El violín del diablo

Asesinos del Zodiaco
Asesinos del Zodiaco

Uno, dos, ¿tres? No, son cuatro. Las cuatro cuerdas del violín que toca en el cuarteto de cuerdas. Fino y delicado sonido; un orgasmo del alma cada, vibrante nota. ¿Pero por qué se llevan lejos la música? ¿Dónde está la melodía de los violines? Ya no veo las verdes praderas con árboles de hojas naranja, cantandole al otoño; ya no veo las mujeres bailando a orillas de un lago, con sus pechos al aire y cantando al ritmo de los violines. Más se aleja la música y más oscuro es dentro de mi habitación, más pequeño y más asfixiante.

Las notas de Bach, a la distancia solo auguran maldiciones. Las verdes praderas se han sustituido por tierra muerta, tierra no fértil, los árboles antes vivos, ahora se pudren y mueren, dejando solo cascarones oscuros y lúgubres de lo que alguna vez fue un árbol. Pero lo peor de todo es mirar como las mujeres, aquellas bellas mujeres se han transformado en seres de apariencia horrorosa.

¿Cómo describes tales horrores vistos por el ojo de un desquiciado? Las mujeres lentamente, al ritmo de Vivaldi, con la alegría de la primavera, se arrancaban la piel humana que las cubría y entre sangre y carne, entre dolor y placer, dejaban ver su verdadera piel, una piel dura, de color gris opaco; como la piel de un escarabajo, no tenían alas, pero sus extremidades, alguna vez piernas perfectamente definidas, ahora eran largos tentáculos, tentáculos rebosantes de viscosidad, de putrefacción; sus brazos ya no eran brazos, habían cedido lugar a dos extremidades de al menos metro y medio de largo, muy delgadas y no poseían dedos, en su lugar se veían dos aguijones que dejaban caer un fluido de color verde.

Antes de ver sus caras cerré los ojos, ya no podía ver tantos horrores, pero aún las oía, en el silencio que dejó la música aún las sentía caminar hacía mí, tocándome con sus tentáculos, inspeccionando cada parte de mi cuerpo, clavan sus aguijones en mí y no puedo moverme. Estaba paralizado, horrorizado. ¿Dónde está Mozart cuando se le necesita? ¿Dejarán que me muera esta vez? Cada vez la música se va por más tiempo, cada vez es más dolor, pero cuando aquellos seres ya cubrían en su totalidad mi cuerpo con sus tentáculos, cuando ya moría por falta de aire, Mendelssohn llegó como una bocanada de aire y en aquella distancia llena de ecos sus violines resonaron en mi cabeza.

Las voces, los ruidos, los olores y los horrores; todo desapareció al sonar de los cuartetos. La habitación ya no es oscura. El paciente de la habitación C-7 ha regresado a casa. A aquel hospital lleno de luces cegadoras, dolorosas inyecciones, horribles comidas plásticas. Peor que en prisión. Además de soportar las dolencias físicas de mi condición, sufro cada tarde a las cinco y treinta, todos los días, los efectos de una droga experimental.

Alguna vez fui un asesino, alguna vez fui un violador, un pederasta, ladrón y secuestrador, fui lo peor que puede existir en este mundo, pero la droga me cambio, dejó todo eso atrás, borró todo, sin embargo, mi otro yo aún toca a la puerta, cada día a las cinco y treinta de la tarde y sólo la música de los violines de los músicos malditos calman su hambre.

— Via Creepypastas

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