cuando les preguntamos al respecto, nos dijeron que se dirigían a una pequeña reunión con algunos amigos suyos y nos invitaron. Al no tener nada más que hacer, nos subimos al auto y los seguimos hacia la fiesta.

La fiesta en sí fue muy discreta y en última instancia, irrelevante para esta historia; sin embargo, lo importante fue que en algún momento de la noche, todos estábamos sentados alrededor de una fogata, intercambiando historias de fantasmas. En ese momento de mi vida, no era el mismo chico que era en mi juventud. Pero, con un poco de animo de parte de todos, comencé con un par de historias que recordaba haber contado en mi juventud. Eventualmente, llegué a la historia del Sr. Mays, “Las Duchas”. Cada vez que la contaba, después de escucharla del Sr. Mays, la condimentaba un poco. Pero, por algún tipo de respeto inconsciente a mi antiguo maestro, conté la versión que él le contó a mi clase en mi segundo año de secundaria.

El grupo disfrutó mis historias, siendo “Las Duchas” la favorita de la gente de la fiesta. Steve y yo nos fuimos a la cabaña, alrededor de las cinco de la mañana y durante el camino a casa, él me preguntó acerca de esa historia. Le conté todo sobre el Sr. Mays, sobre esa clase, sobre mi amor por todo lo relacionado a el horror y otras cosas y me dijo que intentáramos encontrar el lugar en nuestro viaje de regreso a Nueva York. Al principio me mostré renuente, simplemente porque no tenía ganas de vagar sin rumbo por Nebraska durante días, en busca de una antigua granja que probablemente había sido demolida. Pero, un par de días antes de salir de Colorado, le dije a Steve que sonaba divertido. No íbamos a poder hacer otro viaje como ese durante mucho tiempo, así que pensé que sería mejor hacer que este viaje salga lo mejor posible. En algún lugar en el fondo de mi mente, pensé en ello como un pequeño homenaje al Sr. Mays, un tipo que, en retrospectiva, me ayudó a darme cuenta de que quería ser escritor.

De todos modos, dejamos Colorado e hicimos el largo, aburrido y árido viaje hasta Broken Bow, Nebraska, o “El Infierno en la Tierra” como lo llamó el Sr. Mays. Encontramos un motel en la ciudad y nos quedamos allí por un par de días, para después seguir aventurándonos cada día a más de cien millas a cualquier dirección. Me acordé de que el Sr. Mays dijo que el lugar estaba en algún lugar fuera de Broken Bow, pero no creo que haya podido ser más específico.

Intentamos preguntarle a la gente del pueblo si tenían información sobre Las Duchas, pero por lo general, las personas se nos quedaban viendo, o ponían los ojos en blanco cuando les decíamos qué era exactamente ese lugar. La única persona que parecía saber algo al respecto era una señora mayor que trabajaba en una gasolinera en las afueras de la ciudad. No recuerdo su nombre, pero esta mujer era una de esas personas mayores alegres, muy serviciales y generalmente interesadas en lo que alguien tenía para decirle. Steve comenzó a hablar con ella al momento del pago y ella preguntó por nuestra matrícula, comentando sobre el hecho de que estábamos muy lejos de casa. No teníamos ningún otro lugar en donde estar, así que Steve y yo terminamos hablando con esa mujer por unos quince minutos, momento en el continuamos con nuestra búsqueda del lugar conocido como “Las Duchas”.

Inicialmente, la mujer no reconocía el nombre, lo cual tenía sentido, ya que el Sr. Mays le había puesto ese nombre, luego de su experiencia allí. Pero cuando comencé a describir los detalles que recordaba de su historia, la amistosa anciana me interrumpió. No nos habló ni con desprecio ni de mala manera, pero se volvió muy concisa y deliberada con sus palabras a partir de ese momento.

“La gente ya no hace nada relacionado a ese tipo de negocio”, nos dijo. “Eso fue hace mucho tiempo”. Después de sus declaraciones, intentó volver a estar alegre, diciendo como excusa que tenía que ir al baño y deseándonos lo mejor en nuestro viaje de regreso a Nueva York.

