De tal suegra, tal nuera

Asesinos del Zodiaco
Asesinos del Zodiaco

—¡Ahí está mi hijo apuesto!

Madeline se apresura a abrazar a mi esposo, dejándome parada incómodamente en el marco de la puerta, sosteniendo un bizcocho.

—¡Dios mío! Lo siento, Candice —dice Madeline arrastrando las palabras—. Sabes, cariño, en serio deberías comer más. Es como si ni siquiera estuvieras aquí.

Su intención es clara, pero me he acostumbrado desde hace mucho. No es ningún secreto que la mamá de Harvey me odia. Desde el día en el que nos conocimos, Madeline ha expresado con franqueza sus sentimientos hacia mí tanto como es posible por medio de golpes pasivo-agresivos.

Habiéndome reprendido adecuadamente, la atención de Madeline se dirige a la figura harapienta detrás de nosotros.

—Ah, este es Ike, del albergue local —intervengo—. Compartir tus bendiciones con los menos afortunados es muy gratificante, Madeline. ¿Y qué mejor día para compartir que en Acción de Gracias?

La boca de Madeline se enrolla en una sonrisa forzada. Evidentemente, no está contenta con que un vagabundo interrumpa su cena familiar sofisticada. Pero su fachada de hospitalidad sureña prevalece, y le da la bienvenida a Ike a regañadientes.

—¿Te acordaste de no usar nueces, verdad? —le pregunta Harvey a Madeline por lo bajo mientras caminamos en fila hacia el comedor—. Candice no trajo su epinefrina y…

—Por supuesto, cariño —Madeline hace énfasis con una risa, despreocupada—. Nunca arriesgaría la vida de mi nuera.

Al ser confrontado por el surtido de ensaladas, cacerolas y pavo desplegados frente a él, los ojos de Ike se amplían. Incapaz de contenerse, se sienta de inmediato y comienza a apilar comida en su plato, llenándose la boca como si fuera a desaparecer en cualquier momento.

—Por favor, no le hagas caso —me disculpo—. El pobre hombre no ha comido desde el jueves pasado.

Una vez más, Madeline enmascara su desdén obvio con una sonrisa poco entusiasta. En el trascurso de los siguientes minutos, la oración de agradecimiento de Madeline estuvo marcada por los sonidos guturales de Ike, hasta que…

—¡Esperen! —exclamo antes de que alguien más levante su cubertería—. ¡Algo le pasa a Ike!

En el tiempo que nos tomó dar las gracias, un sudor grueso se había formado sobre Ike y empapó su vestimenta andrajosa. Observamos cómo Ike empieza a convulsionar violentamente, luchando por respirar a través de labios hinchados. Harvey se apresura a actuar y llama a una ambulancia de inmediato. Mientras tanto, noto que Madeline está temblando de ira. Desde el otro lado de la mesa, me clava una mirada penetrante e inquebrantable.

Es la mirada de alguien que sabe que ha sido ridiculizada.

Cuando dije que disfrutaba compartir con los indigentes, no estaba mintiendo. De hecho, comparto mucho con mi nuevo amigo Ike, incluyendo mi alergia a las nueces.


Subido por: Naaga

— Via Creepypastas

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