El heladero maldito

Asesinos del Zodiaco
Asesinos del Zodiaco

Era una noche normal en realidad. Ni tormentosa, ni nublada, ni fría, es más, era una de las noches más calurosas de la estación, pero lo que viví aquella noche es algo que no se saca tan fácil de tu mente, tenía solo 12 años.

Me encontraba en lo que entre familiares la llamamos “La casa de fin de semana”, ubicada en una zona muy rural, pero habitada. Era una casa bastante amplia y grande, con dos pisos que recientemente habían terminado de construir. La habitación que habían terminado de construir se suponía que era mía, pero por falta de orden mis padres y yo dormíamos ahí. A mí no me molestaba, es más, me sentía acompañado. Los días eran muy cálidos, normalmente nos metíamos en una pileta “pelopincho” para refrescarnos, aunque siempre era yo el único que se metía. Al menos la pasaba bien. Mis padres se sentaban bajo un pequeño sauce en crecimiento, charlaban y tomaban “mate” mientras yo me relajaba en la pileta.

Habían instalado unas cámaras de seguridad por toda la casa. Yo no entendía porque, ya que todos sabíamos muy bien que por esa zona rural nunca iba a haber ningún tipo de crimen, pero ellos eran los dueños de la casa después de todo.

Era muy común un día domingo de muchísimo calor, este lo que llamamos un “heladero”. Era un señor bastante obeso, de unos 45 años, no era simpático ni divertido, a veces pensaba que era muy raro, pero no le daba importancia, cumplía con su cometido. Siempre que pasaba por la casa, con una pequeña moto comercial pero al mismo tiempo económica, -con su particular canción “Para Elisa” que tenían todos los heladeros para llamar la atención-, lo paraba para comprarle un helado. Todavía, después de tanto tiempo recuerdo que me encantaba pedir un helado que era una rosquilla de Homero Simpson, de la famosa serie “Los Simpsons”.

Todo se fue al retrete esa noche. Fue la noche donde todo se arruinó, donde mi vida cambio, la mía y la de mis familiares. Como dije al principio, no era una noche extraña por así decirlo. Ni tormentosa, ni ruidosa, ni paranormal.

Era casi las 3:30 A.M. y todavía no podía dormirme. Encontraba normal tener insomnio, fue algo que siempre me ha pasado. ¿Nunca les paso que cuando no pueden dormirse, se ponen a pensar cosas, y se arrepienten de cosas del pasado? Todas las noches vivo arrepintiéndome que debería haberme quedado en mi cama.

Volviendo al tema, eran las 3:30 A.M. y no podía conciliar al sueño, hasta que escucho esa cancioncita que hasta el día de hoy no puedo quitarme de mi cabeza. Era la clásica canción “Para Elisa” de Mozart, pero algo distorsionada, como si se le acabara la batería al reproductor. La canción parecía acercarse para donde estaba nuestra antigua casa. Sigo sin entender porque mis padres no se despertaron al escuchar la canción, sonaba demasiado fuerte.

Nunca había tenido tanto miedo en mi vida, pero me levante temblando como si hubiera un terremoto justo debajo de mis pies. Al abrir la puerta, justo a la derecha se encuentra una ventana que da justo a la calle de tierra por donde habitualmente pasado el heladero. Mientras esperaba ver al señor, me quede pensando por al menos 5 segundos que todo eso podría ser una broma, alguien que le encanta molestar. Después de todo, en ese barrio hay muchos niños de 7 a 14 años.

Me quede tiritando esperando ver a alguien en una moto, y así fue. Aquí viene lo peor, agárrense. Vi que aparecía lentamente el señor con su moto, excepto que la moto no parecía hacer ningún sonido de motor –o algo que cualquier motocicleta haría-. El “Señor” parecía sonámbulo, y estaba mirando fijamente hacia el frente, hasta que de repente, y sin detener esa cancioncita perturbadora, se paró en seco justo en frente de mi casa. Me quedé estupefacto, pero me quede con los ojos en él. Se paró por al menos 5 segundos, para luego girar su cabeza lentamente. Me estaba mirando fijamente, solo que no tenía ojos normales como cualquier ser humano, sus ojos parecían cuencas vacías. Eran completamente oscuros. Esa mirada fija, inexpresiva, me transmitía odio, muerte, destrucción, negatividad. En ese momento, al darme cuenta de que NO TENIA OJOS NORMALES di un salto atrás, fue algo automático, como si algo me hubiera empujado. Regrese a ver, y observe como su cabeza seguía girando. Me recordó a la clásica escena del Exorcista.

En ese momento pegue un grito increíblemente fuerte, mi corazón iba tan rápido que parecía que los latidos se escuchaban, mis pupilas se dilataron completamente debido al efecto de la “adrenalina”. Al aterrorizarme de ese modo, me caí al suelo, como si con algo me hubiera tropezado. Me levante rápidamente, y aunque ya no estaba cerca de la ventana, todavía se veía a la calle. El “heladero” ya no estaba, para luego darme cuenta que se hallaba justo detrás de mí. No me di cuenta de eso hasta que sentí una presencia extraña justo detrás y me di vuelta en seco. Estaba ahí. Grande, gordo, con esa mirada inexpresiva, esos ojos completamente negros, y una sed de sangre inexplicable que se podía sentir en las venas, nunca mejor dicho.

El mismo me estranguló con sus gigantescas manos, que ocupaban desde todo mi cuello hasta el tórax. El heladero me lanzo sin más por las escaleras, fracturándome al menos la mayoría de las costillas y el fémur. Agonizando, ensangrentado el piso, el heladero me volvió a estrangular del cuello y volvió a lanzar para adelante. Pude escuchar como el, con esa voz grave, demoníaca y asesina, susurraba:

-¡Tu! ¡¡Tu!! –Y esta vez, con un alarido increíblemente aterrador- ¡¡TE LLEVARE CONMIGO!!

En ese momento, vi mi vida pasar enfrente de mis ojos. Mi infancia, mis amigos, mis padres, mi hermano, mis abuelos… Sabía que era mi fin. Aunque el monstruo se acercaba lentamente, sabía que no iba a zafar de esa. Ya al estar cerca mío, y yo en el piso, ensangrentado, inmovilizado y sin posibilidad de defenderme, mí como su gran pie iba justo en dirección en mi cabeza. Hasta el día de hoy no sabría cómo agradecer a mis padres por haber pegado el grito de mi salvación. Al parecer no habían visto al monstruo, pero si a mí, en el piso, agonizando.

Al revisar las cámaras de seguridad, pareciera como si estuviera mal de la cabeza, drogado o algo así, ya que es como si todo eso me lo hubiera ocasionado yo mismo. Yo sé, plenamente que esa noche no estaba solo.

Quien sabe que pudo haber sido eso. Un demonio. Un ser de otro planeta. Un espíritu con sed de sangre. O talvez una parte de mi conciencia que no está de acuerdo con mi mismo.

— Via Creepypastas

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