Steve y yo regresamos al auto sin decir una palabra. Los dos estábamos pensando en lo que había dicho la mujer. Una vez más, ella no parecía estar enojada en absoluto, simplemente no quería escuchar otra palabra al respecto. Volvíamos al hotel, cuando Steve dijo algo. “Si yo tuviese que vivir en un lugar asociado a una leyenda urbana o algo así, me metería con cualquiera que preguntara al respecto”, dijo. “Es decir, eventualmente te cansarías de que la gente se preguntara por eso y intentarias asustarlos para que se callen, ¿no?”.

Estuve de acuerdo con Steve y seguí conduciendo, pero toda la experiencia no me sentó bien. Si eso era una especie de leyenda conocida en el área, ¿por qué nadie más en la ciudad parecía saber algo al respecto?. De todos modos, me dio igual. Eso sí, ninguno de nosotros tenía miedo de encontrar Las Duchas; esta pequeña excursión en nuestro viaje por carretera fue más como una búsqueda del tesoro, en general, un límite para unas vacaciones relajantes. Steve y yo éramos básicamente como turistas, buscando el sitio en el que se filmó una película famosa o algo así. Estábamos en una situación con poca o ninguna expectativa y teníamos una gran esperanza en encontrar ese lugar.

Pasamos otro día en Broken Bow antes de realizar nuestro próximo viaje para tratar de encontrar Las Duchas. Nebraska no es un lugar tan horrible como la gente cree, pero no es muy emocionante. Encontramos un bar y pasamos un tiempo allí y eso fue lo que hicimos casi por el resto de nuestro “día libre”.

Cuando volvimos a la carretera, decidimos intentar alejarnos lo más que podíamos de las carreteras principales. Sabía que no había forma de que ese lugar pudiese encontrarse yendo por una carretera y recordé algunos detalles sobre un camino de tierra en la historia del Sr. Mays, así que fuimos a buscarlo. Ese fue un esfuerzo bastante inútil; la mayor parte de Nebraska son caminos de tierra.

Eran las siete de la tarde, cuando encontramos un pequeño pero espeso bosque. Utilicé el término a la ligera, pero para Nebraska, ese lugar era como un oasis. Los árboles eran grandes y gruesos y la mayoría se escondían en la oscuridad. El sol se estaba poniendo y aunque ya nos había topado con algunos de esos conjuntos de árboles, estuvimos de acuerdo en que ese se veía más prometedor que cualquiera de los otros. En realidad no había un camino, pero parecía que en algún momento pudo haber un camino de tierra, así que condujimos por ahí. Si el automóvil podía ir por las Montañas Rocosas, un camino de tierra en Nebraska no nos daría problemas.

Avanzamos lenta y cuidadosamente por ese sendero, asegurándonos de esquivar cualquier árbol caído en medio la carretera o rocas que inutilizaran el automóvil, cuando se hizo de noche. Durante el día ese lugar era bastante oscuro, pero cuando llegó la noche, era algo completamente diferente. En ese momento me di cuenta de que habíamos encontrado el lugar correcto, pero no quería precipitarme, así que continuamos adelante. En ese momento no me di cuenta, pero los pequeños rayos de luz que penetraban el dosel de ese bosque miniatura realmente hicieron que pareciera que las ramas de los árboles estaban tratando de agarrar el auto, justo como lo había mencionado el Sr. Mays en la historia. Todavía estoy convencido de que él inventó la parte de los ojos de los animales; la criatura más agresiva que vimos en el bosque era un conejo muerto al lado del camino. No tenía signos evidentes de muerte; simplemente parecía que se había acostado y no quería levantarse.

Condujimos en la oscuridad durante bastante tiempo, cuando encontramos un claro. Tuvimos que mover varios grupos pequeños de ramas antes, pero justo en frente había un monstruoso árbol gigante caído en el medio del camino. No había forma de atravesarlo, así que salimos y encendimos las brillantes luces delanteras del auto con la esperanza de que iluminaran el área frente a nosotros. Hubo una sensación de excitación mezclada extrañamente con miedo, cuando vi lo que estaba a cincuenta metros más allá del claro.

