Jeff The Killer: detrás de la ficción, la verdadera historia.

Asesinos del Zodiaco
Asesinos del Zodiaco

| LimboP | MORADOR DEL LIMBO
“Se estremece la tierra, ruge la espuma de los mares sobre las montañas, y el cielo arde en música de sombras y liras infernales”

Este es un descarriado del Limbo, penitente del Purgatorio con fecha de nacimiento en un guiño de ¡CreepyLooza! Abstente de la arena, que esto es más legal que tu jfa. Burló La Guillotina y a los Jueces del Infierno, así que cómete tu teclado.

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Narra Jeff:

La oscuridad era algo que nunca me había asustado.

Tal vez fuera porque desde niño ha sido algo a lo que me he acostumbrado.

No todas las personas tienen la capacidad de adentrarse en las sombras. Ellas son sabias. Pues son portadoras de la respuesta de todo misterio o enigma. Puede que mi mente no sea perfecta. De hecho, es algo que me dicen muy a menudo, pues los médicos no tienen reparo a la hora de destrozarle la vida a un simple chaval como yo.

Esquizofrenia, Epilepsia. Son los nombres que me persiguen desde que mi progenitora me trajo al mundo. Y al igual que esa enfermedad es mi maldición, yo soy la de mi madre. Pero no soy el único que ha partido la ilusión de Rose de formar una familia normal. También esta mi hermano, Liu. Él sufre el síndrome de Asperje, cuyos síntomas hacen que se olvide del resto del mundo y “desconecte” su cerebro durante unos instantes. Se encierra en el interior de su cabeza y no deja que otras personas se metan en ella. Su vida es todo un dilema.

Cuando tenía apenas seis años, mi padre decidió que era buena idea retirarnos de nuestro hogar y comenzar una nueva en otro lugar. Sin embargo, nuestra falta de salud y los problemas económicos, fueron los causantes de no poder hacerlo. Por lo que a los pocos meses de estar allí, tuvimos que alquilar esa casa y volver a la antigua.

Ahora me encuentro en un viejo motel de carretera a la espera de que el Sol salga. Dentro de unas horas el despertador revivirá haciendo que se quiebre el sueño que estaba intentando cumplir mi familia.

En realidad no me apetece volver a Pensacola. Esa vieja casa no me traía buenos recuerdos. Era fría y solitaria. Pues la gente que habitaba en ese pueblo no sentía actitud alguna a la hora de calentar sus hogares. Sin embargo, nosotros disponíamos de una vieja chimenea de metal a la que teníamos mucho cariño. La construyó mi bisabuelo Woods, y en ella se pueden encontrar grabados todos los nombres de mis antepasados. Y eso hacía que aquel trozo de hierro resultara acogedor.

  • Jeff? ( mi madre comenzaba a despertarse)

-Si, mamá?

  • No crees que es un poco temprano para andar despierto? (me preguntó)

Volteé mi cabeza para dirigir mi mirada a la de un pequeño reloj digital que se encontraba en la mesilla.

Eran las cinco de la mañana. Tal vez si me hubiera adelantado un poco a la hora de levantarme, sin embargo, la noción del tiempo era algo que yo no terminaba de comprender muy bien.

Posé mis pies sobre el suelo con intención de dirigirme al baño para darme una ducha. Pero no había agua caliente, por lo que cuando mi piel entró en contacto con el gélido hielo, sentí como si mi alma se retorciese en mis entrañas. Luego me dispuse mi ropa y mi calzado. Pero cuando quise mirar el reloj, ya era prácticamente la hora de marchar.

Al otro lado de la puerta se escuchaba a mi padre discutir con mi hermano sobre el desayuno y la cantidad de maletas que disponíamos. Mientras tanto, mi madre ordenaba la ropa delicadamente mientras se acariciaba el cabello. Sin embargo, cuando salí del cuarto, su rostro cambió bruscamente.

  • Hijo… (susurró) otra vez te has puesto esa sudadera blanca? Ya te he dicho que no me gusta que te la pongas. Y esos pantalones! Pero si estan rotos!!!

-Ya lo sé mamá…! (resoplé) me los he cortado yo a propósito.

  • Pero si pareces un mendigo!!! (exclamó)

-Noooo mamáaaa ( me estaba empezando a cansar) ahora todos los chicos de mi edad los llevan así, además, a mi me gustan.

