Danielle Breather

Allá afuera
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Danielle Breather

Originalmente, Danielle Breather era llamada Danielle Johnson. Su familia era como las otras, totalmente normal y feliz, compuesta por unos padres profundamente enamorados y unas hermanas tan unidas como carne y hueso. O por lo menos todos creían aquello. Las apariencias engañan, ¿No? Bueno, ésta es una prueba del significado no todo es lo que parece.

Ambas hermanas son prácticamente polos opuestos, Carmina es extrovertida y alegre mientras que Danielle es reservada, fría y dura, nadie sabe lo que piensa a menos que se exprese, lo cual nunca sucede. Carmina es muy correcta, jamás haría algo en contra de sus principios, pero Danielle… Bueno, ella hace lo que quiere, cuando quiere. Siempre fue la oveja negra de la familia.

— ¡Vamos, mamá! ¡No puedes ser tan bruja! —exigió Danielle a su madre, quien cocinaba la cena tranquilamente.

—No, Danielle, no te teñirás el cabello ni te harás perforaciones —se negó la mujer cortando las zanahorias.

— ¡Dejaste a Carmina hacerlo hace cuatro años! ¿Por qué no a mí? —se cruzó de brazos exasperada. Ella ahora tenía 18 años, a su hermana la habían dejado hacerlo cuando tenía tan solo 16, se notaba que amaban más a la perfecta Carmine que a la tonta Danielle, como ella pensaba que su nombre aparecía en las mentes de sus familiares.

—Después se arrepintió, no dejaré que lo hagas, eres muy joven todavía —sentenció Jamie, la madre de ella. Aquello hizo hervir la sangre de Danielle.

— ¿Muy joven? ¿Piensas que soy muy joven? —murmuró la chica en un tono peligrosamente bajo, toda la familia huía de ella cuando se enojaba. Cuando era pequeña, su hermana decía que el mismísimo diablo la poseyó cuando la hicieron enojar. La llevaron al psicólogo, el cual la medicó. Las razones; problemas de furia.

—Sí, y muy inmadura… Ojalá fueras como Carmine —comentó Jamie. Danielle entrecerró los ojos apretando los puños.

—Pues no lo soy —masculló empujando levemente a su madre, quien se cortó el antebrazo por la fuerza de ella.

— ¡Danielle Johnson! ¡Mira lo que has hecho! —chilló la madre buscando una toalla. Danielle observó el gran corte que yacía completamente rojo y goteando de su madre. No le importó, al contrario, le pareció percibir una exquisita sensación al ver cómo ella cerraba los ojos del dolor.

—Lo siento —murmuró sin ninguna pizca de arrepentimiento subiendo las escaleras chocando con el hombro de Carmina. Bufó cerrando la puerta con un estruendo y lanzándose a su cama. Odiaba su vida, odiaba a su hermana, odiaba a su familia. Ojalá pudiera ser libre… Libre. Aquella palabra resonó en su interior como un interminable eco. Como las letras se deslizaban vagamente por su conciencia, era una exquisitez. La chillona y desagradable voz de su madre interrumpió su paraíso.

Ella aspiró el último aliento de sus ideas y a regañadientes bajo las escaleras. No quería escuchar los halagos de sus padres, tíos y primos hacia Carmina. Estaba harta de los “Danielle, deberías trabajar como lo hizo Carmina a tu edad…” “Ella es un ejemplo a seguir…” “Danielle deberías ser más dulce…” “Deberías ser más responsable…” “Menos fría…” “Carmina es perfecta… Danielle es, bueno, ella es ella…” Cada vez que escuchaba los comentarios, la rabia invadía su cuerpo, haciendo que el tenedor bajo sus dedos, se incrustara en la carne de su mano. Ella se levantó de la mesa, y se largó a la cocina.

No toleraría más asquerosidades de aquellas. Estrelló el plato en el fregadero, casi rompiéndolo a la mitad. Se apoyó en la encimera y suspiró pesadamente tratando de recobrar el control. Abrió los ojos y notó una pequeña gota de sangre en uno de los muebles de la cocina. Lo observó detenidamente e imaginó un hermoso y afilado cuchillo deslizarse por la carne humana. La sangre goteando con aquel precioso color carmín. Con el dedo recogió la mancha, por suerte seguía aún fresca, y llevó el dedo a su boca.

El sabor se incrustó en su lengua, era el manjar más delicioso que había probado en su vida… ¿Qué estaba pasando con ella? No lo sabía. Su madre entró en la cocina alejándola de sus monstruosos pensamientos.