Allí, iluminado en parte por las luces del auto y por la poca luz de la luna llena, estaba lo que parecía ser un antiguo granero. No era una granja típica, era más grande que los graneros que había visto en las películas. Básicamente parecía un pequeño almacén. En este punto, no estaba del todo seguro si ese era el lugar que estábamos buscando, pero esto fue definitivamente lo más cerca que habíamos podido llegar.

Me moví por los arbustos, hasta que estuve a unos seis metros de la entrada, momento en el que toda la vegetación pareció detenerse. No sabía si los propietarios le habían hecho algo al suelo, pero toda la estructura tenía un borde que no contenía ningún tipo de vegetación. Me acerqué a la entrada del edificio y vi una gran puerta corrediza, cuando Steve se acercó a mí con dos linternas.

“¿Ibas a recorrer ese lugar en la oscuridad?” se rió.

Solté una risa a medias y agarré una de las linternas de su mano. La mía era pequeña, pero era bastante brillante; era el tipo de linternas que llevan los excursionistas en sus mochilas, por si se quedan varados de noche. Funcionó bastante bien. Agarré la puerta de metal con ambas manos, sosteniendo la linterna con la boca y tire de ella. Se movió un poco, crujió un poco, pero no había forma de que la abriera yo solo. Steve se acercó por detrás, colocó la linterna en el suelo, agarró la puerta y dijo: “¡Uno, dos… tres!”

Tiramos de la puerta con toda nuestra fuerza. Una vez que logramos moverla un par de centímetros, debió de haberse trabado porque se deslizó con mucha facilidad, haciendo un sonido fuerte y resonante al abrirse. Steve tomó su linterna y caminó detrás de mí; Yo ya había entrado.

El interior de la estructura estaba excepcionalmente vacío, era casi inquietante. No estaba muy seguro de lo lejos que estábamos de la casa o del pueblo más cercano, pero no había ni la más mínima evidencia de que alguien hubiera estado en este edificio durante años. No había botellas de cerveza rotas ni bolsas de papas fritas vacías; ni siquiera había excrementos de animales o plantas que lograron crecer aquí. La habitación era amplia, más grande que la granja promedio, pero no del monstruoso tamaño de un almacén que yo creía que el Sr. Mays había descrito en su historia. Estaba seguro de que simplemente fue, en algún momento, un área de espera para equipos agrícolas, o algo parecido.

Decepcionado, deambulé cerca de la entrada, mientras Steve se adentraba en la parte oscura. Mientras repasaba los detalles de la historia en mi mente, algo me llamó la atención; en la historia del Sr. Mays, había un silo cerca del granero. Salí corriendo, mis ojos se adaptaron fácilmente porque, por lo menos, afuera era más brillante. Miré en todas las direcciones, corriendo alrededor del perímetro del edificio. Seguramente, si alguna vez hubo un silo cerca de este lugar, habría alguna evidencia de ello en alguna parte. Pero, a pesar de mis esperanzas, no había nada más que un grupo de arbustos gruesos a un lado, matorrales, tierra por todas partes y el bosque del que vinimos.

Volví al edificio, frustrado y cansado. Steve todavía estaba emocionado, corriendo ansiosamente por el interior del edificio. “Si tan solo pudiera encontrar un cabezal de ducha o una tubería”, dijo. “Entonces sabríamos que era verdad. Sigue buscando conmigo”. No quería arruinar su emoción; Le conté a Steve la historia varias veces, pero obviamente no se dio cuenta de que este no era el lugar. El edificio era raro, estaba fuera de lugar y estaba extrañamente limpio, si, pero no era la ubicación de Las Duchas. Lo dejé explorar un poco más antes de llamarlo.

“Esto fue probablemente lo más cerca que estuvimos, amigo”, le dije. “Pero este no es el lugar. ¿Recuerdas el silo?”. Su rostro pasó de la emoción a la decepción en un instante, al igual que un niño pequeño que no recibió los regalos que quería en su cumpleaños. Le di una palmada en el hombro. “Sin embargo, esto todavía es bastante genial. Quiero decir, todavía podríamos decirle a la gente que lo encontramos”. Estaba volviendo a mis viejos hábitos rápidamente.

