Delumba Lumba

El Puente Negro
El Puente Negro

Esa noche, John Weldon estaba a punto de irse a dormir. Sólo le hacía falta terminar de leer dos páginas de su nuevo libro.

Sobre su gran nariz se encontraban unos anteojos desgastados, posiblemente igual de viejos que él. Mientras tanto, la luz de la linterna le permitía leer tranquilamente y sin complicaciones.

-Qué buen libro. (Mencionó en voz baja mientras lo dejaba en el buró)

Luego, se levantó de la cama para dirigirse al baño. Y entre fuertes respiraciones a causa del insaciable frío de aquel crepúsculo, lavaba sus manos mientras empañaba el espejo.

Se mojó el rostro y se cepilló los dientes. Era un día común, no había de qué preocuparse. Al fin y al cabo, como todos piensan, llegaría un mañana.

En eso, un sonido bastante extraño empezó a escucharse, algo tan parecido al movimiento de cadenas engrasadas. O como si algo, con una enorme o diminuta boca succionara con fuerza alguna superficie.

-Qué raro… (Susurró el viejo algo confundido)

No le tomó importancia y decidió salir. Pero estando ya en la sala, observó detenidamente que las manecillas del reloj corrían al sentido contrario.

Después, el suelo de madera empezó a sacudirse tan drásticamente que algunos tablones saltaron, así hasta dejar huecos sobre sus pies. Pero de esos huecos, sobresalían ojos parpadeantes muy parecidos a los de un caracol.

John se quedó pasmado, y con un poco de asco retrocedía para no tocarlos, y tras un acto inesperado, las ventanas se quebraron tras el grito abominable de un algo que mencionaba con balbuceos: ¡Delumba Lumba, el bulto crece!

Y entonces, los ojos empezaron a crecer demasiado. Se inflaban de una manera increíble, hasta que estallaron en miles de gusanillos viscosos que se amontonaban en cada esquina de las paredes. Eran muchísimos.

El señor Weldon regresó al baño y decidió quedarse en posición fetal al pie de la puerta. Así, transcurrieron unos cinco minutos.

¿Qué es lo que pasa?, ¿qué es lo que pasa? (Pensó aquel hombre en constante locura, y de inmediato cerró los ojos)

Pero no por mucho tiempo, ya que volvió a abrirlos tras los movimientos y las sacudidas bruscas que poseía el agua dentro del escusado. Mientras tanto, la tapa saltaba, como si algo quisiese salir allí desesperadamente.

Aunque no quería acercarse, tuvo que hacerlo, el sonido del agua empezó a retumbarle los oídos. Era intenso y muy asqueroso, como si un animal chapoteara o se estuviese sacudiendo.

Y tras cada paso que daba, se imaginó miles de cosas perturbadoras. Pero justo cuando llegó frente a la taza, el sonido cesó.

-Qué bien… ya se calmó. (Dijo confiado, pero fue bastante iluso al hacerlo, ya que la tapa se alzó y como una fuente de líquidos apestosos, lo empapó por completo)

El hombre cayó al suelo, mientras empezaba a escupir algo de líquido que le había entrado en la boca. Pero al hacerlo, el vómito también salió disparado directo al piso sin que lo pudiese retener.

-John… ¡John ¿por qué no vienes?, maldita sea!

Algo le llamaba desde el escusado.

-¿Quién eres?… (Preguntó mientras se asomaba)

-¿Quién más puedo ser idiota?, soy tu mierda, ¡tu mierda de ayer!

Efectivamente, una aguada y pegajosa consistencia de color café, con trocitos de carne verde se movía de un lado a otro.

-Pero, ¿cómo?, ¿cómo puede ser posible?

-¡Sácame de aquí idiota!, ¡esto es repugnante!

-Si tú crees que te parece repugnante, imagíname a mí.

-¡Sácame!, ¿no ves lo que te has comido anoche?

Y así, del excremento empezó a brotar un anillo brillante.

