El Monicongo

Asesinos del Zodiaco
Asesinos del Zodiaco

Mi nombre era Miguel y aunque estoy muerto sin poder escuchar, ver, oler sentir o moverme, aun puedo pensar de la misma manera que lo hago en este preciso momento.

Primero empezaré contándote dónde me encuentro: Imagina el vacío, un vacío eterno, oscuro, no hay luz no hay sonido alguno tampoco hay materia, no hay temperatura ni tiempo, solo existen mis pensamientos. Pero no siempre fue así.

A mis 30 años, deseaba dominar todos los aspectos de la vida que un hombre pudiera conquistar, pero no hallaba la manera, lo intenté todo pero nunca lo conseguía. Mi deseo era implacable y sabía que haría lo que fuera por conseguir lo que deseaba, estaba determinado a lograrlo. Una noche desperté y hacía calor, algo inusual por esas fechas e inesperadamente vi como de entre la sombra de un rincón de mi habitación emergía una figura extraña: Su cuerpo era alargado, de aspecto famélico, su piel pálida y transparente, no tenía pelo y su boca era desproporcionadamente más grande, los dientes eran numerosos y muy pequeños, tampoco tenía nariz y en vez de orejas solo habían dos huecos, los ojos estaban casi juntos y su fondo era negro, los brazos eran largos y sus manos tenían solo dos dedos, no tenía ombligo ni sexo y sus piernas parecían de pájaro. Sorprendido le pregunté: -¿Quién eres? – A lo que respondió: – “un ángel” – le pregunté su nombre y respondió: -“Satán”.

Me dijo que conocía todos mis secretos, todos mis deseos y ambiciones y que él me daría la clave para lograr lo que quería, solo debía seguir sus instrucciones y al terminarlas obtendría una llave, un objeto que me abriría paso a un mundo donde yo sería el amo y señor y nada ni nadie podría intervenir en mi camino. Es obvio que me rendí ante tal propuesta, ¿Quién no lo haría?

Y estas fueron sus instrucciones:

“Mañana encontrarás un gato completamente negro, lo atraparás en una bolsa de piel, te iras solo a una montaña deshabitada entre las 11 y 12 de la media noche, harás una fogata pero el fuego con que la enciendas deberá ser llevado desde tu casa, hervirás agua y enseguida sumergirás al gato negro aún vivo y esperarás hasta que su piel y pelo se desprendan, su carne se disuelva y sus huesos queden expuestos, después de esto tomarás uno de los huesos lo levantaras y preguntarás si es el hueso indicado a lo que la montaña te responderá, deberás tirar los huesos que se descarten, cuando encuentres el hueso correcto deberás correr porque si eres atrapado perecerás”. Habiendo dicho esto, el ángel se desvaneció.

Al día siguiente hice lo que me había pedido, tomé el gato y me llevé una vieja lámpara con una vela evitando que el fuego se apagara, llegué a la montaña que por cierto a esa hora era bastante tenebrosa, solo podía escuchar los ruidos de los animales, insectos y las hojas de los arboles con el viento, pero lo peor era la oscuridad total en la que estaba sumergido solo con una vela apunto de consumirse. Inicié rápidamente la fogata y esperé a que el agua hirviera, y al hacerlo tomé el gato por el lomo y lo arrojé al agua burbujeante, inicialmente no quise mirar, solo escuchaba sus maullidos ahogados de dolor, jamás había escuchado a un animal quejarse de tal manera. Finalmente el gato quedó en silencio y su pelo se empezó a desprender, seguidamente la piel y después de un buen rato su carne se separó de sus huesos, hasta éste punto solo faltaba la última instrucción que el ángel me había dado. Tomé el primer hueso y lo levanté y pregunté ¿es éste? Y una voz con un tono crepitante y oscuro respondía a lo lejos “no es”, saqué el siguiente hueso y pregunté de nuevo, a lo que respondió igual “no es” pero esta vez la voz se hizo más cerca que la anterior, tomé otro hueso y pregunté nuevamente “¿es éste? Y la voz siniestra, distorsionada respondió “no es”, más cerca aún y pude notar que de alguna forma era la mezcla de voz humana con la de un animal, por muy raro que parezca así era, una voz tétrica, moribunda, como de lamento, era una voz horrible. Estuve escogiendo varios huesos y la voz me respondía “no es” pero cada vez más y más cerca hasta que finalmente saqué una de las costillas del gato y pregunté “¿es éste?” pero la voz se quedó en silencio, esperé un rato y pregunté de nuevo, esta vez más fuerte “¿es éste?” pero solo había silencio, luego un viento apagó lo que quedaba de la fogata y solo pude cerrar los ojos, cuando de repente, escucho un susurro en mi oído diciéndome “ése es” seguido de una risa espantosa. Inmediatamente tomé el hueso y bajé por la montaña en la oscuridad, corriendo sin parar, hasta que llegué a casa.