Steve se rió. “Sí amigo, creo que pudimos. Esto definitivamente es lo suficientemente aterrador. Deberíamos sacar algunas fotos como “prueba”. Estuve de acuerdo con él. “Voy por la cámara rápido”, dijo mientras salió corriendo de la entrada del edificio. Yo me quedé solo en el edificio.

Cuando me quede solo ahí, todo estaba muy tranquilo. Podía escuchar el débil sonido de Steve corriendo por el matorral hacia el auto, pero una vez que estuvo lo suficientemente lejos, todo estaba en silencio. Recuerdo que ni siquiera se escuchaba el sonido del viento ni el canto de los grillos mientras caminaba, adentrándose cada vez mas a la oscuridad, con la linterna en la mano. Estaba convencido de que tenía que haber algo. Al acercarme a la esquina más alejada de la habitación, el sonido de mis pies pisando la tierra fue interrumpido por un suave y hueco sonido. Me detuve, tratando de descubrir lo que era. Di un pisotón fuerte y lo escuché nuevamente. Pisoteé una vez más, dándome cuenta de que el piso en el que estaba parado estaba cubriendo algo hueco.

Caminé hacia la pared de la habitación, mirando cuidadosamente el suelo para asegurarme de que no haya agujeros o brechas. Por lo que yo sabia, el terreno que esa cosa tenía encima era firme, así que estaba convencido de que había encontrado una trampilla, un sótano, o algo así. Escuché a Steve regresando atravesando la maleza, mientras yo gritaba: “¡Steve! ven aquí, esta hue…” Cuando iba a decir la palabra “hueco”, salté un poco, con la esperanza de recrear el sonido para que él fuese capaz de escucharlo al entrar. En el momento en que mis pies tocaron el suelo, sentí que se caía.

El recuerdo de la caída es borroso, pero recuerdo haber escuchado sonidos madera rompiéndose. Recuerdo haber visto la luz de la linterna de Steve, cayendo en completa oscuridad. No fue una caída larga, pero debí haber caído en una posición terrible, porque perdí el conocimiento por al menos varios segundos.

Cuando desperté, estaba mirando una luz brillante. Por un instante pensé que era la legendaria “luz al final del túnel”. Estaba enojado conmigo mismo. “¿Moriste en Nebraska Jack? vaya, tu si sabes como cagarla”. Mi autodesprecio en el más allá fue interrumpido por lo que sonaba como la voz de Steve.

“¡Dios, Jack, Jack!, ¿puedes oírme? amigo, despierta. Por favor, despierta”, gritó.

Pude levantar la cabeza del suelo lo suficiente para que él celebrara. El dolor en mi cabeza era inmenso, pero no se comparaba al dolor que tenía en la rodilla. Sabía que tenía una contusión, pero el dolor en mi rodilla era mucho más apremiante. Miré alrededor hasta que encontré mi pequeña linterna, luego me senté y tranquilicé a Steve. “Estoy bien, me lastimé la rodilla, también me golpeé la cabeza, realmente fuerte”.

“Mierda, gracias amigo. Pensé que estabas muerto. Imagínate morir en Nebraska. Sería horrible”. Sus palabras me hicieron reír un poco, pero me contuve; el más mínimo movimiento me hacia doler la cabeza y hacía que me maree increíblemente. “¿Necesitare una cuerda?” dijo Steve.

“¿Qué?” pregunté en voz baja.

“¿Debo ir a buscar una cuerda para poder sacarte de aquí, o ves una escalera?”. Miré alrededor de las paredes que estaban frente a mí; eran de cemento liso. No había forma de que pudiese salir de ahí escalando. “Sí, ve por la cuerda”, le dije. “Está debajo de todas nuestras cosas. Puede estar en mi bolsa de escalar roja, pero no estoy seguro”. Steve asintió, diciéndome que me quedara allí y que volvería rápido, luego se fue corriendo.