-Oh dios, no puede ser cierto.

-Anda, tómalo, sé que lo estabas buscando.

-Sí, el anillo de bodas de mi linda Isabela, creí que lo había perdido cuando ella murió, ¿cómo es posible?

-Te lo comiste, no querías ver el anillo nunca más, así que te lo devoraste por completo, ¡pero deja de hablar y tómalo!

Weldon extendió su mano y lo cogió. Sin embargo, el excremento se enredó entre su muñeca hasta halarlo bruscamente.

-¿Qué demonios estás haciendo?, ¡suéltame maldita sea!

-¡Delumba Lumba, el bulto crece! (Respondió con semejante incoherencia y aún sin soltarlo)

-¡Largo!, ¡deja de halarme!

-John, ¡sácame!, ¡esto es asqueroso!

En ese momento, lo único que hizo fue bajarle a la palanca.

-¡Eres un imbécil!, ¡¿Pero qué has hecho?!

-¡Suéltame!

-¡No te soltaré!, ¡no voy a hacerlo!

El brazo de Weldon aún no estaba libre, mientras era succionado al mismo tiempo que su propia mierda.

-¡Dije que me soltaras! (Con esa exclamación, haló con fuerza, y la mano salió por fin fuera de la taza)

-¡Voy a volver por ti John Weldon! (Gritó el excremento mientras se iba a las profundidades del caño)

-Delumba Lumba, el bulto crece… (Algo susurró de su lado derecho con una voz chillante)

Volteó de inmediato. Y allí estaba, su propio vómito moviéndose. Cada que su consistencia producía una burbuja, la oración volvía a repetirse hasta que ésta reventaba. Entonces, clavó su mirada a su asquerosa regurgitación, hasta que de inmediato y sin aparente explicación, se puso a recordar.

John Weldon se veía a sí mismo, era más joven. Y junto a su hija de unos cinco años, comían tranquilamente un emparedado de cajeta mientras sintonizaban las caricaturas.

-Papi. (Comenzó la charla)

-¿Sí princesa?

-¿Por qué mi mami se fue sin despedirse?

-Es que… cuando uno va con Dios, a veces no es posible despedirse de todos.

-¿Y de ti se despidió?

En ese instante, el hombre derramó unas cuantas lágrimas reprimidas hacia otro lado, esto con intención de que no lo viera llorar, y volteando nuevamente, le dijo:

-Sí… y también me pidió que me despidiera de ti.

-¿Por qué estás tan triste papi?

-No estoy triste, ¿qué te pasa?

-Sí, estás triste, pero no deberías estarlo, mi mami no está muerta.

-¿Qué?

-Ella está bien. Cuando chocó con el autobús, no encontraron su cuerpo, ¿verdad?

-Cómo… ¿cómo sabes eso?

-Delumba Lumba me lo dijo. Él fue quien se la llevó.

-¿Quién es Delumba Lumba?

-No sé, tiene muchas formas, una vez soñé que era una nube, y encima de esa nube estaba mi mami. Otro día soñé que era una esfera de colores, y adentro nadaba mi mami. Creo que es Dios

-¿Dios?, pero, ¿cómo es posible?

-Delumba Lumba dice que se lleva a las personas que él escoge, y las retiene en su bulto para que nazcan sus hijos.

-No te entiendo, ¿cómo que en su bulto?, ¿cómo que les sirven?

-Sí, guarda a las personas para que puedan nacer los ángeles, esos son sus hijos. Así como hizo con la virgen María para que naciera Jesús.

-¿Estás burlándote de mí?

-No, papi, claro que no.

-Ya basta de tantas caricaturas, te están enfermando la mente, ahora mismo te me vas a tu cuarto y le rezarás a Dios, no saldrás hasta que te escuche pedirle perdón por haberlo ofendido.

John tomó a su hija del brazo, y mientras le apretaba con fuerza, la llevaba bruscamente por las escaleras.