— ¡Por Dios, Danielle! ¡¿Qué está sucediendo contigo?! —exclamó ella enojada. Danielle se encontraba bajo el control de las voces que aparecieron en su mente. Sangre, qué delicia… No paraban de susurrar. Se encontraba rígida. No prestaba atención al regaño de su madre y poco le importaba. Toda su vida vivió con la presión de ser la despreciada por todos. Familiares, amigos y profesores. Todos amaban a su hermana, excepto ella. Todos le temían o simplemente la odiaban porque no era normal. La joven tragó saliva y miró a su madre con los ojos totalmente abiertos.

La mujer de mediana edad frunció el ceño nerviosa. La chica la analizó detenidamente, fijándose en cada deliciosa vena de su rostro. Salió de la cocina y les dirigió una espeluznante mirada a todos en el comedor. Cada persona en la sala sintió un escalofrío recorrer sus espinas dorsales. Subió las escaleras relamiendo sus labios y se encerró en su habitación. ¿Qué sucedía? Algo había despertado en su interior, algo que desde años le había hablado pero nunca le prestó atención. Danielle pasó el nublado y frío día en su habitación, no salió ni para despedirse de su familia como la habían educado. No le importaba nada ni nadie.

Permaneció sentada en su cama observando sus pies imaginando toda clase de cosas, hasta que se detuvo en una en especial… Esa hermosa katana que yacía en la sala. Al recordarla, un cosquilleo le azotó el estómago. Le encantaría tomar aquella hermosa cuchilla con sus manos y rozarla con la piel de un indefenso animal. Observó por la ventana de su cuarto el paisaje. Aquel día poseía su clima favorito, las nubes amenazantes de inundar las calles, la espesa niebla que parecía hielo. Se acercó y salió a respirar el helado viento. Imaginó lo dulce que sería beber nuevamente aquel líquido rojo, millones de fotografías aparecieron en su cabeza.

El aliento salió de sus labios mezclándose con la imponente niebla. Respiró profundamente y entró a su cuarto cerrando la ventana. Miró su reloj y se dio cuenta de que ya todos deberían estar dormidos. Tomó algo de ropa y se encaminó al cuarto de baño. Ella siempre se vio deprimida junto a Carmina. Su hermana vestía de hermosos colores cuando a ella le provocaba una alergia aquellos, siempre prefirió el negro y el azul eléctrico. Se observó al espejo, analizando cada facción, cada detalle de sí misma. Cómo odiaba a Carmina… Siempre a su maldita sombra.

Y lo peor, sus padres no se daban cuenta de que alimentaban aquel rencor cada vez más. Danielle entrecerró los ojos y agarró las tijeras del segundo cajón. Los mechones cayeron regando el piso con el color café oscuro. Por fin pudo hacerse lo que ella quería… O el comienzo de Danielle Breather. Salió del cuarto de baño, dirigiéndose a su habitación. Los susurros de sus padres llamaron su atención.

—Rick, ella siempre ha sido extraña… Pero esta vez, casi me desmayo por la forma en que me miró —dijo su madre con la voz temblorosa. Danielle medio sonrió por aquello, la sensación de temor le comenzaba a agradar.

—Danielle es así, pero tienes razón… Esa muchacha me da mala espina, Jamie —respondió el padre.

—Ojalá fuera como Carmina, pero qué digo, Danielle es muy estúpida —comentó Jamie. Danielle apretó la mandíbula.

—Te dije que debimos haberla dejado, pero no mujer, querías tenerla —masculló el padre, su madre suspiró.

—Carmina es perfecta… Danielle es… —la madre dejó las palabras suspendidas en el aire.

—Un demonio… Jamie, ella era quien atormentaba a las niñas de su edad, es un bicho raro, un error —bufó su padre.

—¿Crees que nos haga algo? —preguntó temerosa Jamie.

—No seas imbécil, es muy idiota como para herirnos —farfulló Rick. Aquella fue la gota que colmó el vaso. Danielle cerró los puños entrando al baño nuevamente. Golpeó el lavamanos maldiciendo a todos. Levantó su encolerizada mirada hacia su reflejo bufando. Aquel fue el último aliento de normalidad en ella, algo cambió en su interior. Tomó el líquido a su alcance y lo vertió en sus ojos. Gritó, maldijo y golpeó todo a su paso por el tortuoso dolor, pero todo valió la pena.

Sonrió viendo cómo sus anteriormente ojos marrones, cambiaban al azul más fulminante que haya existido. “Idiota” “Imbécil” “Bicho raro” “Un demonio” “Estúpida” “Deberías ser como ella…” Danielle enfureció. Corrió escaleras abajo hasta detenerse frente a la chimenea. Admiró la hermosa espada que estaba allí, tan filosa, tan delgada, tan brillante a la luz de la luna. Sin dudarlo, la tomó acariciando con sus dedos la hoja de la katana. Era tan bella y peligrosa. Sus ojos se reflejaron en el filo, tras ella, estaba la foto familiar. Danielle cerró su puño alrededor del mango y lanzó un corte hacia la maldita fotografía de la pared. Esta se partió en pedazos por la fiereza de la chica.