El silencio fue incómodo. Después de que el sonido de los pies de Steve pisando el piso en el que estaba yo se desvaneciese, solo pude escuchar ese zumbido que se escucha cuando hay silencio total, mezclado con el latido en mi cabeza. Me moví hacia la pared de cemento más cercana y me recosté en ella, descansando y respirando profundamente, en un intento de calmarme. El cemento estaba anormalmente frío y tenía mi espalda apoyada en la pared. Era verano, así que solo tenía una camiseta puesta, pero aún así se sentía como hielo. Una vez más, esa observación se realizó principalmente después del hecho. En ese momento, se sintió bien apoyarse en algo.

Me senté allí, esperando a Steve en ese sótano subterráneo y comencé a sentirme incómodo. Me sentí como un idiota por haberme caído ahí; Sentí dolor por mis heridas también. En un instante, todo eso pareció juntarse en una sola emoción, cuando escuché lo que solo podía ser la respiración de alguien, en algún lugar a mi izquierda. Me convencí a mí mismo de que solo fue mi mente, quien me engañó por unos momentos ,hasta que mi mente decidió reproducir rápidamente la historia del Sr. Mays. Cuando lo escuché por primera vez en esa clase años antes, estaba más impresionado que asustado. Pero ahora, estando sentado en un sótano oscuro en el medio de Nebraska, sentí algo que no había sentido en mucho tiempo; ni siquiera podía estar resumido en la palabra “miedo”. Mientras estaba sentado allí, sentí un miedo que lo abarcaba todo.

Apunté mi linterna a mi izquierda, a la dirección la cual creí haber escuchado el sonido. La luz no llegó a la otra pared; estaba muy lejos. Pero, me reconfortó no ver absolutamente nada allí. Respiré profundamente durante un par de segundos más, cuando escuché otro ruido en la oscuridad. Fue muy rápido, y no sabia si fui yo al mover mi cuerpo; pero me pareció escuchar un sonido raspante a menos de tres metros delante de mí. Sonaba como el ruido que hacen tus pies cuando caminas por un piso cubierto de tierra. Antes de que pudiera reaccionar, escuché la respiración a mi izquierda otra vez, esta vez más cerca. No había forma de que eso fuera real. No había visto ni una telaraña en este edificio y ahora estaba seguro de que tenía algo que estaba respirando a mi lado.

Estaba enojado conmigo mismo por estar imaginando cosas. Me dije que el cerebro humano está constantemente alucinando. Me dije a mí mismo que mientras estás en silencio o en la oscuridad, el cerebro emite sonidos para llenar el vacío, o hace que veas cosas que no están ahí. Canalicé mi escéptico interior para calmarme; funcionó. Funcionó hasta que vi un destello de algo delante de mí. No podía estar completamente seguro de lo que era, pero escuché sonidos de pies arrastrándose y comencé a llenarme de miedo. En ese punto, decidí que lo mejor que podía hacer era apagar mi linterna, suponiendo que si no podían verme, lo que sea que fuesen “ellos” no podrían alcanzarme.

Apagué mi linterna y me quedé en completa y total oscuridad. La luz de la linterna se apagó, enfriándose y la puse en mi bolsillo, empujándome hacia atrás simultáneamente contra la fría pared de cemento, en un intento de pararme. Logré levantarme y me di cuenta de que mi rodilla lesionada no podía soportar la presión. Cojeé hasta la esquina, tarareando para mí mismo, tratando de romper el silencio ensordecedor. Llamé a Steve, tan fuerte como pude, pero no escuché ninguna respuesta. Probablemente estaba en la parte trasera del auto, todavía buscando la cuerda. Tenía que haber una escalera o algo, en algún lado.

Seguí tarareando y el latido de mi corazón, que había estado latiendo casi fuera de mi pecho, disminuyó a un ritmo manejable. Me moví a lo largo de la pared de cemento, manteniendo todo mi cuerpo contra ella y el peso de mi rodilla lesionada. Había recorrido lo que supuse que eran unos diez metros, cuando mi cabeza toco algo frente a mí. Caí al suelo. Mi contusión debe haber amplificado el dolor, porque era cegador. Llevé ambas manos a mi frente, cuando sentí algo cálido y húmedo en los dedos. Busqué un corte en mi frente, pero no pude encontrar uno. Busqué desesperadamente mi linterna mientras me sentaba e intentaba recostarme contra la pared.

