Cazando de noche

Asesinos del Zodiaco
Asesinos del Zodiaco

Esta historia me la contó mi padre antes de dormir. A él siempre le gustaron las historias de terror, pero ésta vez fue algo que le ocurrió a él en la finca de su abuelo.

Junto a su hermano, con quien compartía la edad de veintitrés años, fue llevado por su abuelo a trabajar en la finca como usualmente lo hacía los fines de semana. No le gustaba demasiado ir ahí porque en esa parte del pueblo la gente practicaba brujería, además algunos mafiosos de esa época tiraban los cadáveres en los riachuelos y la gente solo se daba cuenta de ello cuando el olor a podrido ya empezaba a invadir las calles, sin embargo ahí estaba. Eran las seis de la tarde cuando su abuelo les propuso llevarlos a cazar en el bosque que quedaba detrás del inmenso patio que tenía el lugar, todavía tenían luz de sol y la vida silvestre de la zona era más activa a esas horas. Como no había nada más que hacer

Se adentraron en el espeso bosque, el pasto estaba alto y les llegaba hasta la cintura, los árboles cerraban el cielo dejándolos casi en total oscuridad y solo la linterna de aceite y algunos débiles rayos de sol lograba alumbrar un poco el espeso camino de pasto verde. Salvo por su andar solo había silencio a su alrededor, ni aves, ni viento, solo sus pisadas que hacían eco en los árboles, hasta que avistaron un conejo, era mas grande de lo normal, su pelaje era de color café y despeinado como si tuviera aceite negro. Sus ojos eran rojos y sus dientes eran largos y oscuros, tan grandes que se podían ver desde donde estaban parados preparando el rifle. Mi bisabuelo apuntó con firmeza al cuerpo del animal, pero falló, lo que a mi padre le costó creer, ya que llevaba años cazando y su puntería era muy buena, especialmente resultaba extraño dado el tamaño y cercanía de su objetivo. El conejo simplemente volteó la mirada y se quedó inmóvil, por lo que decidieron acercarse un poco más, para asegurar un tiro certero. El viejo terco disparó nuevamente y para su sorpresa, volvió a fallar. Éste volteó a ver a sus nietos con cara de coraje y asombro y susurrando les dijo —¿Cómo es posible que fallara a esta distancia?— su voz hacía evidente su disgusto.

Decidió, impulsado por el coraje y la tozudez, acercarse más al conejo, haciendo caso omiso a las insistencias de mi padre por regresar ya que estaba oscureciendo. El conejo los miró fijamente unos segundos, según me contó mi padre, y luego se alejó saltando más adentro del bosque. Llegó la noche y solo la lámpara los iluminaba, formando un pequeño círculo, roto por las alargadas sombras de los tres, que se desdibujaban en la profunda oscuridad que los rodeaba. De pronto el círculo de luz comenzó a temblar, o mejor dicho mi bisabuelo comenzó a temblar, porque algo en su interior le decía que esa criatura no era normal.

Mientras más seguían al conejo, más se adentraba éste en el bosque. El abuelo de mi padre seguía intentando acertar sus disparos, pero ninguno daba en el blanco, y el animal simplemente se dedicaba a moverse cuando el grupo se acercaba.

Llevaban ya dos horas de persecución, el mayor de los tres ya estaba cansado de esa rutina estúpida que parecía no acabar. Disparar, fallar, seguir. Disparar, fallar, seguir. Y así se venía repitiendo esa rutina. La luz de la lámpara ya era tenue, iluminando apenas tres o cuatro metros de aquel oscuro bosque. La ira y el cansancio se hicieron dueños de la mente de mi tío, el hermano de mi padre, por unos momentos, quien tomando su cuchillo decidió correr para intentar atraparlo por su cuenta, pero no pudo avanzar demasiado ya que los brazos de mi padre lo detuvieron a menos de un metro de un barranco, mientras el conejo flotaba en medio, observándolos.

—Es un encantado…- dijo su abuelo con la voz temblorosa por los nervios, antes de retroceder unos pasos e indicarles a sus nietos que volvieran rápidamente a la finca.

Mi padre aún sueña con ese conejo en las noches, como si éste quisiera vengarse por quitarle el alma que estaba apunto de llevarse. Lo ve parado a los pies de su cama, con sus ojos rojos y sus largos dientes marrones como si fueran astillas podridas. Incluso a veces, al levantarse en la medianoche para ir al baño, siente que desde abajo de su cama algo está a punto de morderle los talones, pero el miedo no lo deja revisar.

CreepyDog23

— Via Creepypastas

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