-¡Papi, perdón!, ya no hablaré mal de Dios.

-No cabe duda que escuchaste mis platicas por teléfono, por eso debes saber todo lo de tu madre.

-No papá, no hice eso, Delumba Lumba me lo dijo.

Y cuando por fin llegaron a la habitación, le soltó el brazo.

-¿No te advertí que es de mala educación espiar las llamadas?, ¡Eres una desobediente! (Y con ese grito, le montó una fuerte bofetada en su mejilla)

-¿Por qué me golpeaste?, ¡¿por qué lo hiciste papá?! (Reclamó la pequeña mientras lagrimeaba un poco)

-No te escucho pedirle perdón a Dios. ¡Hazlo!

-¡No!, de todas maneras le gusté a Delumba Lumba, y me dijo que pronto me llevaría. No te quise decir porque jamás me creerías nada.

-¡Susan Weldon si no te pones a rezar te daré otra bofetada!

-Te odio papá. ¡Te odio!

Y justo como había predicho John, le propició otro golpe.

-¡¿No lo vas a hacer?!

La niña simplemente se arrodilló frente a su cama, y juntando las manos, empezó a rezar mientras lloraba.

Los recuerdos culminaron en ese instante. Y mientras una burbuja surgía del vómito aquel, el rostro de su hija se personificó en la consistencia.

-¿Susan?, ¿eres tú?

-Papi… cuando fuimos al parque, no me perdí. Me llevó Delumba Lumba.

Y en eso, la burbuja de vómito reventó.

-¡Socorro!, ¡por favor!, ¡qué alguien me ayude! (Los gritos de auxilio de un niño empezaron a escucharse afuera del baño)

El hombre simplemente se levantó del suelo y se dirijo a abrir la puerta.

Afuera, un inmenso agujero en medio de la sala había aparecido. Y en uno de los bordes, un niño se encontraba mirando dentro de él.

-¡Señor ayúdeme!, mi hermanita cayó por este agujero.

-¿Tu hermanita?

-Sí, estábamos jugando en la escuela cuando de pronto llegamos aquí. Ella no vio el agujero y cayó en él.

-¿Cómo es posible?, esta es mi casa, no hay ningún agujero aquí.

-No sé qué pasó, sólo aparecimos en este lugar.

-¡Auxilio, por favor! (Se escuchó la voz de una niña en las profundidades del agujero. Lo que motivó a Weldon a asomarse también)

Y allí pudo verla. Una pequeña que se sostenía con dificultad en una de las rocas puntiagudas que había dentro del orificio. Sin embargo, notó que una protuberancia gris le temblaba como gelatina sobre su frente.

-Oye niño, ¿qué es lo que tiene tu hermana en la cara?

-No lo sé señor, esa cosa se despegó de las paredes y saltó a ella.

-¿Y cómo se llama?

-María.

-De acuerdo. ¡María, intenta escalar por las rocas puntiagudas!

-No sé si pueda, están muy resbalosas.

-Hazlo, inténtalo hasta llegar a mi brazo. (Dijo mientras lo extendía)

-Bueno…

De esta manera la chiquilla empezó a escalar sobre la pared punzante con algo de dificultad. Sin embargo, se detuvo cuando los extraños sonidos “de succión” volvieron a escucharse, pero esta vez, del fondo de aquel agujero.

-Demonios, otra vez lo mismo. (Susurró Weldon)

Entonces, las pesadillas se personificaron, ya que muchas protuberancias idénticas a la que tenía María en la cara, comenzaron a subir por las paredes.

-Sube, sube, ¡rápido y no mires hacia atrás! (Ordenó el hombre)

Sin embargo, la niña desobedeció y regresó su mirada hacia abajo, donde los viscosos bultos subían rápidamente.

-¡¿Qué es eso?! ¡Freddy ayúdame!

-¡No puedo bajar, hermana, sube más rápido!