Rose no estaba muy convencida sobre el aspecto de su hijo. Ya que Jeff poseía un estilo rebelde y desaliñado que a su madre no le parecía correcto.

-Jeffrey! Haz caso a lo que te dicen tus padres y quítate esa sudadera.(mi padre se metió en la discusión)

Esa prenda blanca tenía un gran significado para mi, pues la tuve puesta el día del entierro de mi abuela y en el instante en el que a mi mascota le dio una parada cardiaca por comer dulces. Hoy no se moría nadie, sin embargo, mi esperanza de encontrarme en un lugar mejor, no se encontraban vivas. Por lo que era una buena ocasión para llevarla. Pero mis padres insistieron, a si que me vi obligado a coger una camiseta negra básica, y a guardar la sudadera bajo mi hombro. A la espera de un mal acontecimiento que se lo merezca. Pues el día que ocurra yo la tendré entre mis manos como símbolo del finito.

Me encontraba yo en el asiento trasero de nuestro todoterreno verde rojizo, cuando mi padre anunció que quedaban apenas dos horas para regresar a Pensacola.

Liu estaba leyendo un viejo libro que se había encontrado debajo de una caja sucia en la mudanza . ” Diario de un demente “, así se titulaba la historia. No era un nombre muy llamativo, sin embargo, la portada era más que vistosa: Un hombre y una mujer agarrados de la mano junto a un viejo árbol mientras entrelazaban sus labios en un beso perfecto.

Asco, asco es lo que sentía al ver esa imagen, nadie era tan feliz, era imposible que dos personas se quisieran tanto. Y como prueba estaban mis padres, que después de diez años casados seguía discutiendo por ver quien enciende primero la televisión. 2

Miré a la ventana durante unos segundos, y luego observé el paisaje que me rodeaba con mucho esmero. Pero el libro me llamaba. Sentía la tentación de cogerlo y devorar cada una de sus páginas con mis ojos curiosos. Por lo que en el instante que mi hermanó cayó dormido sobre el asiento. Atrapé aquella historia con mis manos y comencé a leer:

El señor Huston enseguida trabó amistad con las principales personas del salón; era vivo y franco, no se perdió ni un solo baile, lamentó que la fiesta acabase tan temprano y habló de dar una él en Netherfield. Tan agradables cualidades hablaban por sí solas. ¡Qué diferencia entre él y su amigo! El señor Woods bailó sólo una vez con la señora Hurst y otra con la señorita Huston , se negó a que le presentasen a ninguna otra dama y se pasó el resto de la noche deambulando por el salón y hablando de vez en cuando con alguno de sus acompañantes. Su carácter estaba definitivamente juzgado. Era el hombre más orgulloso y más antipático del mundo y todos esperaban que no volviese más por allí. Entre los más ofendidos con Woods estaba la señora, Strongh , cuyo disgusto por su comportamiento se había agudizado convirtiéndose en una ofensa personal por haber despreciado a una de sus hijas.

Había tan pocos caballeros que Allyson Strongh se había visto obligada a sentarse durante dos bailes; en ese tiempo Woods estuvo lo bastante cerca de ella para que la muchacha pudiese oír una conversación entre él y el señor Rastford que dejó el baile unos minutos para convencer a su amigo de que se uniese a ellos.

––Ven, Woods ––le dijo––, tienes que bailar. No soporto verte ahí de pie, solo y con esa estúpida actitud. Es mejor que bailes.

––No pienso hacerlo. Sabes cómo lo detesto, a no ser que conozca personalmente a mi pareja. En una fiesta como ésta me sería imposible. Tus hermanas están comprometidas, y bailar con cualquier otra mujer de las que hay en este salón sería como un castigo para mí.

––No deberías ser tan exigente y quisquilloso ––se quejó Huston ––. ¡Por lo que más quieras! Palabra de honor, nunca había visto a tantas muchachas tan encantadoras como esta noche; y hay algunas que son especialmente bonitas.

––Tú estás bailando con la única chica guapa del salón ––dijo el señor Woods mirando a la mayor de las hermanas de Strongh

¿Woods? Qué hacía mi apellido en aquel libro?. Tal vez el escritor de ese libro era familiar suyo. En cuanto regresara a casa buscaría información sobre esa historia, pero mientras tanto, lo único que podía hacer era quedarse sentado en aquel vehículo inerte, que recorría un largo camino hacia Pensacola, Florida. +

Recuerdo el día que aprendí a montar en bicicleta. Era un día soleado, la brisa de verano se adentraba en mi y me proporcionaba todo el oxígeno que necesitaba para no tener miedo. Pues mis manos apretaban los frenos con fuerza mientras mi padre intentaba calmarme. Pero no podía. El temor se había adentrado en mi interior. Y con tan solo seis años, no era capaz de expulsarlo con valentía. Carecía de ella, y eso me hacía más débil que el resto de los niños de mi edad.

