La policía del karma

Allá afuera
Allá afuera

“¡Maldita sea, chico! ¡Ahora vas a tener siete años de mala suerte!”

Eso fue lo que me dijo mi abuelo cuando tenía cinco años y rompí por accidente el viejo espejo que colgaba en el pasillo de su casa mientras luchaba como un caballero medieval con la escoba.

No sabía lo que era la mala suerte, o la suerte en general. Por aquel entonces supongo que la única mala suerte que sabía era recibir una paliza con una rama de melocotonero. Nunca le pregunté mucho sobre ello, porque mi abuelo murió justo la siguiente mañana. Lo encontró mi padre muerto en su cama. Todos decían que se fue mientras dormía.

Cuando me hice mayor, escuché más sobre la suerte, tanto la buena como la mala. Algunos la llamaban auras, otros, destino, pero la que me sonaba mejor era la idea del karma. Hacer cosas buenas te da buen karma, y haciendo cosas malas solo consigues karma malo. Y como la suerte, creía que el karma podría influenciarse por las mismas acciones, y vi lo suficiente para pensar que así era.

En secundaria, una vez vi a nuestro entrenador de football cruzar bajo una escalera que se usaba para pintar el gimnasio. Al día siguiente, el entrenador Clark cayó desde lo alto de las gradas y se partió el cuello cuando aterrizó en el campo. Mientras estaba en la universidad, salía con una chica preciosa llamada Amber. Durante una tormenta fuerte, ella abrió su paraguas dentro del centro de estudiantes, antes de salir a la lluvia.

En su camino de vuelta a casa, perdió el control de su coche y acabó directa en un terraplén. Las autoridades dijeron que debió de haber muerto en el impacto y que no sintió dolor cuando el coche ardió y su cuerpo se consumió por las llamas. Durante su funeral, vi a una mujer pisar sobre la tumba de otra persona. La vi al día siguiente en el periódico, le habían disparo durante un intento de robo en su casa.

Siempre intento explicar a mis amigos y familia sobre el mal karma, esperando que sean capaces de esquivar ese destino, pero a algunas personas no se las puede ayudar, tienen su destino marcado. Unas horas atrás, mi mujer me dijo algo sobre una de esas molestas cadenas de email de mala suerte si no lo reenvías y como la había borrado. Tan solo moví mi cabeza y me preocupé por lo difícil que era que la gente creyera en el karma.

Ahora mismo ella está durmiendo arriba, después de haberle puesto unos somníferos en su café, mientras yo estoy abajo prendiéndole fuego a las cortinas con una vela y mirando cómo se propaga a través de la alfombra. Mientras camino hacia mi coche, me pregunto a mí mismo cuántas veces más tendré que hacer esto para que la gente empiece a creer en el mal karma.

— Via Creepypastas

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