Agarré la linterna con mi mano derecha y me apoye en la pared con la otra mano. La encendí y alumbre la oscuridad, en donde yo estaba tirado solo. El suelo estaba mojado, pero la suciedad no dejaba ver el color de ese líquido. Intenté enfocar mis ojos en el charco, traté de convencerme a mí mismo de que era mi sangre, cuando vi caer una gota en el charco.

Mis palabras carecían de la capacidad de describir la forma en la que me sentía, cuando oí el ruido de “goteo” de nuevo y vi otra pequeña bola de líquido caer en el charco. Creo que sabía, incluso entonces, de donde venía exactamente, pero intentaba convencerme de que estaba infinitamente equivocado. Levanté la linterna y apunté a la fuente del líquido. Lo que me devolvió la mirada fue una tubería que sobresalía de al menos un metro de la pared de cemento. El metal estaba oxidado y agrietado; Pequeños pedacitos del líquido comenzaron a filtrarse. Al final de la tubería, había un simple cabezal de ducha, apuntando hacia el suelo.

¿Conoces esa sensación de tener un nudo en el estomago?. Sentí esa sensación y inmediatamente vomité. El vomito cayó en mis zapatillas, pero eso no era lo más importante en ese momento. Ignoré el dolor de mi rodilla y me arrastré por la pared lo más rápido que pude. Escuché ruidos, pero no sabía si solo fueron los sonidos de mi propios movimientos, o de algo a mi alrededor. Logré pasar agachado debajo del siguiente cabezal de ducha. Este estaba más arriba en la pared y parecía tener el mismo líquido que el otro. Sentí que me movía a lo largo de un lugar infinito. De vez en cuando tenía que pasar agachado o arrastrarme por debajo de alguna que otra barra de metal, o de otro cabezal de ducha. Comenzaron a verter más rápido, pero el líquido era demasiado espeso y no salía fácilmente.

La habitación comenzó a oler mal. Recordé de inmediato la forma en la que el Sr. Mays la había descrito. Me quité la camisa y me tapé la nariz con ella, caminando hacia adelante, pero eso no detuvo el olor en un instante. Olía a vómito; olía a mierda; olía a pelo quemado; olía a podrido.

Todavía me estaba moviendo por la pared, cuando caí en otro lugar. Golpeé la tierra con fuerza, la adrenalina corría por mis venas; el dolor aún seguía. Mi linterna todavía estaba en mi mano; apunté y examiné mi entorno. Frente a mí había una puerta. Había una puerta allí, aunque parecía vieja. Tenía un diseño pequeño y agradable, un picaporte y una aldaba que parecía un demonio gruñendo. La pintura roja se estaba desprendiendo frente a mí, cayéndose al suelo. Me levanté torpemente y atravesé la puerta, pasando por una lámina de metal colgante frente a mí. Me estaba arrastrando ahora; no había forma de que pudiera correr. Las paredes y el techo estaban revestidos de metal, del tipo que se vería en el techo de una granja. Grandes pedazos de madera parecían sujetar las láminas de metal, sosteniendo juntos ese improvisado túnel. No podía arriesgarme a pasar por ahí, posiblemente me cortaría con el metal, o me golpearía con la madera y provocaría un derrumbe. Así que pasé gateando.

Seguí caminando por lo que parecían millas, de vez en cuando chocando contra las paredes porque el sendero parecía curvarse como una serpiente. No tenía idea de dónde estaba el agujero por el que había caído, pero supuse que tenía que había una salida al final de esto. Si no hubiera estado gateando, seguramente me habría lastimado mucho peor. Habían partes del túnel en las que el techo se inclinaba a unos tres metros sobre el suelo. No se había derrumbado porque el techo todavía aguantaba. Alguien lo había construido así a propósito. No me importó en ese momento. Seguía diciéndome a mí mismo que no había nada detrás de mí, pero juré escuchar unos pasos a solo unos metros detrás de los míos.