-Respira hondo, ( me decía mi padre ) , confía en mi Jeffrey, no te va a pasar nada.

  • Pero tengo miedo papá! (mis sollozos demostraban que tan solo era un crío), me voy a caer!

-Tranquilo hijo, yo te ayudaré.

Mi padre me dio un empujoncito en la espalda, y así, comencé a descender a lo largo de una pequeña colina. Al principio fue agradable y divertido, hasta que la velocidad empezó a aumentar. El camino estaba muy empinado, y los árboles comenzaban a cerrarme el paso. Algo no iba bien, pues había dejado de ver a mi padre entre tanta arboleda. En realidad, ya no podía ver nada. Parecía como si mis ojos se encontrasen cerrados, pues lo único que podía divisar era una larga cortina negra. Ya no era capaz de oír a los pájaros, pues el único sonido que podía sentir, eran los de mis gritos presos del miedo.

Hasta que de pronto, volé. Me encontraba suspendido en el aire, rozando las nubes con mi piel. La frescura de la atmósfera recorriendo mis pulmones, y el efímero sueño de que poseía unas hermosas alas invisibles. Sin embargo, no fue eso lo que ocurrió. Pues había chocado contra una roca y descendido por la ladera mientras me golpeaba la cabeza. Había sufrido graves heridas en el cráneo. Y estas, habían sido capaces de profanar mi cerebro.

-El niño tendrá que ingresar en este hospital durante un año mientras no se encuentre apto para salir al exterior. Pues corremos el riesgo de que entre en estado de coma (anunció el médico), no obstante tendrá que tomarse estas pastillas calmantes en cuanto regrese a su casa, no podemos permitirnos el lujo de que sufra ataques violentos propios de un demente.

Desde ese fatídico día no volví a ser el mismo, una gran abertura con una enorme cicatriz adornaban mi cabeza. Y mi padre no podía dejar de sentirse culpable cada vez que las veía. Mientras tanto, mi hermano Liu se encontraba en una guardería especial para niños con problemas de socialización. Pues en esos centros se fomentaba la capacidad de tener empatía y ser agradable o generoso. Conclusión: una escuela en la que te enseñan a ser “normal”.

Después del accidente mi madre se planteó la idea de que yo ingresara en el mismo sitio que estudiaba mi hermano. Sin embargo, mi padre insistió en que para que me sintiera integrado en la sociedad, debería asistir a centros públicos con enseñanzas mundanas y corrientes.

Grave error.

Pues a medida que mi edad iba avanzando, mis visiones y ataques comenzaron a duplicarse en número. Así, tuve que aumentar mi dosis diaria de pastillas y aprender a congeniar con el resto de las personas de mi pueblo. Pero me fue imposible, ya que la gente me tachaba de raro, loco y en ocasiones, de gótico (en serio, what? que fail). Pero mi esperanza renació el día que me comunicaron que nos íbamos a mudar. Sin embargo, aqui me encuentro ahora. Sentado en el mismo coche que hace 6 años me llevó al hospital, y que ahora se dirige al pueblo de mi pasado, y probablemente de mi futuro.

Aquel libro que estaba leyendo comenzó a adentrarse en lo más profundo de mi mente. Pues me parecía verdaderamente extraño que aquella lectura recibiera como personaje principal, a un hombre con los mismos apellidos que yo. Era verdaderamente algo misterioso que probablemente, yo nunca llegaría a descubrir.

Las horas fluyeron como las aguas del río , hasta que finalmente llegamos a nuestro destino. Pensacola.

Bajé del coche y me dispuse a ayudar a mis padres con las maletas, mientras Liu seguía recostado en el asiento de atrás.

Nada había cambiado. Todo seguía en su orden y en su sitio desde que me fui de allí.

Los muebles, las cortinas, las alfombras llenas de pelusas y los cojines de terciopelo, parecía que habían estado esperando nuestra llegada. Ansiosos por volver a ser usados como si nunca lo hubieran hecho, se encontraban limpios e impecables a pesar del tiempo transcurrido.