Cuando por fin entré en mi habitación, me dispuse a examinar el hueso que había empuñado, y al revisarlo, noté que la forma de ese hueso había cambiado, ya no parecía una costilla, de hecho ya no se parecía a ningún otro hueso, tenía ahora la forma de algo más, tenía la forma de un pequeño muñeco de humano. No tenía facciones, algo que semejaba a una cabeza, torso y extremidades. ¿Qué se supone que debo hacer con esto? Me pregunté. No lo sabía en ese momento, y cómo me arrepiento de no haberlo sabido antes.

Estaba muy cansado, me invadió un sueño pesado, así que solo dejé el muñeco encima de mi mesa de noche, me recosté en mi cama y sin más preámbulos, caí dormido. Esa noche tuve un sueño, soñé que no podía hablar, no podía escuchar, no podía ver ni moverme no sabía dónde estaba, solo era consciente de que estaba solo sumergido en la nada. Al despertar de ese sueño, me levanté atormentado, y con la sensación de que algo me hacía falta, no sabía qué, pero algo ya no estaba dónde debería estar. Y vi a al muñeco encima de mi mesa, pero algo era distinto, estaba diferente, la cabeza tenía forma ya no era una simple pieza redonda, ahora tenía forma de cabeza y algo semejante a una nariz y cuencas de los ojos. No podía recordar en ese momento si en realidad aquel muñeco de hueso ya era así o en la noche se había transformado en eso. El día pasó, extrañamente no tuve hambre, y tampoco sentí deseos de salir de mi habitación, algo me lo impedía, algo me retenía en ese lugar, y el muñeco de hueso seguía ahí inmóvil, lo tomé y noté que estaba un poco más pesado que la noche anterior, pensé en la promesa de aquel ángel, que de alguna forma ese muñeco me conseguiría todo lo que siempre había deseado, así que de nuevo caí en ensueño. Esta vez, el sueño que tuve fue algo más extraño, igualmente en un principio no podía ver, oír, hablar o moverme pero de un momento a otro sentí que estaba en un lugar oscuro, atrapado, encerrado, y sus paredes eran ásperas solo podía gritar y tratar de abrirme paso por medio de esas superficies que me encerraban, pero era imposible no sabía dónde estaba todo era oscuro. Y desperté, esta vez la sensación de vacío y terror era aún más fuerte, algo me faltaba pero seguía sin saber qué era, me levanté de mi cama, y pude ver al muñeco de hueso, era incluso más grande y su color había cambiado ya no tenía el color pálido que solía tener, ahora tenía un color rojizo brillante, y había cambiado de posición, ya no estaba acostado, estaba sentado.