Mis jeans rozaban mis piernas de vez en cuando, haciéndome sentir como si alguien me estuviera tocando, pero, hasta el día de hoy, no se con seguridad si alguien en verdad lo estaba haciendo. Me arrastré hasta que llegué a una pendiente. Con alegría, miré hacia adelante; Había una puerta de bodega. La puerta era de madera; Lo sabía porque podía ver una luz del otro lado de ella. No estaba seguro, pero pensé que podrían ser las luces del automóvil. Además de todo eso, estaba muy feliz de encontrar una salida.

Me arrastré hasta la puerta y me golpeé el hombro contra ella. Se movió, pero no se abrió. Empecé a gritar, grite tanto que me dolió la garganta. Lo único que se escuchó fue un fuerte grito; sonaba como un animal moribundo. Me desplomé por el agotamiento y el dolor, mis ojos se quedaron mirando las rendijas de luz delante de mí. Estaba tan cerca de estar afuera, que podía sentirlo.

Fue en ese momento de silenciosa derrota, cuando oí un ruido que era, sin lugar a dudas, algo que se movía por el túnel. Parecía algo que se estaba arrastrando. Se movía, se detenía por un segundo y luego se volvía a mover. No tenía nada en el estómago para vomitar, pero igualmente comencé a vomitar. Hice lo posible para mover mi brazo y enfocar con la linterna el túnel.

Lo que vi, todavía no lo puedo racionalizar. Sé lo que vi, pero no puedo convencerme de que realmente estaba allí. No puedo dejar de decirme a mi mismo que estaba alucinando. Vi a un niño con un camisón sucio. El camisón estaba manchado con algo oscuro y marrón, con algunas manchas de color rojo intenso. El niño era extremadamente débil y se veía como una víctima de un holocausto. Solo le pude ver un ojo, el cual se reflejaba por la brillante luz de mi linterna, entre sus mechones de cabello largo y sucio. Las yemas de sus dedos estaban llenas de tierra. El niño, o la niña, no estoy seguro de lo que era, se acercó a mí con dificultad. No respiraba con dificultad, pero parecía que cada movimiento de cada uno de sus músculos requería mucha fuerza. Sin embargo, lo que hizo que me congelara de miedo fue su ojo. Solo era visible porque lo alumbraba mi linterna y podía sentir ira, odio profundo, o algo así. En ese punto, el idioma español realmente carecía de las palabras correctas para explicar la situación. Se podría decir que ese niño tenía malas intenciones. Fuese una alucinación o no, se me estaba acercando. Comencé a llorar. Se acercaba cada vez más, cuando escuché una voz detrás de mí. “Hey, Jack”, susurró la voz. Era Steve, estaba seguro.

Traté de responder, con la intención de decir: “Abre la puerta y sácame ahora mismo”. Sin embargo, en el estado en el que estaba, eso sonaría tonto. Me arrastré hacia la puerta, empujándola con mi cuerpo y rompí el contacto visual con el niño. Mientras lo hacía, la linterna se cayó y rodó por la pendiente, deteniéndose en alguna parte, cerca de los pies del niño.

“¿Que ves?” la voz preguntó.

“¿De qué estás hablando?”. Cerré los ojos.

Recuerdo haber escuchado una respuesta: “Solo mira. Dime lo que ves”, pero mis propios gritos de frustración se ahogaban.

Murmuré como un loco cuando la voz me dijo con calma: “Descansa un segundo, lo conseguiré”. Lo que dijo tardó un segundo en cumplirse, en ese momento cerré los ojos con fuerza.

“Steve, solo hazlo por favor. Por favor, solo ábrela, por favor”, dije. “Solo sácame de aquí”. Mi voz comenzaba a sonar más fuerte. “Steve, maldita sea, abre la puta puerta de madera”. Abrí los ojos por una fracción de segundo, para ver nada más que pelo negro, colgando delante de mi cara y un pequeño destello de luz entre el pelo. Cerré los ojos y grité con cada onza de energía que tenía, “Abre la puta pue-” La puerta detrás de mí se abrió y caí sobre la tierra, tomando un soplo de aire fresco. Mis ojos seguían cerrados, pero lo primero que hice fue cerrar la puerta de la bodega. Después de haber hecho eso, respiré hondo y abrí los ojos.