Mi madre opinaba que a pesar de todo, alguien debería hacer que se esfumase gran parte del polvo que cubría nuestra a casa por lo que el elegido para dicha tarea, fui yo.

Mi padre me obsequió con un gran trapo de tela fina para que pudiera comenzar limpiando la suciedad de la escalera. No era un trabajo muy apetecible, sin embargo, comprendo que últimamente mi familia y yo estamos un poco apartados unos de otros, por lo que tal vez tendría que poner un poco de mi parte para poder arreglar esta vaga linea que nos separa.

-Jeff!!! (gritaba Liu) Ven y saluda a los vecinos!

-Ya voy… (contesté con desdén)

Aquellas personas que habitaban la vivienda de al lado, eran unos vecinos horrendos.

Bárbara ( la señora de la casa ) era una mujer sonriente con un largo vestido de flores y con una mano para la cocina horrible. Sin embargo, por muy agradable que parezca, tiene puesto en un altar a su querido hijo Billy, un niño despreciable con problemas de obesidad que tiene la mala costumbre de juntarse con Randy y su pandilla. “Los matones del barrio”, así se hacen llamar. No obstante, por muy preciados que se tengan así mismos. No son más que gente de clase baja con grandes problemas de autoestima. Pues si no fuera así, jamás se meterían con la gente o los criticarían por las espaldas.

Es cierto que más de una vez me han ofendido ( o por lo menos lo han intentado), y varias veces he recibidos agresiones por su parte. Yo nunca he pretendido hacerles daño y ponerme a su nivel. Sin embargo, desde que me fui, he deseado con toda mi alma arrancarles a cada uno de ellos la cabeza, mientras restriego sus ojos fuera de sus cuencas sobre un alambre de espino. Mis padres me dicen, que estos pensamientos son creaciones ficticias de mi esquizofrenia. Pero lo que ellos no saben, es que lo que lo origina no es mi enfermedad, sino me odio infinito hacia ellos.

Algún día dejaré de tomarme las pastillas, y cuando eso pase…. Randy y sus amigos serán los primeros en caer.

(pensamientos de jeff):

Ser un asesino no te hace ser diferente.

En ocasiones las personas tienden ha juzgarte sin anteriormente conocer tu historia. Esto hace que a menudo, ocurran errores en las vidas sociales de la gente.

Dicen que el diablo es el que inculca el deseo de matar en las almas de los mortales. Sin embargo, personalmente yo opino que cada uno es el que alimenta su propia obsesión, por lo que no debemos culpar a seres astrales malévolos de nuestros actos macabros. Los muertos son los que recuerdan el rostro de la muerte, pero las víctimas tienen el recuerdo de la cara de su homicida siempre presente.

Algún día avistaremos las sombras de nuestra niñez al cruzar el pasillo. Y sufriremos al ver que hemos desperdiciado toda nuestra vida desdichados a la educación y al trabajo. No obstante, nunca es demasiado tarde para cambiar tu visión del mundo. Entonces, ese será el instante en el que comprenderás que lo único que sacia tu sed de venganza es la sangre de tus enemigos.

No pretendo dañar a personas inocentes, pero no me culpo si algún que otro ser no merecedor de mi ataque no sale ileso. La explosión será tan grande que pocos podrán escapar. Ese es el precio que hay que pagar para para alcanzar la plenitud completa.

Creraé mi propio paraíso. Será un lugar donde yo seré el mayor y único dictador. Todo será idílico y perfecto. Mi mundo llegará a ser un lugar diferente y grandioso.

Con este pequeño relato solo quiero describir mi mente psicópata, para que así podáis comprenderme y hacerme sentir especial. Pues estos últimos años no han sido los mejores para mi.

(sigue la narracion):

Decidí que lo mejor sería no asistir a la visita de mis vecinos por miedo a no sentirme aceptado entre tanta multitud. Por lo que decidí salir a la calle a tomar un poco el aire.

Las copas de los árboles se zarandeaban de un lado para otro al compás del viento. El aire fresco se adentraba en mis pulmones y apaciguaba mi preocupación. Yo no era una persona muy sociable. Y la mínima idea de estar rodeado de un cúmulo de personas, ya me hacía sentir algo tenso e intranquilo. La soledad me había acompañado durante toda mi vida, por lo que no me sentía extraño en compañía de nadie. Sin embargo, dentro de unos días comenzaría el instituto. Y mis expectativas sobre él no eran muy agradables.

— Via Creepypastas

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