Hasta aquí llegaba la hermosa familia que todos pensaban. Jamás vieron más allá de la falsa sonrisa de su madre, quien sufría los golpes de Rick, jamás vieron lo vanidosa y arrogante que era Carmina, jamás vieron lo que Danielle siempre fue… Una asesina. Subió sigilosamente la escalera hasta la habitación de su hermana, quien descansaba plácidamente sobre el colchón. Se veía tan inútil, tan indefensa, tan inocente. Lo que hacía que la ira de Danielle aumentara. Cerró la puerta tras de sí, observando la luz de la luna filtrarse a través de la ventana.

La madera bajo sus pies crujió, provocando que Carmina se moviera levemente. Danielle rió suavemente en el oído de ella y soltó fríos alientos en su cuello. Lentamente la muchacha se incorporó observando su habitación en busca de intrusos. Carmina frunció el ceño y se sorprendió al ver lo que yacía bajo la poca iluminación del lugar.

—¿Qué hace la katana de papá aquí? —murmuró confusa. Danielle no esperó y se lanzó sobre ella apretando su garganta lo más fuerte que podía. Las arcadas de Carmina se escucharon por toda la habitación, aumentando la adrenalina de Danielle. La chica se retorcía bajo las frías manos de su hermana, quien apretó tan fuerte haciendo que su víctima escupiera sangre. Golpeó su rostro una y otra vez, deformando su cara por completo. La hizo sufrir bastante, pero la dejó vivir lo suficiente como para vengarse.

—No eres tan perfecta y bonita ahora, ¿No? —susurró cerca de su rostro. Carmina luchaba rasguñando los brazos de Danielle. Ella comenzó a reír histéricamente, cuánto amaba ver a su querida hermana bajo su control. Danielle se acercó a Carmina quien poseía los ojos casi saliéndose de sus órbitas. —_ **Breath…** _ —le susurró sintiendo su último aliento en el rostro antes de cortar su garganta en dos con el sable. Cortó el pecho de la chica abriendo su esternón y dejando a la vista sus asquerosos pulmones. Danielle tomó la sangre de su hermana y escribió en el techo _ **Breath** _, donde la mirada de la chica yacía perdida. Lamió el sable con su lengua sintiendo el afrodisíaco manjar recorrer su garganta y pecho. Mojó su pelo en el charco de sangre de la habitación y se miró al espejo del cuarto.

Su cabello estaba completamente rojo, sus ojos eran tan penetrantes como dos cuchillos y su sonrisa diabólica aterrorizaba a todos. Se dirigió a la habitación de sus padres, pateando la puerta provocando que ésta cayera al suelo, rota. Su madre la observó aterrorizada, su padre tenía el rostro congelado. Danielle yacía con la expresión más fría que se haya podida ver. —¿Te gusta mi nuevo color de cabello, mami? —preguntó girando el sable con sus dedos.

—¿Cómo te lo hiciste? —tartamudeó nerviosa la mujer.

—Con la sangre de Carmina —sonrió perversa. Antes de que pudiera siquiera respirar, Danielle la golpeó tan fuerte en la garganta quitándole el aire. Azotó la cabeza de su padre contra el espejo, partiéndolo en mil pedazos. Dirigió su penetrante mirada a la mujer que trataba de recuperar el aire y se abalanzó sobre ella. Con sus puños destrozó el rostro de su madre, transformándolo en algo horrible. La chica comenzó a aprisionar su garganta con sus manos, sintiendo cómo ésta se retorcía en busca de su libertad. Danielle miró los ojos de su madre y comenzó a reír.

La mujer arañó sus antebrazos. La chica respiró el último sollozo de su madre susurrando un escalofriante “_ **Breath** _” en su oído seguido de la _katana_ rasgando los tejidos del cuello de su progenitora ¡cómo le encantaba ver el chorro de sangre deslizarse por la espada hasta manchar su mano! Esta vez, abrió el pecho de su madre con sus propias manos sintiendo cómo la sangre salpicaba su rostro. Relamió sus labios escribiendo en la pared su palabra favorita. Su boca se hizo agua al ver su adicción en el sable. Sin dudarlo, nuevamente deslizó su lengua a través de su arma sintiendo obsesión. Las luces azules y rojas se filtraron a través de la ventana que daba a la calle.

Antes de que pudiera descuartizar a su padre, los policías irrumpieron en la casa. Danielle saltó por la ventana escribiendo en el más grande muro de la casa “_ **Breath** _” con la sangre de toda su familia muerta. Corrió a través de los callejones escondiéndose en las sombras, esperando por las siguientes víctimas de _ **Danielle Breather.** _

— Via Creepypastas

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