Entonces, las cosas saltaron en el pie izquierdo de la pequeña mientras le succionaban cada parte de su humanidad.

-¡No te sueltes, María! (Dijo Weldon mientras intentaba bajar)

Sin embargo, las protuberancias seguían saltándole encima, hasta que le llenaron el cuello, los brazos y las mejillas. Entonces, en un abrir y cerrar de ojos toda su cara se había llenado de bultos que le succionaban la piel.

Quiso gritar, pero no podía ya que esas cosas le estaban bloqueando sus cuerdas vocales. Y por la desesperación de no poder respirar, María se soltó de las rocas, cayendo bruscamente al fondo del agujero. Pero los bultos saltaron de igual manera, como siguiendo al cuerpo que les serviría de huésped, y allí abajo, se llenó de más protuberancias.

-¡No!, ¡no puede ser posible!, ¡hermanita levántate! (Exclamó Freddy mientras comenzaba a llorar)

-Calma, tranquilízate. (Dijo John mientras intentaba consolarlo)

-¡No!, ¡esas cosas se están comiendo a mi hermana! Y usted, no hizo nada, ¡usted no hizo nada, maldita sea!

En ese instante, los gusanillos que se amontonaron en las esquinas se esparcieron por toda la sala, hasta unificarse en un solo bulto.

-¿Qué están haciendo esas cosas? (Cuestionó Freddy)

-No debe ser algo bueno…

Así, cuando los rastreros finalizaron su transfiguración, crearon una flor repugnante. Y del centro mismo, una espina emergió.

-Corre, rápido, corre (Sugirió Weldon poniéndose de pie)

Pero en un santiamén, la espina fue lanzada directo al abdomen de Freddy. Y éste se retorció en el suelo del dolor.

-¿Te encuentras bien?

-Me duele, me duele mucho.

-Quédate quieto, quitaré la espina.

Pero cuando el anciano quiso hacerlo, la astilla se introdujo completamente.

-Demonios, ¿qué son estas cosas?

De la flor volvió a emerger otra espina. Sin embargo, Weldon se agachó antes de que se le clavara.

-Te sacaré de aquí, te lo prometo, tú no morirás. (Mencionó el anciano mientras cerraba los ojos, y arrastrando al niño por los brazos, se dirijo directo su propia habitación)

Pero, para cuando por fin había llegado, Weldon pudo observar después de abrir sus ojos, que la parte inferior del torso del niño, había sido arrancada.

De entre sangre y vísceras que él mismo había dejado, también se le hallaban miles de bultos que emergían de su interior. Como si la espina produjera a esos seres asquerosos y rastreros.

-No… yo debía salvarte. Yo debía hacerlo.

Y postrando una vista ida, el niño dijo desde el fondo de su garganta…

-Delumba Lumba el bulto crece.

-John, amor mío, ¿de verdad estás aquí? (Susurró una voz de mujer, justo por detrás)

Al voltear, él no podía creerlo, ahí estaba, su esposa que tanto tiempo se había dado por desaparecida. Pegada en la pared gracias a los bultos que no dejaban de succionarle, algunos pequeños, otros más grandes.

Sin embargo, sólo la cabeza y el brazo izquierdo eran las únicas partes de su cuerpo que no se le encontraban tapizados por los babosos.

-¿Isabela?, ¿qué haces aquí?

-Ese día salí de compras. Todo parecía tan normal, el sol brillaba y los costos en la tienda eran los más altos como de costumbre. Recuerdo haberte comprado los siete libros de “La Torre Oscura”, de Stephen King. Y a Susan, ese precioso vestidito en el que tanto tiempo había ahorrado para conseguírselo…

En ese instante, Weldon empezó a llorar. Y mientras la miraba atentamente, le dijo con una voz cortada:

-Creí que habías muerto, nunca encontraron tu cuerpo. Pasé la mayor parte de mi vida visitando tu tumba, preguntándome cada que lo hacía, ¿por qué?, ¿por qué demonios hacerlo si tú no estabas ahí?