Vi al granero, siendo iluminado por las luces del auto. Mi cabeza latía de dolor. Estaba cubierto de tierra y de líquidos que ni siquiera me importaban saber de su origen. Mi rodilla estaba, al menos, dislocada. Pero a pesar de todo eso, estaba fuera del túnel. Respiré hondo, puse mis manos en mi cabeza y dije “Steve, ¿por qué no abriste la puerta?”.

Esperé una respuesta, pero no hubo ninguna. “Steve, en serio, estaba gritando por mi vida”, le dije mientras miraba detrás de mí. En ese momento sentí un nudo en mi estomago, de nuevo. Lo único que había detrás de mí era la gran masa de arbustos que había visto mientras examinaba el perímetro del edificio. Yo estaba enojado. “Steve, este no es el maldito momento. Sal de los malditos arbustos”. Me iba a levantar, cuando escuché un grito desde el frente del edificio.

La luz de una linterna se balanceaba de arriba hacia abajo en la penumbra. Steve venia corriendo hacia la puerta abierta de la estructura, gritando mi nombre y diciéndome que no me preocupara. En ese punto, debí de haberme desmayado. Cuando desperté, Steve estaba parado a mi lado, tratando de despertarme desesperadamente. Sus palabras fueron casi incoherentes, al menos para mis oídos.

Me ayudó a ponerme de pie y empezamos a caminar hacia el auto. Cuando nos alejamos, vi mi linterna tirada en el suelo, justo afuera de la puerta de la bodega, su luz se estaba desvaneciendo.

Steve me llevó de vuelta al auto y luego me llevó al hospital más cercano. Me quedé dormido, pero él me dijo que tardó una hora en encontrar una carretera principal. No creo haberle contado toda la historia. Creo que él solo piensa que yo estaba lastimado por la caída. Él nunca me preguntó al respecto y no nos mantuvimos en contacto por mucho más tiempo. No es que nos hayamos separado por todo esto, sino que simplemente dejamos de pasar el rato después de ese viaje y seguimos con nuestros diferentes caminos.

Nunca fui capaz de entender completamente lo que sucedió esa noche. Hay muchas cosas que puedo explicar como las alucinaciones, pero todavía hay muchas cosas que no tienen sentido. Los cabezales de ducha estaban allí y estaban goteando algo. La puerta era real, el túnel era real. Casi todo lo demás puede ser semirracionalizado, si puedo estar seguro de que tuve una conmoción muy mala, una conmoción muy, muy mala. Pero lo único que no podía haberme imaginado era que la puerta de la bodega se abriera de repente, cuando estaba cerrada.

Todavía sigo siendo tan escéptico como siempre lo he sido, pero creo en lo que me sucedió en Las Duchas. No soy un ermitaño o un anti social por esto. Bebo mucho, pero todavía sigo siendo funcional. Pero, nunca volveré a Nebraska; nadie jamás podrá convencerme de hacerlo. Yo tampoco veo películas de terror; no hay absolutamente nada entretenido en estar tan desesperadamente asustado. Eso es todo, enserio. No hay un final típico en mi historia. Mi experiencia me cambio, sí. Pero, no hay forma de cambiar nada, al respecto a eso. Ni siquiera puedo convencerme a mí mismo de que no estaba solo viendo cosas. Créeme; Lo he intentado por años.

Antes de esto, realmente no había forma de encontrar información sobre Las Duchas. La leyenda no se extendió fuera del aula del Sr. Mays. Nadie contaba historias como esa para mantener a los niños alejados de cierto lugar, o para asustarlos; simplemente no era algo conocido. Creo que ese es realmente el punto de toda esta historia. Quiero que la gente sepa de primera mano cómo es ese lugar. Tal vez sea porque mi razonamiento de borracho, o porque el niño dentro de mí quiera difundir este tipo de historias otra vez. No lo sé; no me importa. Pero, ahora, mi historia esta aquí, para que la gente piense lo que quiera. Y lo más importante, está finalmente fuera de mi cabeza.

Se está haciendo tarde y voy a tomar otro trago. Saludos.

Historia original: The Showers

Traducida al español por: SuperDash

— Via Creepypastas

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