Pensé que todo esto era producto de mi imaginación y que desde un principio ha sido una larga pesadilla, que desde que apareció aquella figura humanoide en mi habitación todo ha sido un mal sueño y que debía despertar de él, así que de nuevo acostado en mi cama, me quede dormido, esperando despertar al día siguiente. De repente me vi de nuevo en ese lugar oscuro, y sentí que unas fuertes garras apretaban mi torso, tanto que no podía respirar yo gritaba pero nada mitigaba ese dolor lancinante, y sin ser suficiente, sentí en todo mi cuerpo un calor infernal un calor que me quemaba y que atravesaba mi piel, solo podía gritar, sentía que mis ojos ardían y empecé a perder el sentido de la visión, luego sentí como ese calor penetraba por mis oídos lentamente el dolor era terrible pero para ese momento ya no podía escuchar el calor había quemado mis tímpanos y llegado a lo más profundo de mis oídos, así que gritaba a mas no poder. Pero por mi boca, abriéndose paso hacia los pulmones y el estómago, sentía el calor más infernal que jamás había sentido, el dolor era tan vivido tan real, que ya no parecía un sueño. Mis pulmones se quemaban y sentía como mis entrañas se consumían, esto era el verdadero sufrimiento, al momento no pude respirar más, y con lo poco de visión que me quedaba, alcancé a observar una figura, una cara, pude ver un rostro y detrás de ese rostro estaba el ángel que hacia 3 noches había visitado mi habitación, ese ángel estaba susurrándole algo al oído a ese rostro mientras sonreía, ya no pude ver más, de nuevo había silencio y oscuridad total. Desperté y vi al muñeco de hueso que ya no era de hueso, ahora tenía piel, pelo, orejas, boca, dientes y respiraba y estaba de pie ya no sobre la mesa sino sobre el suelo. Estático, inmóvil, con una sonrisa en su macabro rostro, lentamente giró su cabeza hacia mí y me quedó mirando solo que en vez de ojos había dos cuencas vacías y negras y ahí permaneció; Ya era más que suficiente, -esto no era un sueño-, pensé. Así que intenté levantarme de la cama, pero al tratar de hacerlo sentí que mis ropas y sábanas hacían parte de mí, y esto me producía dolor, mucho dolor, y fue cuando noté que ya no tenía piel, tenía la carne viva sangrante y caliente. En ese momento pude ver como ese siniestro muñeco empezaba a moverse, dio un paso, luego otro, trepó por las sábanas de mi cama hasta que subió a ella, montó sobre mi brazo y con sus dientes mordió uno de los tendones de mis músculos y de paso con su mano, desgarró una arteria que no tardó en emanar sangre a pulso. Yo estaba inmóvil, el dolor me paralizaba, subió por mi torso y alcanzo mi cabeza, luego mi rostro, introdujo sus esqueléticas manos por un lado de mi ojo derecho y empezó a tirar del globo ocular, yo solo podía sentir el dolor, pero no podía moverme, estaba atrapado entre la sábanas que con la sangre seca se habían pegado a mi carne. Ya no pude ver más por mi ojo derecho, lo había arrancado con sus pequeñas manos, luego procedió con el ojo que me quedaba, y ya solo quedaba en oscuridad. Sentí que el muñeco introducía sus manos en mi boca y empezó a remover desde su raíz cada uno de mis dientes, uno a uno, fue sacándolos de entre la encía y esta sangraba demasiado, la sangre corría hacia mi garganta lo que me dificultaba respirar aún más. Después de esto, empezó a morder la base de mi lengua y a desgarrar la carne, pedazo a pedazo me arrancó toda la lengua y ya no pude más que gemir. Pero aun, este tormento no acababa, finalmente introdujo su brazo por mi oído izquierdo, rompió el tímpano, y alcanzó los pequeños huesecillos de mi oído desarticulándolos cada uno, esto me produjo un dolor insoportable a la vez de sordera, y de nuevo, realizó el mismo procedimiento en el oído que me quedaba, y ya solo quedaba en silencio. La herida que había hecho en una de mis arterias sangró mucho, lo suficiente para que perdiera el sentido y me desmayara, no entiendo cómo no quedé inconsciente por el dolor antes que por la falta de sangre, finalmente, quedé en silencio, y en oscuridad total. Y aquí estoy, en el vacío, en la nada, no puedo escuchar, no puedo ver, no puedo sentir y tampoco moverme, estoy muerto, y no hay nada más, no existe el tiempo no existen las cosas, no existe nada más que mis pensamientos, mis eternos pensamientos, yo mismo soy solo un pensamiento, vagabundo, solitario, sin límites, sin lugar, sin forma, sin vida, solo un remanente de lo que solía ser. Así que he pensado en la promesa de aquél ángel maldito y me doy cuenta que ha cumplido; Cuando estaba vivo, desee tener lo que jamás había tenido, quería estar en todas partes, quería dominar mi propio mundo, vivir en mi propio mundo, sin límites y eso me ha proporcionado, un mundo donde nadie se interpone en mi camino, donde soy el amo y señor, donde soy el único, donde estoy completamente solo, un lugar donde no hay Dios, no hay tierra, no hay universo, no hay aire no hay luna ni sol, no hay personas y no hay animales, no existen sentimientos ni emociones, no existe el alma ni el espíritu, no hay cielo o infierno, no hay arriba o abajo, no hay puntos cardinales, no hay tiempo ni hay espacio, solo un pensamiento vacío y sin sentido, este lugar se llama muerte y si estás leyendo esto es porque en unos años, pocos o muchos para ti lector, sabrás de lo que hoy te he hablado.

— Via Creepypastas

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