El torso

Asesinos del Zodiaco
Asesinos del Zodiaco

Hace mucho compré una casa en Morelia, Michoacán. Recuerdo que estaba en oferta y, para estar ubicada en un lugar bastante transitado, a nadie se le dio por adquirirla, por lo que opté por comprarla. Yo ya era bastante mayor para seguir viviendo con mis padres. Quería darles espacio, ellos también necesitaban estar un tiempo a solas, como todo matrimonio de casi 30 años. Usted me entiende, ¿no?

Al principio se negaron, pero cuando les expliqué la razón, se lo tomaron de buena manera, hasta me ayudaron con la mudanza. Lo sé… ¡Mis padres son los mejores! Nunca hubiese podido hacerlo todo solo. Tardé varias semanas para adaptarme al nuevo vecindario, pero aún así, la gente era buena. Sí…, muy buena.

¿Que cómo era mi casa? ¡Oh, señor! Si la viese, seguro quedaría encantado. Era de un hermoso azul, mi color favorito. No era lo suficientemente grande, pero bastaba para mí. También recuerdo haber tenido un amigo que hice cuando terminé con la mudanza, creo que se llamaba Jason, sí, Jason… Teníamos casi los mismos gustos.

En busca de trabajo, él me aconsejó un empleo de medio tiempo como mesero en una cafetería, no era la gran cosa, ¡pero la paga era muy buena! A todo esto, ¿por qué no puedo irme? Extraño a mi familia y mi jefe. Él jamás me perdonaría por haber faltado tres meses al trabajo.

¿Por qué me siguen haciendo la misma pregunta? ¿Quieren saber más de mi casa? Bueno… El único defecto que le hallaba era ese espantoso tapete, ¡lo aborrezco! Tenía pensado quitarlo una noche, pero mi última labor en la cafetería me había dejado muy molido, por lo que me fui a dormir ni bien llegué a casa. ¿Qué sucedió esa noche, dice? Hubiera seguido en los brazos de Morfeo de no ser porque un ruido me despertó. Al principio creí que era un gato, ¿ya le dije que odio los gatos? Asquerosas bolas de pelo… ¡¿Cómo es que la gente los quiere?!

Perdóneme… Me estaba saliendo del tema, ¿en dónde iba? ¡Ah, sí! Salí de mi habitación, atraído por aquel ruido que venía del salón, sonaba como si alguien se estuviera asfixiando. Pero allí no había nadie. Entonces sentí un golpe debajo de mis pies. Me sorprendí cuando encontré un pasadizo al quitar el odioso tapete; la curiosidad me ganaba y me introduje en el agujero oscuro y polvoriento.

Al final del corredor me encontré con una puerta algo estropeada. Cuando la abrí…, no sé muy bien qué era, no, no era humano. Definitivamente no lo era.

Tenía los brazos deformes, las piernas parecían cadáveres unidos a un torso grande, el cual tenía una abertura en su pecho; se le podía ver el corazón que aún latía a un ritmo bastante lento. No tenía cabeza por si me lo pregunta.

Sé que es una historia peculiar, pero… Sigo sin entender, ¿por qué estoy en esta habitación y con una camisa de fuerza? ¿Quiere que prosiga?…

— Via Creepypastas

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