-Cuando salí del centro comercial, tomé el automóvil y me dispuse ir a casa, estaba contenta, quería verlos felices por sus regalos. Luego escuché unos ruidos extraños en mis oídos, como si succionaran, como si comieran.

Me salí de mi carril, estaba completamente distraída, y el autobús escolar venía a toda marcha. No sé qué pasó, lo único que recuerdo es que mi coche lo atravesó por completo. Luego, yo salí, y no había nadie, todos en el mundo se habían ido, desaparecieron. O al menos eso era lo que creí en esos momentos.

-Tú desapareciste.

-Exacto, la realidad se distorsionó en cada minuto. Los cielos se deshacían como baba pegajosa, y las tierras se abrían. Las plantas no eran plantas, eran gusanos que disparaban espinas.

-Sí, pero, entonces… ¿yo también desaparecí del mundo?

-Hay algo en el espacio que se llama Delumba Lumba, es un ser vivo, pero también es como una máquina. Se encarga de raptar personas desde que los hombres empezaron a existir. Estamos dentro de su bulto. Como un estómago encargado de distorsionar la realidad. Él te hace creer que aún sigues en tu mundo, pero no, justo ahora estás en su interior. Cosechándote.

Y ten cuidado, utiliza tus recuerdos para atormentarte, te engaña con lo que más quieres o con lo que más odias. Produce alucinaciones. Estamos atrapados en un gran saco de locura ambulante.

-Pero, ¿cómo es que sabes todo eso?

-Unos hombres aparecieron después de mí. Quisimos encontrar una salida, una explicación. Pero envés de eso, murieron, terminaron igual que yo. Lo que acabo de decirte, no es más que una teoría. Una deducción, algo que nuestra mente, quizás imaginó. Delumba Lumba puede ser cualquier cosa. Usa las espinas para crear bultos pequeños, estos se alimentan de nosotros, y cuando revientan, unos seres espantosos salen de ellos… son como sus hijos. Nos utilizan para darles de comer a sus crías, somos como el alimento, nos necesita, Delumba Lumba nos necesita a nosotros.

-Susan… también desapareció. Me dijo que Delumba Lumba la había escogido para llevársela.

-Ella, debe estar bien ahora.

-¿Tú crees?

-Nadie vive por completo dentro de su estómago.

-Quieres decir que ella…

-Está en un lugar mejor, mejor que éste. Y yo no tardo en verla.

-No has envejecido, no has envejecido nada.

-Los bultos que se adhieren a ti no se despegarán hasta que revienten. Su saliva es eterna. No envejecerás porque ellos no envejecen, pero sobre todo, no morirás porque ellos nunca mueren.

-¿Y el resto de tu cuerpo?

-Fue devorado por los bultos. Mi brazo y mi cabeza son lo único que queda de mi cuerpo. Si ellos se despegan, moriré. Pero si siguen succionando, seguiré viva, seguiré consciente, hasta que terminen de comer.

En ese momento, Weldon se acercó a los labios de su esposa, y otorgándole un profundo beso. Se alejó de ella.

-Debo irme.

-¿A dónde iras amor?, no puedes salir de su estómago.

-Descuida, iré al mismo lugar donde tú irás.

En ese momento, el anciano se postró al lado de Isabela, y pegándose en la pared, los bultos se dieron cuenta de su nuevo huésped. Así que algunos de ellos se adhirieron a él de inmediato.

-Gracias por acompañarme, John, muchas gracias.

-Nunca te olvidé, Isabela, busqué como loco el anillo de bodas que había perdido. Y aunque jamás lo encontré, nunca pude entablar una relación con otra mujer, porque no eras tú.

-Eres el mejor hombre del mundo.

-Yo también te amo tanto, ¿recuerdas cuando me preguntaste cuál sería la mayor prueba de amor que podría darte?

— Via Creepypastas

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